
Las palabras y las cosas
Un día Borges hizo reir a Foucault. “El idioma analítico de John Wilkins”[i] provocó ese efecto de sorpresa en Michel y así nació “Las palabras y las cosas”. ¿Acaso podemos ser indiferentes a algunas palabras?
John Wilkins planteaba una respuesta acerca del sentido de las palabras y su relación con las cosas. Borges se preguntaba sobre la relación de las palabras con la realidad y descubrió de la mano de Wilkins la arbitrariedad del ordenamiento lingüístico.
Ese tal John Wilkins había ideado un idioma universal, donde cada palabra se definía a si misma con la construcción de un monosílabo. De la mano de este idioma analítico Jorge Luis Borges nos trajo esa curiosa enciclopedia china que hizo reír a Foucault, donde se dispone: “los animales se dividen en a] pertenecientes al Emperador, b] embalsamados, c] amaestrados, d] lechones, e] sirenas, f] fabulosos, g] perros sueltos, h] incluidos en esta clasificación, i] que se agitan como locos, j] innumerables, k] dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l] etcétera, m]que acaban de romper el jarrón, n] que de lejos parecen moscas”. En el asombro de esta taxonomía, lo que se ve de golpe, lo que, por medio del apólogo, se nos muestra como encanto exótico de otro pensamiento, es el límite del nuestro: la imposibilidad de pensar esto. Así, pues, ¿Qué es imposible pensar y de qué imposibilidad se trata?”[ii]
¿Cómo se relaciona el lenguaje con la realidad? La relación con la realidad está hecha de palabras, que en una cultura no sólo hablan de lo real sino que señalan a quien las enuncia. El mundo que nos rodea está hecho de palabras que se refieren a cosas y al saber sobre esas cosas.
Desde el fondo de la historia, y de las cloacas de la realidad, asoma la palabra Gestapo. Recordé un texto breve, editado en nuestro país, de Jean-Luc Nancy, donde trabaja sobre el término Shoa, en su doble condición de representación prohibida y de soplo[iii]. Este filósofo francés, Nancy, recuerda que el exterminio de los judíos de Europa se refería al aniquilamiento de quienes eran identificados con determinadas características, como una esencia, que también alcanzaba a gitanos, discapacitadxs, entre determinados tipos. Impulsaban la eliminación para la pureza de una raza considerada superior. Los campos de exterminio, las cámaras de gas, son irrepresentables salvo por lo que quedaba: las pilas de restos humanos y sus objetos personales, siempre que no tuvieran algún valor económico. La palabra Shoa no es sinónimo de holocausto, no remite a otro significante, sino que inexorablemente remite a una acción horrorosa, es por decirlo un significante puro, y pone en crisis la representación misma, es un límite cuyas consecuencias recaen sobre nuestra humanidad. Con la Shoa no hay metáfora, “es una sombra que oscurece todo”.
Por otra parte fue Hanna Arendt quien nos señala la banalidad del mal, y la coexistencia en la vida cotidiana con el odio como absoluto que de tanto repetirse es como «la carta robada», está a la vista pero es invisible. Hay palabras que de tanto nombrarlas se vuelven una esencia absoluta, donde el racismo biológico asoma.
Vuelve la palabra Gestapo, acrónimo de Geheime Staatspolizei, Policía Secreta del Estado[iv] al servicio de Hitler, es decir, persecución, robo, maltrato, abuso, tortura, exterminio, silencio y la lista del odio, la negación de la humanidad misma.
Jean-Luc Nancy plantea, pregunta a nuestra América qué de ese odio cruzó el océano, qué queda de eso, si eso se transformó. “¿Qué diferencia, en función de la cual parece que la historia de Europa, en cuanto hizo posible la Shoa, no continúa en la migración hacia el Nuevo Mundo, sino que se interrumpe o gira de manera irreversible cuando atraviesa el Atlántico?”[v]
De nuestra historia reciente asoma el mayor genocidio del siglo XX en Argentina. Sabemos que las palabras expresadas también hablan de quien las dice, el campo del psicoanálisis encuentra allí su materia. Entonces recordar que los responsables ideológicos, civiles y eclesiales de la última dictadura genocida (1976-1983) no fueron juzgados, pululan por ahí como el pus, ese líquido hediondo que despide la podredumbre. Fue con persecución, tortura y exterminio para quienes se opusieran a la imposición de un modelo de expropiación, sumisión al capital, que se llevó a sindicalistas, obreras y obreros, estudiantes, militantes, amas de casa y una lista que engrosan 30 mil almas que aún se encuentran en suspenso, que aún esperan encontrar en la memoria, la verdad y la justicia un destino para descansar en paz. No podemos ser indiferentes frente a algunas palabras que emergen de las oscuras catacumbas del odio.
[i] El idioma analítico de John Wilkins, Jorge Luis Borges
[ii] Las palabras y las cosas, Introducción, Michel Foucault
[iii] La Representación Prohibida, Jean-Luc Nancy, Amorrortu Editores
[iv]Centro Mundial de Conmemoración de la Shoa: https://www.yadvashem.org/es/holocaust/encyclopedia/gestapo%C2%A0policia-secreta-del-estado.html
[v] La Representación Prohibida, pag. 14, Amorrortu Editores
Vivian Palmbaum es psicoanalista, integrante de Propuesta Tatu, del Movimiento por la Salud de los Pueblos y de la Campaña Plurinacional en Defensa del Agua.
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