La bella, la bestia y Reynaldo Sietecase | Nora Benso y María Gabriela Polinori

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Será que queremos decir lo conocemos, lo conocíamos de antes.

Pero de antes, antes, cuando era solo un poeta rosarino que publicaba en El poeta manco y leímos alguna de sus poesías —nos parece, creemos, dudamos—, en Transparencia, aquella revista hecha en fotocopias por Leandro Tuntisi, Dipré y otros poetas de acá.  Después, nos dicen, Pablo Sevilla una vez tomó un poema de él, y lo contestó con otro. Parece que hay registro en papel, en alguna caja por ahí, pero habría que buscarlo, y no llegaríamos a tiempo con esta crónica. Pudo haber sido en Expresión, la revista cultural que dirigía Juan Carlos Rodriguez y en la que colaboraban Pablo Sevilla y tantos otros.

La evidencia real de la primera visita a Venado es una foto, y el mismo Reynaldo contándole hace muy poco a Ernesto Tenembaum  que había viajado a Venado Tuerto cuando se enteró de que a la Biblioteca Ameghino, La Biblio, venía Mario Benedetti  —sí, Benedetti, el escritor uruguayo venía a Venado. Se tomó un colectivo y efectivamente, estaba Mario Benedetti, y le hizo una entrevista. Después no tenía dónde publicarla y finalmente lo hicieron en Página 12; no sin antes preguntarle ¿en serio, una exclusiva con Benedetti? Y que esto le abrió puertas.

La foto muestra al Flaco Demarchi de anfitrión en la cabecera de la mesa, con un Reynaldo joven y barbudo, sentado al lado de Benedetti, junto a otros hacedores de esa movida mítica de La Biblio. La rescatamos, hacemos copia; queda como puede quedar una copia de una foto del 88. ¿Elegimos la más nítida donde él sale oscuro o la más clara pero borrosa? Se la vamos a enmarcar y regalar el viernes de la charla. Primero se la mostramos por WhatsApp. Parece un pesebre, dice, un pesebre poético.

Después de Benedetti y ese día, queda la relación forjada y viene a Babel, el primer bar literario de Venado Tuerto, a presentar su primer libro de poemas Cierta curiosidad por las tetas. Con total generosidad, asesora en el armado de un semanario —El Sol—. Después se va a Bs As, y ya es el Reynaldo de todos, el de la televisión, la radio, los diarios.

Desde ahí, nada que podamos contar más que lo que dice su biografía y los libros publicados. Lo seguimos, lo leemos, vemos una novela suya llevada al cine. Crónicas, relatos, novelas, de nuevo poesía. Y un libro distinto, Desnudos de vidriera, su primer trabajo como “cazador de imágenes, nada menos que de maniquíes.

2024, queremos traerlo para la Feria del libro VT y, agenda apretada mediante con la publicación de La rey, no puede. Pero este año nos damos el gusto desde la Uni Experimental, ahora que tiene sede propia en Campus, Castelli 253. La charla se va a llamar La Bella y la Bestia, la relación entre literatura y periodismo. Leemos La rey de un tirón unos días antes. Literatura y periodismo nunca mejor condensadas en una novela; lo mejor de la ficción en la trama, con una clara investigación de fondo que de otra manera no lograría la verosimilitud que tienen los personajes. Y en la historia paralela, un profesor, Salvador, obsesionado con una piedra, quien en sus indagaciones, tiene mucho de periodista. Por supuesto las dos historias se cruzan al final.

Buscamos a Reynaldo en Bs As directamente en la radio, dice que va a dormir un ratito en el auto. Llega a Venado Tuerto sobre la hora, con Campus desbordado de gente. Tuvo que parar a comprar un cargador que se olvidó. Viene con el pelo atado, vestido de negro, con campera de cuero, un look que arrastra desde los noventa; un anillo negro en cada mano y pulseras. Nos muestra su obsidiana, la piedra del libro, y nos cuenta que un amigo fue el que le contó tanto de la piedra que terminó usándola en la novela y convirtiéndolo a él en personaje.

Dice que el lado A es la literatura (la bella) y el lado B es el periodismo. Dice del libro que es un policial, con algún toque mágico, y que es un policial negro como solo puede ser el policial latino, donde no hay un detective o un policía que busca la verdad, no puede haberlo; en todo caso podría hacerlo un periodista. En La Rey, tenemos solo al personaje que se mueve impulsada por el deseo de venganza. Nos previene de no confundir La rey, el apodo que le dan los dealers a Blanca Rosa en la Villa 31, con su propio sobrenombre, Rey. Que la novela bien pudo haberse llamado La obsidiana, pero que le había impactado la palabra rey con el “rey de la efedrina” y pensó que podría funcionar. Y cómo funciona.

Dice que escribe solo con pluma. Dice que el libro es un objeto perfecto. Dice que la sobreinfomación es la nada. Habla y cautiva a la audiencia, contesta preguntas, ofrece seguir hablando con quien quiera quedarse, firmar libros, incluso dar un abrazo; se queda charlando con todos, con los estudiantes de periodismo, con alumnos del secundario. Viene a comer un asado y se sienta con las mujeres porque somos más divertidas (nos lo dice a nosotras). Nos cuenta que es rescatista de pingüinos, los de vino). Le regalamos libros (nuestros libros) y los acepta agradecido. Lo llevamos a Rosario al otro día.

Quedamos varios días hablando de la charla, del asado después, como pasa con esas visitas largamente esperadas, que rebalsan las expectativas. Con la crónica de excusa, seguimos revolviendo las notas tomadas, indagando.

Aparecen algunas respuestas.

Boris Padován, nos cuenta que tenían una gran relación con las revistas under de Rosario y que en la Transparencia metían unas hojas sueltas, tipo panfletos, con poesías de otros poetas, y ahí sí hubo algunas de Reynaldo.

Juan Carlos Rodriguez aporta precisiones y suma fotos de su revista: el poema de Reynaldo sale en el nro 6 de Expresión y lo contesta Pablo Sevilla, en el número 7: “vengo a cumplir, Reynaldo con el deber que me señalas…”. En el nro 7 también, un artículo de Reynaldo, En busca del tiempo perdido.

Podemos cerrar nuestra crónica, salvando las distancias, un poco jugando a la Bella y la Bestia.

Nora Benso y María Gabriela Polinori son parte del equipo de la Uni Experimental.

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