Notas sobre #PsicoanálisisEnVillaCrespo y otros ensayos de Julián Ferreyra
Siempre fui una persona desorientada. Cuando empecé a manejar, frenaba en las esquinas a llorar agarrando el volante bien fuerte porque no sabía dónde estaba. Puedo desviarme unas cuadras de mi casa y no saber dónde me encuentro. Nunca pude cambiar eso. Cuando era niña le preguntaba a mi mamá cómo hacía para ubicarse, me resultaba imposible que existieran tantas calles, con tantos nombres y carteles. Un día lo conocí a Julián: fanático de Villa Crespo, amante de su barrio. Argentino hasta los huevos, diría El Diego. Para mí eso fue y sigue siendo una novedad.
Él considera que hay un estilo en los modos de ejercer el psicoanálisis que se desprende de la localización geográfica. ¿No es acaso un psicoanálisis un viaje interior e infinito? En ese entonces, mi preocupación era cómo hacer del psicoanálisis un trabajo que me permitiera producir y no dejar nunca, ni siquiera un segundo, la creación artística, porque cuando renuncio a ella me aburro. El problema era que no me interesaba unir el teatro y el psicoanálisis; eso ya se inventó y no me atrae. Tampoco escribir tecnicismos sobre mi práctica. La escritura es un arte que te permite viajar aun estando sentada en el escritorio de tu habitación. Eso era Freud, un loco escritor. Pero los psicoanalistas suelen convertirlo en un teórico y a su literatura en enciclopedia soporífera.
Entonces fundamos Hacer-Clínica, nos pusimos a enseñar y sobre todo a aprender. La profesión puede ser un juego fabuloso. Siempre lo digo: Julián es un maestro, un jedi del psicoanálisis. Tiene esa mezcla de rigurosidad y La Fuerza. Un misticismo villacrespiano. Su libro es un tesoro. Su escritura es divertida, porque él mismo lo dice: Un libro es ante todo un objeto para divertir. El libro es arrojo, picardía, atrevimiento y no es apto para giles: todos condimentos necesarios para ejercer el psicoanálisis y no caer en una práctica acartonada, vacía y despolitizada.
Julián hace un recorrido por los diferentes standars del psicoanálisis para introducir el humor, no por ser chistoso, sino porque no existe la cura sin humor. Como el amor, el humor se hace, se va creando a través de la transferencia. Es lo que introduce el doble sentido, la rayuela mental que lleva a perderse, a perder los cálculos. Vuelvo al punto crucial de su libro: romper con el aburrimiento, atreverse a estar vivos y vivas, adentrarse en los conflictos de la vida, atravesar las inhibiciones, pasar al acto aunque dé vergüenza, porque si hay algo que nos enseñan desde niñes es a avergonzarnos de quienes somos.
El oficio de psicoanalizar es imposible, un arte que tiene como objeto al propio deseo, dice el autor. Lo único que causa un psicoanálisis es el deseo, pero como dice el Poeta Robert Hass, el deseo está lleno de distancias infinitas. Por eso psicoanalizarse es un camino para perderse. Ni te conocés más, ni te buscás, ni mucho menos te encontrás. El deseo no se resuelve, va mutando. El problema del neurótico es que es aburrido, quiere brújulas, mapas, GPSs, porque tiene pánico de perderse y no saber cómo volver a la casita del Edipo. Por eso la infancia es importante en un psicoanálisis, porque es ahí, en esa época, en la que supimos jugar a perdernos. El efecto del psicoanálisis es el extravío, la desorientación. ¿Dónde estoy?, ¿Quién soy?, ¿Qué estoy haciendo con mi preciosa y salvaje vida?
Este es un libro sobre el arte de perderse y no temblar de miedo. La clave del libro es que mientras lo vamos leyendo se produce el accidente de la asociación libre, la única regla fundamental del psicoanálisis: ¿Cómo llegué hasta acá? Julián nos invita a perdernos en Villa Crespo, a sumergirnos en la incertidumbre de lo desconocido y misterioso. Perderse es existir, estar presente. ¡Ojo! no se trata de estar perdido, sino de perderse a través de la geografía, para luego encontrar el camino, por qué no, del artista.
Como dice Julián en mi capítulo favorito “Lo inconsciente, La máquina de ser feliz (de Charly García)”: Lo ido o perdido suele ser homologado con la tristeza. Más aún, la negatividad suele ser erróneamente matizada como abyecta, triste y, en el mismo movimiento, la tristeza es condenada como repudiable (…) Decir algunas cosas implica que algo de lo inconsciente se realiza, a través de su pérdida.
#PsicoanálisisEnVillaCrespo es una invitación a devolverle al neurótico su capacidad artística. Perderse leyendo. ¿Viajar no es acaso perderse? Perderse es un arte en sí mismo, pero siempre en función de un más allá: el deseo.
#PsicoanálisisEnVillaCrespo y otros ensayos
Julián Ferreyra
Editorial La Docta Ignorancia (2020)
268 pág.
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