chusma / jeremías aisenberg

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El movimiento psicoanalítico no es más que una manga de chismosos.

Nos la pasamos hablando sobre la vida de los demás. Armamos congresos y jornadas para sacarles el cuero a los vecinos. Por algún motivo desconocido, nos consideramos los patrones de la vereda, dueños de la verdad, y herederos de sus consecuencias.

Como sucede en la mayoría de estos barrios, las riñas se sostienen a pura evocación familiar: “¿Vos sabes quién es mi papá?” “¿No te dijeron quién es mi tío? Y miles de amenazas nucleares por el estilo.

El ejemplo más claro es lo que sucede entre E.E.U.U. y Rusia en el Country MAPA, Club Exclusivo sito entre Mama y Papá.

Saber mucho de Freud, de Lacan, o del líder de turno, no es más que saberse la vida de un otro. Una curiosa forma de sostener un saber.

En algún momento de la historia, el chisme se volvió práctica. Quedando así invisibilizada, legalizada, nuestra manera de pelear sin poner el cuerpo.  

Se naturalizó el uso del nombre ajeno como apoyatura discursiva. Esto es tan fácil de comprobar como lo es el servicio meteorológico nacional.

Con la misma probabilidad de acierto, quien guste podrá leer:

“Taller de lectura: Los chistes más graciosos de Freud”

“Grupo de estudio sobre los cordones de Lacan. 8 encuentros. Se entregan certificados”

“Encuentros clínicos: Las viñetas que nunca te contaron”

“Seminario sobre los seminarios que dijo Lacan (Los posta)”

Alcanza con recorrer los pasillos de ese Mercado del Saber, para escuchar el sonido que hacen las escobas al disputarse alguna soberanía. Un cúmulo de pajas argumentales sobre baldosas flojas de papeles. Opiniones personales, conjeturas familiares, promesas que serían cumplidas al desterrar esas hojas extranjeras que ensucian nuestras verdades.  

Dicen que dijo. Quiso decir. Hablaba sobre eso. Está claro que ya venía pensando sobre aquello. Mi lectura es que solo hacia el final, terminó de decir lo que realmente quería decir. 

Un mito hecho carrera

El Saber que esconde su diploma

La única enseñanza que no se enseña

Una experiencia que solo puede transmitirse en transferencia

Un lazo con nombre y apellido

El alias que lo hace singular.

Yo, que no soy de Freud, ni de Lacan, ni de la Facultad, ni de ningún otro pariente, digo:

La Referencia se nos fue de las manos

La manipulación de la letra hizo metástasis

Una enfermedad inoperable, terminal y sin laboratorios preocupados por desarrollar alguna vacuna que permita inmunizar o al menos reducir los daños de éste creciente pensamiento generalizado.

El Referente

Lo que antaño funcionaba como orientación, y con la salvedad ética de poder perderse, suspenderse, se convirtió en lengua materna

Goce legal, una baba mental sin palabras, un jugo infernal sin papel secante. 

El analista practica con el discurso. Escucha la exageración de la visita. Ofrece un lugar, una ayuda, la pausa necesaria, para que el recién llegado pueda familiarizarse con ese ruido extraño que tanto lo aqueja.

Un consultorio es una sala de ensayo donde se pone en práctica la teoría con la que llegan los músicos.

El analista es un instrumento; suena, resuena, pero jamás razona.   

En esa orquesta no hay más que cuerdas puestas en tensión.

Una especie de gramática sentimental. Se  ocupan de las notas desafinadas, apresuradas, inaudibles, esa melodía que tanto frustra al sujeto en soledad.  

Todos para Uno y Uno para Todos.

Los mosqueteros se volvieron mosquitos

Nuestro saber quedó sin Off

La tierra vuelve a ser plana. El Uno gana las elecciones

Mientras la chusma revive leyendas, esperando la llegada del nuevo Mesías, el tercer mosquito que dará por vencida cualquier intento de recuperación.

El Uno mismo

Es el mismo Uno para todos

Todos se creen únicos

Pero comparten el mismo novio

 Cada Uno sabe de lo que hablo

El ser humano no es racional

¡Es el animal más chismoso del planeta!

                                                   

Jeremías Aisenberg. Psicoanalista. Autor de La gira (editorial Dunken 2024

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