Pintura de Mauro Calderone. Serie «Sueños sonoros». Obras realizadas en acuarela, acrílico y tinta sobre tela y papel. Presentada en noviembre de 2018. La curadora de la muestra fue Daniela Záttara.
www.maurocalderone.com
(El texto de Marcelo Sevilla acompañaba la muestra del pintor venadense Mauro Calderone).
PARA SUEÑOS SONOROS
Las escenas están ahí, iluminadas. Las sombras delatan luces que vienen desde algún lugar. Rostros, máscaras, símbolos. Manos ejecutando instrumentos. Si nos acercáramos, podríamos escucharlos. Pero el momento es precario; lánguidas figuras, en sepia, en rojo acuarelado, en gris melancolía.
Las formas sugestionan, son perecederas y pueden engañar. También la música, que embriaga, cautiva a los cuerpos y puede ser ritual.
La pintura y la música: cadencia, medida, ritmo. Para los pitagóricos en la Grecia antigua, la diosa Harmonía fue un principio ordenador derivado del cálculo y de la proporción matemática. Luego profesaron la Doctrina de la música de las esferas; con los sonidos que emiten los planetas y las estrellas en sus movimientos circulares habría una sinfonía universal.
(Antes de seguir, guardemos esto entre los apuntes: la música es también la única de todas las artes que ha colaborado con el exterminio nazi y formó parte de la administración de los Konzentrationlager, los campos de concentración. Rememoremos a Pascal Quignard: “Hay que escuchar esto temblando: la música acompañaba esos cuerpos desnudos cuando entraban en la cámara de gas”).
En estas escenas que nos arroja Mauro, las figuras aparecen desfigurándose. Nos trae un rastro de lo desconocido. La escena es teatral, onírica. Se podría adivinar un sueño. El dormido andante o el insomne de la vigilia tiene algo de augur. Pero el ambiente es algo lúgubre, sugiere el aura de los sueños negros; la pintura que Henry Fuseli consagró hace unos siglos: la pesadilla.
En estas escenas que nos arroja Mauro percibimos movimientos. Algo se está deshaciendo, se está deformando. Y cierto goce, cierto desdén en esa deformación.
Insinúa, tal vez, algo inconfesable: hay una realidad que no podrá reconciliarse, como propone el pensamiento del poder. No somos felices. A veces no tenemos entusiasmo. Es la inconveniente lucidez de la desolación. Es el “recuerda que morirás” que divulgó el barroco. Un mundo sin voluntad y sin representación.
Hace unos años fue lanzada la sonda Juno, que llegó hasta Júpiter y pudo captar algunos de los tétricos sonidos del espacio. Confirmó lo que Pitágoras había intuido: hay una danza cósmica, que suena en lo recóndito y oscuro de la Vía Láctea. «Si pudiéramos oír todas las ondas y no sólo las más fuertes, el universo entero estaría lleno de melodías, como pájaros gorjeando en un bosque «, explicó la Academia de Ciencias. Y podríamos creerle.
Frente a eso: ¿qué es el impulso estético? ¿qué es este efímero pincel que habla por Mauro? Qué, sino una repetida tensión entre lo que hay ahí afuera, en lo profundo de los multiversos más allá, y lo que hay aquí adentro, en lo profundo de nuestra orfandad, en la intimidad de nuestras células, más acá.
La ética, según Spinoza, es inmanente. Y no perseverar en lo que somos es el pecado. Es una idea más amigable porque nos devuelve soberanía. El arte humano entonces, el gesto creativo de lo humano, como un acto fugaz de desagravio, como una reparación.
Como una jabalina arrojada hacia la luna, por todas las cosas que nos hace el infinito.
Una respuesta
Juan Sebastian Di Paolo
Excelente relato/relexion!!! que merece la muy buena pintura de Mauro Calderone