sobre “hotel pelícano” de agustín caldaroni / maría gabriela polinori

con No hay comentarios

Sobre Hotel Pelícano, Agustín Caldaroni (Ediciones El fatalista, 2023)

Cuando hago una reseña trato de no leer la contratapa del libro. Quiero descubrir mis propias pistas. Después, una vez que tengo el texto listo, es una satisfacción encontrar puntos en común al comparar. Con este libro hice trampa.

Primero volví a la bio del autor. Había mirado la solapa antes de empezar a leer, había decidido “joven”, pero algo del lenguaje me remontaba a otros libros, más clásicos, y tuve que rever al año de nacimiento de Agustín Caldaroni —1985— y tratar de reacomodarme. Algo distinto a lo que la nueva narrativa nos tiene acostumbrados, vocabulario más cotidiano, ausencia de descripciones, relego de adjetivos (sin que haya crítica en esto).                      .

En este caso, estaba ante una prosa distinta.  

Terminé el primer relato, Obertura paceña. La Paz, Bolivia, un encuentro entre dos personajes que por distintas razones vienen de una comunidad terapéutica en la selva de Sorata. Una referencia en el pasado de uno de ellos a una aldea gallega también. Volví a la bio. Agustín es de Buenos Aires. Habrá viajado, seguramente estuvo en Bolivia, y en España, pensé.

Entonces, pasé al segundo relato, Café Pombo (otra vez España). Pero con un cambio de época (el comienzo de la “Gran Guerra”) y unos personajes increíbles (en el mejor sentido y menos literal de la palabra), tertulias de pintores de la vanguardia, Picasso incluido. Ahora sí, me resigné a espiar la contratapa (de Catón), y entonces encontré la palabra caleidoscopio.

Y no hay mejor palabra de darle un marco a estos cuentos distintos unos de otros, siempre interesantes, con algo de esa magia colorida de esos aparatos olvidados para describir el artilugio que emplea este autor en cada cuento.

Porque hay más. Géneros variados.

Hotel Pelícano, el que da título al libro, arranca como un relato de personajes actuales del conurbano y se convierte rápidamente en otro género, ¿fantástico?

La última noche de Goldie. Nos vamos a Nueva Orleans y viajamos otra vez en el tiempo al final del siglo XIX, y nos metemos en un prostíbulo: “Nell Kimbal era la madame del burdel más prestigioso del Storyville, el barrio rojo de Nueva Orleans. Pocos sabían su nombre, para todo el Storyville se llamaba Goldie”.

Un verano con los Morgan. Laferrere, un adolescente y su encuentro con el amor y el sexo, con otra forma de vivir la vida de una familia muy distinta; y por qué no, con el aprendizaje de que cualquier deslumbramiento, como el verano, alguna vez se termina.

Los pastorcitos y La comilona. Un narrador en primera persona de distintas edades, un joven adulto y un niño pequeño, que me gusta pensar —el lector construye su propia historia en la historia relatada y el escritor sabrá comprender— como si fueran el mismo personaje en distintos momentos de su vida. Síntomas. Pánico. Miedo. Abandono. Vínculos familiares.

Y por último Papirri en Tokio. Otro contexto, Japón esta vez, el de la música electrónica y la realidad virtual. Y de nuevo el verosímil de la descripción, de los lugares nombrados. Chequear si existen o no? Para qué, si leemos convencidos de que sí e incluso creemos estar ahí.

Vuelvo a la primera impresión, la de estar frente a un autor que recupera las formas más clásicas de la narrativa. En estos cuentos, no llegamos al cine con la película empezada (parafraseando una idea que no es propia para describir una característica de la nueva narrativa). El autor no deja nada al azar y el trabajo de nuestra imaginación es solamente entregarnos y que se desplieguen ante nosotros las historias –hipnóticas (recurro otra vez a la contratapa)— que Agustín Caldaroni nos cuenta.

Y por último, una referencia a la edición, los detalles que nos gustan de los libros, el color de la hoja, la tipografía y tapa con una fotografía que recrea la atmósfera del cuento Hotel Pelícano.

¡Compartí este contenido!

Dejar un comentario