ITATÍ

con 3 comentarios

El otro día, en la panadería de mi barrio, conversé durante un par de minutos con un hombre que no dudaba. Fue una experiencia impactante. Yo lo intuí y se lo pregunté: “¿Usted no duda, no?”. Y él replicó al instante, severo, ufano: “No. No dudo”. La forma automática de la respuesta confirmaba su contenido. Mi costado cartesiano, que a veces es más que un costado, diría que se estremeció. No voy a equipararme con Sergio Wolf, que conversó, y largamente, nada menos que con Aldo Rico, como saben todos los que vieron esa joya que es el documental “Esto no es un golpe”. Pero admito que me acordé de él, mientras las profusas escupidas que mi interlocutor soltaba juntos con sus dogmas tajantes impactaban contra el vidrio detrás del cual nos guarecíamos las medialunas de manteca y yo.

Mi necedad habermasiana (la tengo por necedad y ya no por racionalidad, como antes) me lleva una y otra vez al fracaso en el rubro del intercambio de ideas. Me obstino en mi negligencia y repito un mismo torpe error. El intercambio de ideas no prospera con aquellos que no piensan nada (con los pragmáticos, que sólo hacen, pero hacen sin antes preguntarse qué hacer; con los cínicos, a los que todo les da la mismo; con los que sostienen que las ideologías, esto es, un orden de ideas, no corren más, no existen más); pero no prospera tampoco con aquellos que ya lo han pensado todo. El vecino de la panadería ya lo había pensado todo, no precisaba pensar más. En efecto: no dudaba. Y se jactaba de no dudar.

¡Qué frágil se siente uno con su puñadito de convicciones y sus vacilaciones sin fin, en tiempos como los que corren, estos tiempos en los que la incertidumbre no deja de ganar espacio y extender su imperio! Del futuro nunca sabemos, pero hoy sabemos menos que nunca. Allí mismo, en la panadería, apenas un poco después, no lograba yo resolver, a propósito de una docena de facturas, cuántas de dulce y cuántas de crema, si más de estas o más de aquellas. Busqué a este hombre a mis espaldas, pero ya se había ido.

Este domingo, a mitad de la tarde, pienso volver sin falta a la panadería de mi barrio. Con un poco de suerte, y alargando lo necesario mi compra, puede que me encuentre de nuevo con este vecino. Veré de sacarle el tema: seguramente me cantará la justa sobre Putin y la vacuna rusa.

¡Compartí este contenido!

3 Respuestas

  1. Claudia Giachello
    | Responder

    Me encantó! O tal vez no tanto…

  2. Juan Sebastián Di Paolo
    | Responder

    Genial!!. O tal vez no tanto…copiando a Claudia y al mismo Martín

  3. Raimon
    | Responder

    No tengo dudas de que la duda nuevamente surge como un ensueño de la tarde…

Dejar un comentario