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Agustín tosco VS José Rucci: el fantasma de Simón Rodríguez:

revitalizar la vocación sindical de los maestros

Comienzo el texto con un recuerdo importante en mi vida: cuando me afilié al Sindicato de Educación de la Provincia de Buenos Aires (SUTEBA) me arrasó una gran alegría, un fuerte sentimiento de vitalidad y un sinnúmero de interrogantes que me empujaron directamente a encontrar las formas de comprender la infinitud del mundo sindical, tanto en su devastación como en su potencia. De hecho mi primer asamblea como afiliada posterior a la victoria de Milei en las elecciones presidenciales representó —junto con lo que denominamos “Argentina Humana” una creación del compañero Juan Grabois—, una fuente para retomar un deseo afirmativo y expansivo que deriva en la pregunta por la vocación sindical que actualmente se encuentra atomizada y desgastada, y por artificio de una necesidad de volver a lo elemental pensé en Agustín “El gringo” Tosco y en cientos de compañerxs que encarnan día a día esta belleza que significa la organización de una parte fundamental de la vida.

Tosco se levanta muy temprano y ejercita su vida rutinaria. Va a trabajar, como buen hombre provinciano duerme dos horas de siesta y luego se dirige hacia el sindicato, lugar en el que prácticamente vivió: “Vivo prácticamente todo el día en el sindicato, trabajo todo lo que puedo”. Cuando le preguntan por sus objetivos vitales, es decir aquellas fuentes que le dan vitalidad, recurre a los sentimientos: “Hago lo que hago porque quiero justicia, no experimenté la injusticia que sufre tanta gente, pero sin embargo sé que no la lucha solo quien lo padece sino también quien la comprende”. Es extraño pensar en la actualidad que un sindicalista revise sus sentimientos y más aún a qué puede convocar un sindicato más allá de la lucha salarial.

El sentimiento de la injusticia, es algo fundamental para revitalizar la vocación sindical de nuestros grandes maestros, por eso retornamos también a Simón Rodríguez, el educador de Simón Bolívar. ¿Por qué retorno al Maestro Simón Rodriguez? Porque existe actualmente en la organización de los trabajadores de este oficio una pérdida de vocación por el arte de los saberes del pueblo más humilde que debemos volver a retomar como base para la organización sindical de los maestros.

Maestros: volvamos a recomponer nuestro movimiento sindical, recuperemos el amor por nuestro oficio y luchemos por llevar a lo más alto los saberes más pisoteados de nuestro pueblo en cada rincón humilde de la patria.

Como sostiene el filósofo León Rozitchner, nuestro presente histórico requiere de “una filosofía sensual, capaz de pensar a partir de los filamentos vivos del cuerpo afectivo y de dotar al lenguaje de una materialidad sensible para una nueva prosa del mundo”. Lo primero que necesitamos como militantes sindicales y políticos es volver al sentimiento que nos proponen Tosco y Rodríguez en distintos modos: “… suscitar un saber que debiera partir de ese sentir al otro como una posibilidad de constitución de una fuerza colectiva y ya no como una vida separada sujeta al cálculo colonial y de clase”. El otro, el trabajador, el educador, no puede descomponerse a un cálculo salarial ni el de la voracidad mercantil del libertario Milei.

Por eso es necesario volver a la urdimbre de los sentimientos que llevan a los trabajadores a organizarse y al entramado de saberes que eso conlleva. Al respecto el maestro Rodríguez nos dice que “el liberalismo existe bajo el modo de privilegio y complicidad, son los que al hacer en nombre del pueblo callan lo único que este debería saber: el saber cómo hacer para vencer la esclavitud y la dependencia”. Tosco comenta que llegó a sus convicciones mediante la lectura, pero que los saberes fundamentales están en el pueblo, en la templanza de los humildes. Esta alianza Tosco-Rodríguez no solo humaniza sino vitaliza los saberes del pueblo trabajador organizado en los sindicatos. Y ese saber debe tener como base sentir el sufrimiento del pueblo como propio. Por eso Agustín propone una discusión abierta, y nos consta que es el que tira la primera piedra, con José Ignacio Rucci.

Adentrándonos en los años 70, Tosco, pica la discusión sindical con Rucci: Tosco se toma la tarea de escribir algunos comunicados dirigidos al pueblo, escribe siempre en plural, se despersonaliza y corre del divismo que implica en esa época tener un contrincante, reniega de la centralidad de ocupar el puestito y dice que es muy difícil ser coherente entre lo que se dice y se hace, pero se encuentra dentro de los que hacen un trabajo permanente sobre sí mismos. Lo fundamental está en el pueblo, vocifera, el resto es transitorio.

Rucci, por el contrario, lo enfrenta afirmando ser un dirigente “quizás sin capacidad, pero con honestidad contra la galanura del idioma y la dialéctica teórica de Tosco, habiendo leído únicamente el Martin Fierro”. Tosco sospecha de esta “reiterada humildad” diciendo que no descansa para aprender aquellas cosas que permiten defendernos de los explotadores y humilladores compulsivos a lo que remata que “quien renuncia a ello no puede de ningún modo alegar humildad, sino desidia y negligencia”. Para promover una acción más que declarativa, hay que formarse y esto para Agustín no significa ser un lector de libros, un intelectual progre que analiza sin fin y se coloca a la vanguardia, sino que pretende impulsar un vínculo sindical que tenga que ver con los saberes históricos de un pueblo que sufre y además experimentar ese sentimiento desde lo más profundo.

Con esta previa y otras acusaciones y acciones lacerantes, acrecentadas por el contexto dictatorial de la época, Tosco acepta el debate televisivo con Rucci, volviendo a sumergirse en la impersonalidad de su política hacia el pueblo: acepto el debate, no entre dos personas, sino entre dos posiciones completamente antagónicas hacia el interior del movimiento obrero.

Recuperar este debate en la actualidad implica volver a las fuentes sindicales en proceso de descomposición no solamente por la famosa “representación de las bases” sino porque el pueblo necesita recomponer sus fuentes de vitalidad entre los cuerpos movilizados, proceso que pudimos iniciar con el paro general del 24 de febrero del 2024 enfrentando la podredumbre del capital financiero.

RUCCI Y TOSCO: FRENTE A FRENTE

Tosco plantea una sensibilidad inicial y se pregunta el lugar desde donde se mira algo: la base es la cúspide, lo elemental, debemos ir hacia el contenido que traen los trabajadores en su historia más que en las formalidades, harto necesarias, pero el enfoque está en la mirada, se reúnen las miradas de los de abajo, de los que están en el subsuelo de la patria, para luego mirar hacia arriba. Las dos miradas nunca se excluyen, sino que se enlazan de una manera compleja, no sin problemas. De esos planos puede surgir (y según desde donde se lo mire, claro), nada más y nada menos lo que Simón Rodríguez plantea como el peor problema que puede tener un pueblo: cuando unos pocos saben y sienten que la situación vivida de despojo sistemático puede ser enfrentada y del estado de indiferencia que es no sentir la propia situación, vivirla desde afuera, estar del lado de los que, diría el añejo libertario “no la ven”.

Rucci plantea la organicidad en términos de Verticalidad y representación que va desde las bases hacia la cúspide, encarnada por una parte de la CGT. Desde esa linealidad con la fuerza de encaje de los dirigentes sindicales transcurre la organización de lxs trabajadorxs. José Ignacio se muestra lejos de todo tipo de emociones, de hecho, este es el vínculo con el peronismo: acusa a Tosco de no ser peronista. Acá se produce un enfrentamiento del orden de la comprensión orgánica entendida en términos de una perspectiva vertical, tal como lo señaló este dirigente, “es muy difícil poder aceptar para quien no es peronista la estrategia que tiene el peronismo dentro de los problemas políticos que tiene el país. Porque el peronismo no es un partido político, es un movimiento que, como dijo el compañero Tosco, tiene un líder, tiene una mentalidad revolucionaria y si se encaja como partido político es para enfrentar la batalla dentro de un proceso y asumir el poder. Lo que implica que cuando se entre en ese juego se hace lo que conviene por la sencilla razón de que una actitud emotiva puede ser un elemento perturbador de la estrategia y no se logre el objetivo”.

Tosco niega repetidas veces ser antiperonista, de hecho, su filosofía está arraigada tanto al peronismo como al Marxismo. A lo que se niega es a dejar de escuchar y sentir ese músculo profundo que hay en las bases populares, que muchas veces se nombran numerosos representantes en su nombre, pero no hay una atención y una lectura sobre cómo se constituye ese músculo y qué lugar ocupa en la política sindical.

El buen fantasma de Simón Rodriguez permite una pista para abordar este callejón que parece sin salida: el pueblo trabajador no es un órgano abstracto que puede ser representado verticalmente sin más, de hecho, eso profundizaría el profundo estado de descomposición en que nos hallamos actualmente. Por eso es importante el desarrollo de Rozitchner sobre Simón Rodriguez en torno a dos conceptos elementales: 1) “Los que en verdad se asocian para hacer un cuerpo parten de la totalidad del propio en el ajeno”. Este punto de partida que es asociarse para fabricar un cuerpo social, político, gremial, sindical, sexual, educativo verdadero, está quebrado. Por eso es necesario partir de la reparación de esas fibras de asociación más íntimas que no pueden volver a asociarse sin prestar atención a este sentimiento inicial de la asociación verdadera: sentir el sufrimiento del otro como propio y hacer un cuerpo en común. El trabajador que sufre por su desgaste individualizado, debe poder construir un cuerpo sindical que transforme ese sufrimiento en una potencia organizativa entre los cuerpos para darles vitalidad.

2) “En el cuerpo social los hombres que son la materia deben tener las mismas ideas de su estado, esta será su densidad”. Con esta idea Rozitchner significa que las ideas expresan el estado de un hombre, y por lo tanto puede estar en buen estado, como en estado de descomposición. “Su densidad es el peso específico que adquiere el cuerpo cuando las ideas lo tensan, lo unifican y lo integran en un solo cuerpo que comparten la vida del suyo como la de ellos”. El estado de los privilegiados y los individualizados es totalmente impotente, su peso específico es de una liviandad inclasificable, como aquel sindicalismo de Rucci, que nombraba el estado de descomposición de una época en donde los sentimientos de mirar hacia abajo y sentirlo, eran peligrosos. Por lo tanto, “la densidad se ha de manifestar en este ahondamiento que le da su peso humano, su integridad sedimentada como cuerpo”. La densidad es la necesidad de volver a las profundidades del músculo de vitalidad del pueblo que está desarmado cuando vemos que unos pocos, pequeños empujan el carro más pesado para llevar el pan a la casa, mientas los más livianos viven en la ajenidad de hincarse los dientes para dejar caer esas migas.

La Densidad, como dice León, “es producirse a sí mismo con lo que más cuesta, lo que cuesta como riesgo para el ser que enfrenta con otros los obstáculos de la muerte y la sustracción de la vida que algunos han puesto afuera, para que otros sufran. La densidad, este espesor de vida coherente, fuerte, trabajada en uno mismo, el fervor de resolver los sentimientos contradictorios jugándolos y poniéndolos a prueba en las ganas que suscita en los otros y construir desde la propia fuerza y el propio coraje otra fuerza y otro modo de ser”. Necesitamos un sindicalismo denso, que retome la fuente de vitalidad del pueblo.

Es así que sentí mis primeros pasos en aquella asamblea sindical de docentes, con una necesidad absoluta de volver a las bases en su sentido más verdadero. Los maestros necesitamos volver a habitar las escuelas y todos los espacios profusos de educación y cultura, para recuperar las fibras más íntimas de los sentimientos de nuestro pueblo sin aritméticas abstractas, con las formulas sencillas de la escucha y la formación que supimos construir desde Bolívar y todos los anónimos que caminan en cada rincón de esta patria.

Agustina iglesias. Docente de filosofía y militante popular en Lomas de Zamora

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