
Dios para amar, sin duda, hizo
un corazón tan sensible;
palpitar le fue imposible
cuando a quien amar no halló.
-Esteban Echeverría, La Cautiva.
Hola. ¿Cómo están? Les doy la bienvenida a esta nueva columna de Revista Ají, en la que voy a estar contándoles acerca de obras de teatro que hayan llamado mi atención en el último tiempo. Mi nombre es Franco Ramseyer, y sobre mí se puede decir que como economista soy buen actor, y como actor un aspirante a digno comentarista de obras de teatro. Será un placer compartir este espacio con ustedes, y ojalá sea recíproco.
En esta primera entrega hablaremos de Las Cautivas, escrita y dirigida por el director y dramaturgo Mariano Tenconi Blanco. Esta es la primera entrega de un proyecto llamado “La saga europea”, un grupo de obras de la Compañía Teatro Futuro que trabajan sobre la relación entre Europa y Latinoamérica durante el siglo XIX. La obra —que lleva cinco años en cartel— llegó recientemente a Rosario con dos funciones a sala llena en el Teatro La Comedia.
Inspirada en el poema fundacional La Cautiva de Esteban Echeverría, esta versión no se limita a revisitar el texto original, sino que lo desmonta y lo reescribe desde una mirada actual. Hay algo de refundación, de cruce entre lenguajes y tiempos, con ecos literarios de Atala (François-René de Chateaubriand), Eisejuaz (Sara Gallardo), Cachafaz (Copi), y en lo personal me recordó a Las aventuras de la China Iron (Gabriela Cabezón Cámara) y a Las nubes (Juan José Saer).
La historia se sitúa a mediados del siglo XIX, en las vastas llanuras de la pampa argentina. Un malón irrumpe en el casamiento de la joven francesa Celine (Laura Paredes) y la toma cautiva. Pero la sorpresa llega cuando es salvada por Rosalila (Lorena Vega), una mujer nativa. A partir de allí, la obra despliega un viaje de escape y transformación narrado en monólogos alternados, donde ambas mujeres relatan —desde mundos opuestos— sus vivencias, miedos, pensamientos, sensaciones y deseos.
Ese contrapunto entre cosmovisiones (la racionalidad europea y la espiritualidad originaria) se va disolviendo en la medida en que el vínculo entre Celine y Rosalila crece. De la distancia cultural al amor tierno, protector, sensual. Un amor que, como una flor, se abre paso entre la aridez del paisaje y las violencias de la historia.
Laura Paredes compone a una Celine encantadora: aniñada, poética, luminosa. Con su tono afrancesado y su energía física, hace vibrar cada verso rimado con frescura y humor. Su actuación tiene algo lúdico, intuitivo, una vitalidad que escapa a la solemnidad de las formas clásicas. Su experiencia con Piel de Lava se nota: hay juego, entrega y toma de riesgos. Actrices como Laura traen una energía fresca, libre, con posibilidades de creación infinitas, a una escena teatral que muchas veces se asfixia entre tanto dogma. (<<No bailarás ballet mientras narres con graciosas rimas una violación en manada>>, por ejemplo).
Lorena Vega, por su parte, más que actuar, parece dejarse habitar. Su Rosalila es puro magnetismo, un cuerpo atravesado por animales y fuerzas ancestrales, algo del orden de lo mitológico que difícilmente podría encontrarse si uno se propusiera buscarlo. Cada mirada suya abre un universo. A través de sus ojos, el teatro adquiere las insondables dimensiones de las pampas argentinas. Cuando ella ve pájaros, por ejemplo, podemos verlos volando arriba de las butacas incluso antes de que los nombre. Con un vestuario ritual (Magda Banach), Vega nos transporta a lo esotérico. No es casual que Rosalila vea a los actores como hechiceros: eso es Lorena, una gran hechicera.
Esteban Echeverría consideraba que sin ritmo no había poesía completa: era esto lo que posibilitaba que la misma cautive los sentimientos y obre con más eficacia en el alma. La magistral interpretación musical de Ian Schifres es al teatro lo que la métrica a la poesía del romanticismo: genera ritmos, emociones y atmósferas que nos permiten sumergirnos a fondo en cada una de las escenas, haciendo que la obra cale más hondo en el alma. Ian está permanentemente en escena, narrando cada momento junto a las actrices. Toca el piano, la guitarra, percusiones, flauta, canto, sintetizadores, según lo requiera cada situación. Junto a Mariano Tenconi Blanco y Carolina Castro, Ian Schifres es uno de los fundadores de la Compañía Teatro Futuro, que produjo esta obra.
Las Cautivas es una obra sobre el encuentro. Entre culturas, entre mujeres, entre memorias y futuros. Un texto que, como las grandes piezas, conmueve y resignifica. Se presenta todos los domingos a las 18 hs en el Teatro Metropolitan (CABA), y afortunadamente suele salir de gira por el interior.
Nos vemos en la próxima entrega. ¡Gracias por leer!

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