8 DE MARZO: UNA RESISTENCIA DESDE LOS VALORES FEMINISTAS

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Una lucha de todas y todes

En 1911 en New York trabajadoras textiles estuvieron en huelga reclamando salarios y condiciones dignas de trabajo y por esta justa razón fueron incineradas. Por esto mismo, no se asocia esta fecha a un momento de celebración con bombones, flores y descuentos en los shoppings, sino que se proclama en pleno auge del movimiento sufragista y por los levantamientos de derechos laborales.

Este día, tuvo consonancia para que a lo largo de todo el mundo se pueda integrar las luchas anteriores y posteriores que impusieron al feminismo como un proyecto político de resistencia. Con diferentes posturas e ideales, pero marcando en la agenda política cambios culturales en el mundo. 

Es así que a lo largo de la historia hemos visto a hermanas y compañeras, marchar, gritar, empoderarse y también hartarse de tantas injusticias. Las hemos visto revolver ollas populares para que ningún niñe se quede con la panza vacía. Las vimos votando y divorciándose. Las vimos sentadas en las veredas de los centros territoriales de denuncias. Las vimos generando lazos en los encuentros nacionales de mujeres. Las hemos visto llorando y también sanando. Las vimos cruzando fronteras. Las vimos haciendo rituales y cuidando la pachamama. En la primera línea de batalla contra la pandemia defendiendo la salud. Luchando por los cupos laborales trans. Las vimos en las aulas formado a sus alumnes con educación sexual integral. Las vimos en las plazas, con frio, lluvia y calor, exigiendo por maternidades deseadas. Las vimos en las bancas de las legislaturas pidiendo por la paridad de género y también siendo violentadas en lugares de poder. Vimos a las mujeres de ésta generación animarse, amarse y tocarse, rompiendo viejos muros de discriminación. Las vimos sosteniendo vínculos tóxicos hasta cansarse y encontrar de a poco nuevas formas de amar. Las vimos con dolor tomar el valor de marcharse de su casa. Las vimos avisando a su amiga cuando llegó a su casa. Las vemos precarizadas, trabajando la tierra bajo el sol. Las vemos cortando una ruta, dándole la teta a su hije. Las vemos despertarse de pesadillas una y mil veces.

Las hemos visto en infinitudes de circunstancias, pero jamás las vimos rendirse. No las vimos bajar los brazos contra el patriarcado. Porque sabemos que esta lucha es larga y sabemos que los derechos si se pueden conquistar. 

El feminismo de la tercera ola hizo bandera de un concepto central que interconecta la parte con el todo: lo personal es político. El acto más revolucionario en transformar los valores femeninos tradicionales en valores feministas: aceptar la interdependencia y cuidar a otras personas. Transformar la disidencia, que es la asintonía del malestar, en bienestar, que es la sintonía con otrxs. Y para ello, necesitamos crear un nuevo lenguaje, discursos, valores y ética.

Como en toda la sociedad, hay feministas en las organizaciones políticas, que ponen la escucha, la palabra y el cuerpo en formas de amparo colectivo, para que el miedo no sea la única forma de enfrentar la violencia de género. Lo hacemos y paralelamente exigimos al estado la declaración en emergencia en violencia contra las mujeres. 

De la ausencia del Estado en garantizar políticas públicas para erradicar la violencia, es que aparece la sororidad feminista. Como una dimensión ética y política contemporánea. Es una experiencia subjetiva de las mujeres, que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y de alianza existencial y política cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad, con otras mujeres, para contribuir a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderoso genérico de todas y el empoderamiento vital de cada mujer.

La aproximación al malestar desde los valores feministas abre una grieta, y a través de ella podemos ver tras el telón y vernos entre nosotres, para repensar una nueva concepción de vincularnos.

  • El horror que se repite como eslogan

“Me mandé una macana”, fue la frase que escribió Matías Ezequiel Martínez para contarle a su tío que acababa de apuñalar a Úrsula Bahillo al menos 18 veces. “Me mandé una macana con Micaela, nos vamos a Gualeguaychú”, dijo Brian Alberto Garay después de aplastarle el cráneo a su novia. “Negra, venite urgente porque me mandé una macana”, fue el texto que le envió a su hermana Sandro Vidaurre antes de entregarse por el asesinato de su ex pareja. No son excepciones ni patologías psiquiátricas, son repeticiones como eslogan de un patriarcado del horror. 

La psicoanalista especialista en género Débora Tajer en una conversación con Infobae pone el foco en esta manía de acudir a un argentinismo para bajarle el precio a lo macabro: Lo que les preocupa es el efecto de lo que hicieron. ‘Me mandé una macana porque ahora me van a meter en cana’ o ‘porque ahora voy a quedar escrachado’. Pasan el límite de lo que venían haciendo y el problema es lo punitivo. Si no hubiera punición no habría macana. Por eso es tan importante que los femicidios tengan castigo. Lo que no quiere decir que solamente se trate de cárcel, porque no vamos a prevenir este delito encerrando al asesino de Úrsula. 

Lo que está por detrás es la producción de subjetividades de la impunidad. Hay que cambiar la cultura de la impunidad masculina en nuestra sociedad. En realidad, las impunidades de las subjetividades de privilegio en general, donde se ubican las masculinidades, aunque no solamente, porque los privilegios son asimismo de clases por ejemplo.

¿Se pueden construir otras maneras de habitar la masculinidad que no estén ligadas a la violencia? 

Hay un discurso políticamente correcto adoptado por los varones en público, pero luego en ámbitos privados se producen acciones de silencio, complicidad o de cierta reproducción del machismo. La lucha también debe ser llevada a esos lugares de socialización entre varones donde se ofrecen las mayores resistencias, poder cuestionar en los grupos de pares a fin de desarmar los mandatos y privilegios. Disputar ahí el sentido construido y las lógicas de poder del patriarcado para que no llegar al punto más atroz de la violencia de género: el femicidio.

  • Un estado responsable y un cambio en las reformas judiciales. 

Cifras de violencia patriarcal al 26/2 (fuente: padrón de femicidios Observatorio Lucía Perez)

  • 59 femicidios y travesticidios en lo que va del 2021
  • Más de un femicidio por día
  • 3 crímenes en investigación sospechados de femicidios
  • 29 intentos de femicidios
  • 25 infancias huérfanas
  • 23 marchas exigiendo justicia

A pesar de la contundencia de las estadísticas, hay una obstinación en pensar a las mujeres como culpables y no como víctimas, y a la violencia contra las mujeres como un problema personal y no como un problema público. Para hacer inteligible el ejercicio de la violencia hacia las mujeres, debemos comprender que las razones no se agotan en un individuo, ni en historias personales, sino que proviene de una construcción intersubjetiva en la que intervienen los más variados actores sociales e institucionales. 

El Ni una Menos de 2015, lejos de ser una manifestación espontánea, aparece sobredeterminado al tejido institucional de nuestra sociedad. Una toma de conciencia repentina de la sociedad por el elevado número de feminicidios. Asimismo, es una tarea que debe comprometer a todos los agentes, públicos o privados, involucrados en el problema: funcionarios de gobierno, médicos, abogados, jueces, policías, periodistas, trabajadores sociales, psicólogos. 

Según el Informe 2019 del Registro Nacional de Femicidios de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, durante ese año se produjeron 268 femicidios. De este total, tan sólo 42 casos contaban con denuncias por hechos de violencia previos. Asimismo, al menos 17 víctimas directas de femicidio tuvieron medidas judiciales de protección, 13 se encontraban vigentes y 4 vencidas al momento del femicidio. Estos números expresan, por un lado, que las personas en situación de violencia no denuncian porque no confían que el Poder Judicial pueda ofrecerles una respuesta y por otro lado, aquellas 42 que sí creyeron en la posibilidad de una respuesta institucional, no la obtuvieron. Respecto al caso de Úrsula ella si confió en que la institución judicial podría protegerla y ésta fue completamente incompetente.

¿Por qué estamos en Emergencia?

Estamos en emergencia no solo por las estadísticas expuestas más arriba, sino porque empezamos hablar, a perder el miedo y formar lazos para ayudar a quien no puede salir de vínculos violentos. Rompimos con esa cultura de la cancelación que boicoteaba a colectivizar los problemas. Nos formamos con perspectiva de género abriendo la posibilidad de crítica social y cambio político frente a la indiferencia. Pero claro que esto no alcanza. 

La sanción e implementación de las capacitaciones de la Ley Micaela en los tres poderes del Estado, especialmente en el judicial, es un paso enorme en este sentido. Esta ley, denominada así por otra mujer asesinada y por otro fallido accionar judicial, fue una conquista del movimiento de mujeres y disidencias. Pero ésta Ley no puede ser una simple charla, si los jueces no son evaluados y observados por un jurado formado con perspectiva de género ésta capacitación no tiene validez. Tiene que unificarse el proceso en la toma de la denuncia, un seguimiento del victimario y no de la víctima a nivel nacional.

Terminar con las muertes de mujeres y disidencias por razones de género es un acto urgente de los gobiernos de turno y éste 8 de Marzo recorrerá como consigna en conjunto con la declaración de la emergencia en violencia contra las mujeres en todas las plazas del país. Lo haremos así porque al patriarcado lo vamos a vencer resistiendo día a día, hermanadas y en las calles.

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