ah pero, ¿qué? / martín kohan

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Ha surgido, según parece, y ha prosperado, una nueva forma de anular lo que el otro dice. No de discutirlo, rebatirlo, refutarlo o desmontarlo; sino de simplemente anularlo, de tacharlo así sin más. Es un método muy rudimentario, pero muy efectivo (o muy rudimentario, y por eso mismo muy efectivo). Consiste en anteponer un “ah pero” (eso nomás, así de básico: primero “ah” y después “pero”) a lo que sea que el otro haya dicho, y en verdad a un nombre que pueda haber pronunciado (cuando se lee solamente en clave personal, bajo el esquemita binario de bancar / bardear, lo que se tiende a subrayar son los nombres, no las ideas).

            La eliminación de la palabra del otro es una fantasía muy propia de los flojos de argumentos; no saben o no pueden entrar en lucha con esa palabra ajena (un diálogo no supone solamente un acuerdo, también puede cobrar forma de lucha) y por eso no atinan más  que a tratar de suprimirla. Incluso en las redes sociales, ese espacio tan poroso y tan abierto en el que todos podemos publicar y responder, hay algunos que se ofuscan si se les contesta (hay un tipo de violento que disfrutade la violencia si aquel a quien se la aplica permanece callado e inerte).

            La anulación de la palabra del otro, por impericia de polemista, se implementaba en otro tiempo mediante un recurso distinto: la franca trompada en la boca. El “ah, pero”, en este sentido, puede considerarse una forma de progreso. En favor de la trompada cabe decir, sin embargo, que quien la propinaba no pretendía pasar ni por un fino ironista ni por un interlocutor muy sagaz.


Escritor.

Anda dando vuelta tanto gil que se publicita escritor. Y Martín Kohan, tres libros de ensayo, tres de cuentos, diez novelas dice que en un sentido estricto nunca descubrió haberlo sido. Que su relación siempre fue con el escribir y no con el ser escritor, que para él eso nunca representó una ambición o un deseo.

Egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires. Enseña teoría literaria en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de la Patagonia. Cree que por haber elegido la literatura resignó un aprendizaje, integración, sociabilidad, disfrutes compartidos. Al estar tanto tiempo solo, leyendo o escribiendo, dejó que discretos pasaran por un costado.

Entre sus tantos libros se encuentran El informe, Los cautivos, Dos veces junio, Ciencias morales, Bahía Blanca y el último, de cuentos, Cuerpo a tierra.

En la infancia tuvo una perra: Yenny. En la adultez, un gato: Dumas. Kohan prefiere la ropa de Adidas, es fanático de Boca como su hijo Agustín y al acostarse, antes de quedarse dormido, implora que no lo atraviese el insomnio.

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