EL JUEGO EN PANDEMIA

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UN ASUNTO MUY SERIO MÁS ALLÁ DE LOS LÍMITES DEL CONTROL

A diferencia de la clínica con adultos, en la clínica con niños y adolescentes tenemos el privilegio de asistir a fenómenos tales como la incipiente pulsión, el fantasma y el goce desde una posición que favorece el poder hacer bajo transferencia. Los medios son otros pero asistimos también hoy junto con el auge de los juegos en red a la  doble vertiente del juego que está a mi parecer más marcada que nunca. El juego que se hace y el que se habla, podríamos decir. El juego en la adolescencia es más que nunca relato. Basta escuchar la diversidad de acciones que en él se toman lugar encarnadas en diversos personajes. Nadie podría decir entonces que el juego se ha empobrecido.  Lo anterior seria más bien un acto melancólico que otra cosa. Nadie esperaría entonces que en el medio de la pandemia los niños sacaran a relucir un yo yo. O bueno, en términos generales se intuye que en contraste con las nuevas tecnologías éste podría resultar aburridisimo. Es por eso que, lejos de ser prejuicioso con las nuevas formas que éste tome, se debe estar preparado para acogerlo, como lo que es, un juego, un posibilitador, la entrada al mundo de la subjetividad de un niño o de un adolescente, también.  

¿Qué ha sucedido con los juegos en la pandemia? Se dice que el niño corre el riesgo de estar solo, aislado, dando por supuesto que es la cantidad, la muchedumbre, lo que acompaña. También vemos el fenómeno de niños acompañados mas que nunca por sus otros significativos, más cerca que nunca de sus padres, de su familia, de algún amiguito. El colegio, con su zoom, ha desplegado también estrategias, si ha tenido el niño la disposición —suerte social— de conectividad para realizar este acompañamiento. Es por eso que el hecho de que no se junte con 20 pibes todos los días de la semana no alude necesariamente a una mayor soledad. Si es verdad que se han aumentado las horas frente a la pantalla. ¿Pero acaso no lo hemos hecho nosotros también, los adultos?

El juego es como dije anteriormente un concepto complejo. Es dinamizante, moviliza lugares estancos, visibiliza, ordena. Es en este sentido central, si se quiere pensar en un análisis, o simplemente en la experiencia diaria de un niño. Pero pensemos más bien en un análisis. Muchos han sido los niños que han comenzado un análisis en esta pandemia, pero también muchos han sido los que han seguido tramitando mediante el juego los conceptos psicoanalíticos siempre presentes de goce y de cuerpo.

¿Qué lugar ocupa el niño en la escena familiar? Quizás lejos de confundir, la pandemia si bien con su bagaje de caos, también ha orientado y esclarecido. ¿ El niño iba al colegio o simplemente a una guardería?

Con el juego, se abre entonces una distancia, en la medida en que se posibilita poner en escena “algo” para que sea tramitado, hablado. Tal es así que eso que se presenta como tan natural en los niños es un indicador de cierta relación con el goce. ¿Por qué esa “naturaleza” se ha visto interrumpida, dando lugar a un niño que no juega? ¿Por qué éste se  ha visto  interrumpido en cierto momento en particular en detrimento de otro? Estas preguntas a modo de interrogantes, tal cual suceden en la clínica de adultos, con su discurso, nos indicarían algo de la posición del sujeto que arriba a la consulta. Muchas preguntas se desprenden de un comienzo de análisis: ¿El sujeto está posicionado como sujeto, o como objeto?(Quién habla?) ¿Qué lugar tiene en el deseo de los padres? ¿Cuál ha sido el run run anterior a su existencia? El juego en este sentido aparece como posibilitador del deslinde y la puesta en escena de ciertos interrogantes sobre las posiciones, y ya que aún no hablamos de fantasma en el niño, porque este aún no se ha formado, sí algún indicador, algún indicio pulsional. 

En “Más allá del principio del placer”, Freud dice que el niño repite mediante el juego una vivencia displacentera. La repetición es entonces un reencuentro con la identidad, que constituye por sí misma una fuente de placer. En el capítulo 5 del mismo texto, Freud dice que una pulsión sería entonces un esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducción de un estado anterior que lo vivo debió resignar bajo el impulso de fuerzas perturbadoras externas.

En tal sentido, diferentes autores han articulado la relación entre lenguaje y pulsión. Distintos estudios dan cuenta de cómo se ha producido el lenguaje; lo cierto es que si hay una entonación (en el sentido musical, de canción, incluso), en la constitución misma de la lengua ésta se ha generado como una forma de representación de una ausencia. El juego del Fort-Da que observa Freud en su nieto, describe bien esta situación, del laleo del niño. Este hecho entraña distintos temas a los fines del análisis, ya que ¿por qué otro motivo podrían interesarnos las producciones gráficas sino como un medio de enchapar esos datos pulsionales posibilitados por la existencia de la lengua? Esta concepción resulta por tanto solidaria a cómo pensamos el inconsciente, lo que se dice, pero también, como dirá Lacan, “ lo extimo”; es decir que se trata de aquello que, encontrándose dentro, se encuentra en contacto con el exterior y sobre todo de aquella relación determinada que antecede al sujeto aún antes de toda relación humana.

Es así que el juego nos hablaría de perturbaciones, en el caso de que éste no existiera, y algunas de las preguntas que son susceptibles de hacerse son si éste se ha dado o no o si se detuvo en algún momento. 

La separación entre cuerpo y goce, hablaría de una necesaria operación a nivel de la ausencia, se trata entonces de que debe de operar la ausencia para que empiece la comunicación, y por ende el juego. 

Es interesante el análisis del juego, y la definición de “Homo Ludens” de Huizinga resulta especialmente ilustradora de su importancia. Cabe mencionarla pero no sin antes aclarar que de ella se desprenden cientos de acepciones y de relaciones, un juego en sí mismo: “Una acción u ocupación libre, desarrollada dentro de límites temporales y espaciales determinados, según reglas absolutamente obligatorias, aunque libremente aceptadas, acción que tiene un fin en sí misma y la que va acompañada de un sentimiento de tensión y alegría de la conciencia de ser de otro modo que en la vida corriente”. He tomado esta acepción por tanto me parece que en ella conviven los distintos condimentos que hacen al juego. Contento, alegría, despreocupación, pero a la vez una tramitación por ciertos carriles que no dejan de ser los de la ley. Es otra forma de hablar de la seriedad inherente al juego. 

Entonces partimos de la base de que para que un trabajo con un niño tenga lugar tiene que estar establecido algo de esta ausencia anteriormente mencionada.  Destrabar la lengua , se trata entonces, de hacer posible vislumbrar los distintos lugares que el niño puede ocupar para el fantasma materno o paterno o en esa constelación familiar.

Nuevamente: ¿Qué nos puede “decir” el juego entonces? ¿Se trata de un decir “por afuera” , libre de consecuencias?  Al respecto es interesante también  la concepción de Winnicott de que jugar no está adentro ni afuera, es una especie de fenómeno transicional, ya que no forma parte del mundo repudiado ni del no-yo. Para dominar lo que esta afuera es preciso hacer cosas no sólo pensar o desear y hacer cosas lleva tiempo. Para este autor entonces lo natural es el juego y el fenómeno altamente refinado del siglo XX es el psicoanálisis. 

Si jugar es lo natural, comprometiendo entonces de lleno al cuerpo, de ahí que deriven de éste muchas de las instituciones, ya que implican cierta regulación tal como se menciona anteriormente la intrínseca imbricación existente entre juego y ley. Lo precedente (en el sentido de lo anterior) al niño pasa entonces a hacerse más laxo, y la posición es susceptible de ser cambiada, ya que es mediante el juego que se puede pasar de ser hablado a tomar la palabra. Que, como dice Lacan, la verdad tenga estructura de ficción, puede hablar entre otras cosas de que es posible que en el punto en que eso es dicho eso cobre existencia, y que mediante esa posibilidad también sea posible la tramitación de algo de la pulsión. Es en ese sentido que el juguete es “nada”, puro deshecho construido por el niño. Es desde ese libreto que el analista interviene, ligado a las cesiones de objeto. 

 Es un “sistema regulado que incluye una exclusión lógica”. Según  Callois, se trata del juego como un conjunto complejo, vinculado a texto y partitura, a ficciones “como si”. Lacan y Callois estarían de acuerdo en la “apuesta y riesgo” económico que da lugar a  cierto gasto que implica pérdidas y ganancias. 

En el marco de los sucesos atravesados surgen algunos interrogantes acerca de la viabilidad del análisis, la presencia de los cuerpos al jugar. Como en casi todos los temas referentes a la pandemia como desastre en curso, aún es difícil vislumbrar las futuras salidas así como también es muy pronto para realizar análisis de carácter concluyente. 

Durante la práctica en pandemia me llaman mucho la atención los adolescentes hiperconectados a las comunidades de juegos en línea. Específicamente encuentro en esas narrativas una especie de salida provisoria a la narratividad. “El juego hoy es como los libros en tu época», me explica un paciente, que paradójicamente trata de escribir su historia, una historia en la que se mezclan ciudades inventadas, con realidades fantaseadas. Busca sentar las bases, dice, de una nueva ciudad. Se pregunta de vez en cuando por el padre, con quien no ha pasado tiempo, en forma de algún personaje japonés. Por su profesión, con las limitaciones de su vida económica y social en la misión del protagonista de los juegos. Por su vida amorosa, con las chicas compañeras de juego.  Al igual que en este trabajo limitado, en su análisis, las preguntas son de todas formas un buen punto de partida para dar cuenta de los anudamientos relativo a deseo, goce y también amor. El juego entonces, anuda. Es más que nunca, un asunto serio. Hoy y siempre amarrarnos a viejas fórmulas, pedir que los niños vivan una normalidad sanitaria que no tiene asidero en la realidad, no es más que una defensa, una sobreactuación, o vaya a saber qué en cada caso. Lo cierto es que el juego debe continuar. Y continúa, mas allá de la organización de los adultos. E incluso más allá de los limites del control de los adultos. En eso, en el trastocamiento de los controles morales, y las normas impuestas de tiempo y espacio, (conservando siempre, claro está, una ley), me parece que radica lo más sano de éste. 

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