discurso inaugural feria del libro venado tuerto 2022

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¿Qué significa dar un discurso inaugural en la inauguración de una Feria del Libro? ¿Y en la Feria del Libro de esta fisura ineludible que es Venado Tuerto? ¿Qué significa fundar una Feria del Libro? ¿Qué significa que un grupo de personas decidan hacerlo, lo digan y lo hagan? ¿Qué significa inventar algo que antes no existía?

En una época donde todo parece inventado, elegir un rincón del mundo (o nacer en él y no huir) para proyectar lo que en otros lados ya existe pero para hacerlo (crearlo) a nuestro modo. Construir respuestas sin imperativos pero con algunas certezas. Hacer para después decir.

Elegir colores, discutir el cronograma, viajar a otras ferias, llamar a editoriales, soportar disertantes que quieren una suite, organizar lecturas, cargar tablones, repartir folletos, hacer pegatinas, fumar un tabaco, conseguir comida para todos, reírte del mate lavado, estar muy cansado, dormir mal, pelearle el precio al servicio de ambulancias, colgar banderines y guirnaldas, salir a buscar guita, embarcarte en una que no sabés para qué te metiste.

Antes de eso un deseo, pronunciado en voz alta y al pasar. Casi por azar. Alguien que lo arroja al aire y otro que dice sí. Ese otro sabe que es un delirio pero no importa. Y otros, otras, que confían como si lo que se hubiera propuesto es ir a comprar caramelos, se arremangan y preguntan ¿por dónde arrancamos?

Tal vez pretensiones: fundar algo, sentirse dioses pero al revés. Dioses minúsculos que van desde abajo, que tratan de construir una trama para dar vuelta el mundo, dejarlo como una tortuga con las patas para arriba. 

Sentir que todo está mal pero que decirlo ya no tiene sentido. (De esos hay tantos). Hacer, por qué no hacerlo. Pero en conjunto, entre quienes hasta ayer éramos desconocidos. Una profesora que se está por jubilar, una abogada que va a renunciar a su laburo porque quiere cambiar el mundo, otro que a la distancia tiene contactos, un pibe que vive entre chapas y a la noche escucha al gordo casciari, una que es muy resolutiva, un mañoso, una fotógrafa, un docente y una docente, uno que filma bien pero pica poco, otra que es muy diligente pero de malos tratos, otro que será intendente. Y sería imposible querer nombrar a todos los que participaron.

Pero detrás del hacer: ideas. Si quienes hacen y escriben son siempre otros, desde otros lugares y otros tiempos, (o desde acá simulando ser aquellos) nuestros sentimientos y preguntas se parecerán mucho a quienes nada se parecen a nosotros. Abandonaremos nuestros cuerpos, nuestro territorio, con una ilusión que no nos pertenece. Entonces ¿Cómo hacer de nuestras palabras, nuestro hacer y nuestras escrituras una red, un entramado, que grite nuestros deseos y dolores? 

Detener el movimiento del tiempo sobre nuestros cuerpos para hacer, leer y escribir. Leer, leer, leer y creer que allí hay algo. Hacer y después escribir: intentar aprehender lo que nos excede y nos desborda.

¿Cómo transformar la lectura o la escritura, un hecho que a priori parece individual, en un acontecimiento colectivo? De manera explícita en esta feria, en la organización de esta feria. De manera oculta, en los textos que leemos y fueron escritos por otros u otras que leyeron otros textos que otros u otras también escribieron y también leyeron. 

No hay literatura sin riesgo, no hay literatura sin corrección desalmada y atroz. Decidir qué palabras y artilugios persisten y cuáles no. Sin deliberación y sin correrse uno mismo de los textos no hay escritura potente.

No hay vida sin riesgo. No hay futuro si no es con otros.

Creemos que los libros pueden detener el viento. Creemos que el libro conserva todavía un lugar sagrado, de importancia mayor sobre las mercancías del mundo. Aunque haya libros —o escritores, bien lo sabemos— que intentan congregarse únicamente con el comercio, sus lógicas y sus formas que lo han inundado todo.

Creemos en los libros, entonces, como la última resistencia, o mejor dicho: la primera. Inclusive como resistencia a otros libros. De modo que esta Feria puede significar eso: la posibilidad de construir de a poco una resistencia (también literaria), una escritura que no reniegue de su territorio ni de sus ruinas, que parta desde allí para creer que lo que se dice tiene potencia y dejarlo todo al hacerlo. 

Crear una resistencia no es de ningún modo un hecho fortuito o azaroso, hay que doblar las esquinas hasta hacer que todas las calles se crucen. Una Feria del Libro, una primera Feria del Libro no es un hecho fortuito. Una feria ni privada ni estatal, sino autogestiva, tampoco. Menos aún una Feria en esta tierra (¿olvidada? ¿arrasada? ¿por quiénes?)  que es Venado Tuerto.

Ir por más y dar un puntapié para que la resistencia tome forma y diga, de algún modo, aquí estamos aunque no importe. 

Mirar hacia Rosario, Buenos Aires o Europa pero también mirar hacia abajo, hacia  el suelo que pisamos, ese suelo lleno de arsénico y agrotóxicos, que se vuelve reticente y arisco, pero del que nacen entre sus grietas sujetos y colectivos que creen que pueden cambiar el mundo y lo intentan con hechos y palabras.

Ojalá esta Feria del Libro sea la primera de muchas. Ojalá el espíritu contracultural perdure y se acreciente. Ojalá que esta Feria sea una verdadera fiesta.


Profesor de Literatura. Activista cultural.

Nació en el 93 y a los seis años lo operaron del corazón. 

Coordinó, siempre con amigos y amigas, hermosos proyectos de supervivencia efímera en el tiempo: las revistas “Altazor” y “Macedonio”; los programas radiales “Verseremos” y “Tabaco Malbec”; el espectáculo de poesía y música “Mirar pájaros engorda”; y el ciclo “Cátedra Bailable” en el que participaron figuras como Gabriela Cabezón Cámara y Martín Kohan.

Dio clases en terciarios y dictó, durante dos años (tal vez tres) varios talleres de escritura en la ciudad. (La ciudad es Venado Tuerto, una fisura ineludible).

Sostiene que errar es inevitable sólo para al errar tener razón. Impulsivo, una tarde, se tatuó una molotov en las costillas. 

Milita en «Ciudad Futura«, organiza el evento multitudinario “Santa Cumbia”, la vermutería «Cayetano» e ilustra y co-coordina “Revista Ají”. Integra la organización de la «Feria del Libro Venado Tuerto» y de la «Universidad Experimental«. Es editor en «Ají Ediciones«. Además tiene un perro que se llama Allende.

Fanático del ocio y de ver fuego en la parrilla, cree que solo permanece lo que se comparte. Por las noches escucha canciones de amor y mira a Ginebra, su gata, esperando que todo se revele.

También escribe, en tercera persona, estas palabras mientras la gata duerme, nada se revela, internet falla y el corazón sigue latiendo.



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