
“Hablar con quien está en la vereda de enfrente de las propias convicciones es un gesto de resistencia”
Editado por Nomos Estrategia, “Género y política en tiempos de globalismo”, nuevo libro de la periodista cultural Nancy Giampaolo, propone un recorrido por líneas de análisis muy poco frecuentadas. En línea con la filósofa norteamericana Nancy Fraser, recurre a otras voces provenientes de distintos campos del saber y del espectro político, constituyendo una diversidad atípica en tiempos de discursos sesgados.
¿Cómo resumirías tu nuevo libro?
Es un libro resultante del trabajo periodístico en torno al género que vengo haciendo desde 2017. Tiene una mirada crítica pero no en el sentido de clausurar discusiones, sino más bien de aportar líneas de pensamiento aún poco desarrolladas en Argentina.
¿Como cuáles?
El pensamiento situado, por ejemplo, que no es otra cosa que pensar a partir de una coyuntura propia, atenta al acervo cultural local y a las diversidades constitutivas de una sociedad como la nuestra. En general, los movimientos que cruzan fronteras tienden a consolidar líneas de acción que muchas veces no son aplicables globalmente. Hay políticas de género que funcionan bien en lugares con economías y estilos de vida más estables que los nuestros, pero que al llegar acá colisionan con una realidad local drásticamente diferente de aquella en la que esas políticas se gestaron.
Es muy común que los feminismos argentinos hablen de cuestionar al poder sin explicar en qué consiste ese poder. Tu libro, en cambio, da una definición muy amplia de la palabra…
Es que el poder no es sinónimo de un Estado solamente, o de un grupo económico. Es más bien un conglomerado que contiene estos y otros elementos, y para cuestionarlo en serio es muy importante conocer todos los actores que lo conforman y cómo se articulan entre sí.
Varias veces en el libro llamás a sospechar de los discursos dominantes, como si la sospecha fuera un valor…
En este momento y para estas cuestiones creo que lo es. De hecho, el libro parte de una sospecha o más bien una pregunta que lleva en sí misma inscripta la sospecha que es muy fácil de hacer, pero no tan fácil de responder: ¿Por qué en menos de una década el género se transformó en una parte privilegiada de la agenda pública que es, justamente, la agenda del poder?
Llama la atención que recurras a opiniones de pensadoras y profesionales de campos muy diferentes del saber y, sobre todo, muy diferentes entre sí. ¿Por qué?
Porque la diversidad que está en boca de todo el mundo a veces es más nominal que puesta en práctica. Existen voces silenciadas, bloqueadas, con las que no se discute, no se intercambia. En lo personal y quizás debido a mi oficio que, bien practicado, te obliga a tratar con toda clase de personas, casi nunca cierro el diálogo, ni siquiera con quienes puedan pararse en las antípodas de mi parecer. Hoy, gracias a las burbujas virtuales, el bloqueo y todos esos mecanismos de redes sociales que desgraciadamente se traspolan a la vida fuera de la web, poder hablar con quién está en la vereda de enfrente de las propias convicciones es un gesto de resistencia.
¿Resistencia a qué?
A la hegemonía político-cultural de la que tanto se habla pero que tan poco se combate.
Sin embargo, con esto de la grieta hay gente que cree que resistir es señalar lo horrible que es el otro.
Cierto, eso es muy visible en el grueso del periodismo y en la opinología de redes. Trabajar de mostrar errores ajenos para no construir demasiado en lo propio. Los resultados de esa práctica no parecen mejorar nada.
Retomando la diversidad de voces de tu libro, hay énfasis en el trabajo de Nancy Fraser, pero aparecen otras pensadoras que han elaborado teoría desde lugares antagónicos al de ella…
Sí, podría decirse que Fraser es una suerte de pilar de mi trabajo en torno al género y los feminismos, y también es una suerte de hilo conductor del libro, pero la incorporación de matices mediante otros referentes me parece fundamental para un trabajo que pretende abrir otras puertas. Elisabeth Badinter o Catherine Millet, por ejemplo, son autoras icónicas del feminismo europeo de los años 60 y 70 con las que concuerdo sólo en algunos puntos, pero no en lo general. ¿Por qué privarme de trabajar sobre esos puntos que me parecen interesantes o de discutir aquellos con los que no concuerdo?
¿No te parece que a Fraser se la cita soslayando lo que pueda ser incómodo a ciertas ideas de las feministas de acá? Vi que en las entrevistas que vos le hiciste hizo críticas que acá jamás se comentan…
No estoy al tanto de todas las entrevistas o artículos que se produjeron acá tomándola como referente. De todos modos, en una entrevista, el que pregunta marca de alguna forma el rumbo y eso no está mal, y también existen entrevistados impenetrables que sólo dirán lo que les parezca. En el caso de Fraser es posible que definiciones como “neoliberalismo progresista” o “populismo reaccionario” hayan sido entendidas bajo el prisma de nuestra grieta y, por lo tanto, desdibujadas. Acá es muy común que se piense en izquierda y derecha en términos que, tanto para ella como para otros pensadores contemporáneos, ya no corren más hace mucho. Si vos fragmentás las respuestas de un entrevistado podés hacerlo decir sólo lo que te gusta, pero al enfrentar el corpus de su trabajo, los recortes tendenciosos caen.
¿Te costó hacerla hablar de cosas delicadas como el femicidio?
Para nada. Es muy generosa, cálida y perspicaz. Cada conversación fue como una clase para mí. Más bien le debe haber costado a ella bancarse mis preguntas interminables, los zooms, los mails, los llamados a horarios absurdos. (Risas)
Varias veces insististe en que hablás desde tu rol de periodista y no como feminista, ni activista ¿Cómo es tu historia con el periodismo?
Tuve la suerte de empezar chica y de que uno de mis primeros trabajos fuera en un diario. Había cursado un año en TEA pero en la redacción aprendí mucho más. El clikcbait no era aún una variable y tampoco había tanta precarización. Viajar a distintos lugares del mundo para buscar una nota y mandarla por mail antes del cierre, enfrentar a un político que destestás pero al que debés tratar con respeto para una entrevista, cubrir un acontecimiento dramático en el momento y lugar en el que está ocurriendo… pasé por esas experiencias que, además de ser increíblemente formativas, son cada vez más inaccesibles en el panorama actual donde muchos ven al periodismo como una actividad centrada en el gugleo y las redes. No tengo demasiada nostalgia de trabajar como en esos años porque era muy estresante, pero estoy muy feliz de haberlo vivido.
¿Dejaste de trabajar fija en un diario por el estrés?
No. Las circunstancias y mi trabajo relacionado al cine me fueron llevando al periodismo cultural, aunque también hice bastante periodismo de espectáculos, que es divertido porque conocés personajes extraordinarios en buenos y malos sentidos. Pero, bueno, se ve que las apetencias terminan condicionando el rumbo de un oficio y lo que decantó fue principalmente lo vinculado al cine, la literatura y la política no encuadrada en la militancia.
¿Estás en contra del periodismo militante?
No, en la medida en que se blanquee como tal, pero me parece esperpéntica la falsa objetividad a la que se condenaron buena parte de los medios bajo el subterfugio de la “línea editorial”; y muchos periodistas, incluso algunos que fueron admirables en el pasado y que devinieron en operadores desembozados.
Hace poco salió La literatura frente al mercado y el estado. Radiografía de la corrección política, un libro con tus entrevistas…
Sí, entrevistas a Ani Shua, Alan Pauls, Martín Kohan y Ariana Harwicz, lo editó el sello cultural Encuentro Itinerante del que forman parte Tomás Trapé y Andrés Rolandelli y las editoriales Casa Grande y Último Recurso, lo prologó Manuel Quaranta. Un trabajo en conjunto que problematiza los nuevos discursos de emancipación que, como dijo Pauls en otra entrevista que hicimos, “ya es casi una militancia”.
Tenés una columna semanal en Perfil Cultura ocupando un lugar que antes era de Pola Oloixarac, escritora cuestionada por su visión política, opuesta en varios puntos a la tuya. ¿Hay algo que tengan en común?
Nos conocimos hace años, y leí algunos de sus libros y notas con placer. Creo que es cuestionada por una parte del oficialismo adicta a ese vicio triste de no soportar al que piensa diferente y fingir que no existe o atacarlo en forma indirecta. No veo que muchos se animen a debatir cara a cara en serio con ella, se pierden a una gran interlocutora, en todo caso.
Para terminar: presentaste dos libros y pronto sale otro más relacionado a lo cultural, todo sin la visibilidad que dan las redes. ¿Cómo lo lograste?
Trabajando, qué sé yo… Quizás, de tener redes, no lograba nada. Creería que mis energías son muy limitadas y que de estar en Twitter o Facebook vertiendo opiniones no me quedaría tiempo para nada más.

LUZ GIARDONI
Periodista en formación. Le interesa la literatura, la cultura canábica, la sustentabilidad y el género. Colobora en Panamá Revista.

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