LA PROHIBICIÓN YA FUE

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El cannabis se perfila como el agronegocio del siglo XXI, y los países que no la regulen se podrían quedar al margen de una economía que podría generar sumas millonarias de dinero. ¿Qué se esconde en aquello que es considerado ‘ilegal’? ¿Conocés las drogas legales? ¿Las distinguís? ¿Qué sabés de las leyes en nuestro país?

La Ley 23.737, promulgada en el año 1989, aumentó la gama de condenas y mantuvo el castigo de la tenencia para consumo personal con una pena entre un mes y dos años de prisión; respondiendo con lógica punitiva. Por otro lado, la Ley que regula el cannabis medicinal N° 27.350 que autoriza el uso terapéutico y paliativo del cannabis ya desde el vamos es una ley de investigación científica médica pero no una ley que refleje cómo la comunidad puede acceder al cannabis; de hecho no se reglamentó su acceso ni su producción. Es en sí una ley limitada que deja por fuera el uso y la auto determinación de los pacientes a la hora de elegir sus tratamientos. 

De hecho, casi todos/as los/as representantes en la defensa del auto cultivo tienen que ver con aquel/a que haya padecido el no acceso al cannabis para tratar problemáticas de salud. Y si no googleá: “mamá cultiva”. 

Según un trabajo del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, además de los costos humanos la prohibición ayuda a quebrar la economía. Según el informe, en 2019 las fuerzas de seguridad detuvieron a 58.572 personas por infracción a la ley.

En el último tiempo se han expresado las ganas de avanzar en la temática, aunque hasta ahora son sólo palabras. Fue Alberto Fernández, nuestro actual Presidente, quien expresó: “no tenemos que perseguir a los fumadores de porro” y dijo que es momento de “actuar con sensatez”. La nueva Ministra de Seguridad, Sabina Frederic, ratificó la necesidad de abrir el debate. Repasar cuáles son las opciones y qué se debe tener en cuenta.

¿Cuántas vueltas más hay que darle al asunto? Un tratamiento con una planta que en el fondo es bastante simple, orgánico, y que para muchos/as significa recuperar risas. ¿Se imaginan a una mamá que se emocione por escuchar (y conocer) la sonrisa de su hijo por haber consumido unas gotas de cannabis? O simplemente, ¿imaginas cultivar tu propia medicina para conectar con la risa? Cultivar para cosechar esos momentos en los que la risa se abre paso a través de la moral y los protocolos sociales, y de pronto se vuelve un gesto imparable en el que la satisfacción de estar donde estamos se abraza a la exigencia de ser considerados/as, de una buena vez, tal cual somos. En una cultura de la dominación que abusa de aquello que posibilita la vida, en un mundo donde deforestamos, matamos animales, mujeres, contaminamos con nuestras mierdas el agua de nuestro planeta, esclavizamos, violamos y matamos en nombre del consumo. Pero no hay empatía posible si no reconocemos que no somos seres superiores a la naturaleza y si no abandonamos la mente patriarcal, prohibicionista y conservadora.

Pienso, no todos ni todas se considerarán usuarios/as cannábicos/as, pero no se puede ser indiferente ¡y la irracionalidad ya no puede ser una propuesta! Por algo en las últimas décadas la medicina puso sus ojos en los efectos sanadores de la planta. ¿Qué pasa con el prohibicionismo sobre ciertas sustancias que gustan y que no generan otra cosa que mercados negros, clandestinidad, reproducción de agresividad, inseguridad, abuso de precios, criminalización, etc., etc.? ¿Qué hay detrás de todo esto? Sostener la prohibición del cannabis de alguna manera es una decisión política. Es hora de que el Estado haga uso racional de sus recursos.

Necesitamos regulaciones más integrales, considerando el impacto y cómo en el resto del mundo se está desarrollando este tipo de proyecto; y que en la mayoría de los casos va acompañado del permiso para que las personas realicen su propio cultivo en sus casas. Considerando, además, que su legalidad no acelera ni aumenta el número de consumidores.

En argentina, con su lógica punitiva, se persigue el negocio a los tiros y con caretas, generalmente son los barrios más pobres quienes más palos reciben. Esto da cuento de nulos resultados e incluso de cómo se expande el problema. Es necesario reconocer esto, que el Estado intervenga, organice y controle, para dejar de perseguir a los tiros a los “perejiles” que lo único que hacen y permiten es que los “monos” se incrementen y crezcan más en el comercio del “sálvese quien pueda”.

Es necesario deconstrucción y debate en el tema, contemplando su regularización y legalización, sosteniendo que su prohibición es siempre sinónimo de clandestinidad (y muerte). Basta de criminalizar y profundizar estereotipos, necesitamos apuntar a una emancipación que cuestione y desnaturalice miradas, prácticas y representaciones sociales opresoras y agresivas.

Agreguemos también que el cannabis puede ser mucho más que un momento de flash… ya que cultivarla nos conecta con el mundo en el que vivimos y habitamos, con climas y estaciones, nos conecta con la naturaleza y sus frutos alimentan tanto la risa como también nuestra calidad de vida. Traigamos a escena la reflexión sobre la diferencia entre uso y abuso, legal e ilegal… dale, salgamos del clóset, basta de presxs por cultivar, y como dice mi queridísima Bimbo: «basta de ser caretas y no bancar la parada si fumas». 

LEGALIZAR (TAMBIÉN) ES POLÍTICO.

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Una respuesta

  1. Carolina
    | Responder

    Muy bueno!!! No fumo. Pero banco esta parada!!!

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