EL TREN QUE PASA

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Sentado en un banco cualquiera del andén, hojea una revista elegida al azar mientras espera su tren. Vuelve a casa de un viaje de estudios, y en la maleta carga un par de mudas, varios libros y un puñado de proyectos a escoger. Sus ojos divagan entre un artículo sobre los últimos avances científicos y fugaces miradas a la muchedumbre que circula, a toda prisa los unos, paseando sin rumbo los otros para ganar o perder el tiempo. Mira repetidamente el reloj, sin ánimo de concretar el minuto en que vive, sino como el tic de aquel que espera la incertidumbre. Tras un enlatado aviso por megafonía, la multitud excitada se acumula junto a la vía anunciada, como abejas que anhelaban la flor de las cinco menos diez. El estruendo del tren cuando se acerca ahoga el bullicio. Los pasajeros que descienden se abren paso entre el gentío que, nervioso, trata de encontrar la posición idónea para el asalto al vagón. Admira la técnica de una mujer entrada en años para impedir un imprudente avance por su derecha, con un osado moviendo de codos, mientras coloca su maleta con habilidad. Se fija en algunos rostros, al azar, tanto de quien sube como de quien baja.

Vuelve una página de la revista. La NASA envía una nueva sonda a Marte con la esperanza de encontrar agua y pruebas de la existencia de vida extraterrestre. Una joven espera el tren de las seis. Entre sus manos, un libro de filosofía, para estudiar durante el viaje quizás. No debe vivir muy lejos; lleva poco equipaje, tan solo una pequeña bolsa colgada del hombro. No es demasiado alta, ni concretamente bella, pero la envuelve un extraño atractivo que no sabe definir. 

Ignora que es la mujer de su vida. 

No lo descubre ahora, y nunca lo hará, porque el tren de las seis, injustificadamente, llega puntual a su cita, y la perderá de vista para siempre. Quizá alguna noche soñará con su imagen difusa, sin ser consciente de ello, porque la habrá olvidado antes de saber siquiera su nombre. Se casará, nacerán tres hijos que serán su orgullo, le embriagará la vana sensación de haber sido afortunado y, sin saber por qué, los andenes de la estación lo llenarán de una profunda melancolía.


Incluído en el libro Postres de músic (Editorial Empúries, 2005

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Una respuesta

  1. Joan Panisello
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    Jesús M. Tibau, con un lenguaje sencillo y a la vez con toques, unos irónicos, otros profundos, capta fácilmente la atención y el interés del lector.

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