
La siento mirándome como el
hacedor de una espada mira el reflejo de su cara en
el metal de la hoja
Sharon Olds – por qué mi madre me hizo – La célula de oro
¡Hola! ¿Cómo están? Les doy nuevamente la bienvenida a esta columna en la que voy a comentar obras de teatro que me hayan dejado alguna marca en el último tiempo.
En esta oportunidad vamos a hablar de “La rota madre que te parió”. Una obra que se estuvo presentando durante mayo en Rosario, y que continuará los viernes de agosto a las 21 hs en Espacio Bravo. Escrita y dirigida por Gustavo Guirado e interpretada por Claudia Schujman, Natalia Álvarez Dean y Anahí Gonzalez Gras.
La obra explora el reencuentro entre una madre (Claudia Schujman) y sus hijas Hilda (Natalia Álvarez Dean) y Aida (Anahí González Gras). La madre, una actriz que supo deslumbrar en los escenarios durante su juventud y hoy transita el ocaso de su carrera, vuelve a visitar a sus hijas luego de siete años de estar afuera. En ese reencuentro se abrirán viejas heridas, aflorarán reclamos, verdades no dichas, densas capas de polvo acumuladas bajo la alfombra; pero también habrá lugar para las risas, el amor, el afecto postergado, las anécdotas, las caricias.
Natalia Álvarez Dean interpreta a una Hilda potente, cuya corporalidad encarna con sutileza tanto la ternura y el amor en estado puro como así también una tensión contenida que parece provenir de heridas no resueltas, sueños aplazados o miedos que habitan en lo más profundo de su ser. Su trabajo brilla especialmente en la contención: en todo lo que no se dice pero se siente, en cada gesto que sugiere un mundo interior en conflicto. Una actuación compleja, delicada y profundamente humana.
Anahí González Gras personifica a Aida, la hermana menor, quien convive con una severa discapacidad que la tiene postrada en una silla ortopédica y bajo el cuidado de su hermana. El cuerpo que construye es resultado de un trabajo minucioso y comprometido, en el que también se percibe el asesoramiento corporal de Romina Brucellaria, y que refleja de manera cuidada pero elocuente las huellas de una enfermedad degenerativa. Frente a la inmovilidad generalizada y a las dificultades para hablar, Anahí logra exprimir al máximo los recursos expresivos que su personaje tiene a disposición. Quedé asombrado de cuánto logra comunicar con el solo movimiento de sus ojos. El trabajo vocal, guiado por el entrenamiento de Angie Cámpora, es también notable: con un abanico muy amplio de tonos, sonidos y modulaciones es capaz de expresar lo que las palabras —¿y acaso alguna vez son suficientes?— no alcanzan a decir.
Claudia Schujman es la madre, una gran actriz que actúa de una gran actriz que actúa incluso cuando no actúa. Este personaje es histriónico, gracioso, elegante, extravagante, excesivo y contradictorio. Claudia pone cuerpo y alma en su actuación, y transita con maestría lo extraño, lo siniestro, lo pictórico, lo tierno, lo desbordado, lo mínimo, lo sonoro, lo frágil. Su presencia escénica es un cuerpo en constante mutación, capaz de pasar del todo a la nada y de la nada al todo. Una madre que con sus pedazos arma lo que puede, lo que le sale. Una madre que incomoda, que conmueve, que dispara prejuicios y que interpela porque, después de todo, ¿quién no está roto?
La obra presenta un guión original, escrito por Gustavo Guirado, en el cual la madeja de los vínculos entre estas mujeres se va desenredando (o enredando) a medida que transcurren los diálogos. Está cargada de intertextualidad —citando por ejemplo a Macbeth, Madre Coraje, Martín Fierro, la Casa de Bernarda Alba, Medea, entre otros— y utiliza recursos simbólicos con gran riqueza. Es profunda, divertida, oscura y reflexiva. En cuanto a la dirección, considero que logra una combinación equilibrada de ritmos y energías que favorece enormemente a la obra, generando una sinergia entre los cuerpos de las actrices que, en muchos momentos, llegan a parecer un único pulso.
Por último, me gustaría destacar la belleza y versatilidad de los objetos que forman la escenografía, una preciosa selección diseñada por Javier Palomino, quien también se encargó del vestuario. La costura y confección estuvieron a cargo de Marta Dean y Laura Gras, mientras que la artesanía de los elementos metálicos y la carpintería fueron realizados por Sergio Pradier y Emilio Porta, respectivamente. Además, la construcción de la máscara es mérito de Martín Fumiato. Otras personas que aportaron a la obra fueron Daniel González con voz en off, Claudio Perrín con fotografía y video, Esteban Goicoechea con diseño gráfico y Gisela Sogne en prensa.
La rota madre que te parió es una obra sobre vínculos, sobre cuerpos, sobre mujeres. Remueve. Porque en el fondo, habla de lo que nos constituye, de lo que nos duele y también de lo que nos sostiene.
Si se la perdieron en mayo, va a haber nuevas funciones a partir del 8 de agosto. Todos los viernes de dicho mes a las 21 hs en Espacio Bravo.
Gracias por leer, nos vemos en la próxima.
Y ¡vayan a la rota madre que los parió!

Franco Ramseyer es economista y actor. Nacido en Reconquista, se radicó en Rosario para estudiar y encontró en el teatro un espacio de búsqueda y expresión. Empezó a escribir reseñas impulsado por su amor por ir a ver obras. Actualmente forma parte de la obra «Los hombres vuelven al monte», que se estrena el 24 de agosto bajo la dirección de Martín Gigena.

Si te gustó la nota, te enamoraste de Ají
y querés bancar esta hermosa experiencia contracultural y autogestivas hacé click aquí.



Una respuesta
La mosca
Impecable y sutil comentario de la obra de teatro La rota madre que te parió. Se enlaza a ese intrincado vínculo hija madre que el inventor del Psicoanálisis, Sigmund Freud, descubrió en los análisis de sus pacientes.
El arte escénico nos muestra esa intrincada y difícil relación que la hija sostiene con su madre de la cual se separa a partir con decepción al no obtener de ella un saber sobre ser mujer. Le queda bordear ese vacío existencial tejiendo, construyendo e inventando su femineidad con nuevos lazos de amor con su madre y hermanas