la enam de bandfield o la derrota de los dueños del silencio / virginia baldo

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 […]una tribu de palabras mutiladas

busca asilo en mi garganta

para que no canten ellos,

los funestos, los dueños del silencio.

Alejandra Pizarnik, “Anillos de ceniza”

La Escuela Normal Nacional Superior Antonio Mentruyt[1], la ENAM de Banfield, es una institución señera en la educación pública bonaerense. Desde sus inicios formales, un 23 de abril de 1912, es parte de nuestra historia más sentida y no solo en cuanto a su devenir trágico.

Porque la ENAM es tal vez fundamentalmente, conocida por ser el lugar de la “división perdida”, ese grupo de 31 estudiantes, profesores y egresades de la institución que fue desaparecido durante la última dictadura cívico, militar y eclesiástica. “La división perdida”[2], alegoría que expresa la acción del poder desaparecedor del estado, pero también la ineludible resistencia que ha presentado esta comunidad a lo largo de los años.

Una comunidad que, honrando su trayectoria, cuida su memoria. Y la construye.

El acto

El último 16 de septiembre la ENAM ha homenajeado a cuatro estudiantes que debido a su secuestro dejaron de asistir a la escuela, dos de los cuales continúan desparecides. Se trata de Rubén Gerenschtein y Mónica Tresaco, de 17 y 16 años respectivamente, miembros del centro de estudiantes y que militaban en la Juventud Guevarista. Por su parte María Silvia Bucci y Alicia Parodi, se encontraban presentes.

En el acto, las autoridades de la institución y el Director General de Cultura y Educación, Alberto Sileoni modificaron los libros de la escuela.  Así, en lugar del falaz “abandono por inasistencia” de ahora en adelante se leerá en los libros y legajos de les estudiantes: “Por resolución 2255/2022 se rectifica la causal de egreso. La verdadera causa del egreso ha sido la desaparición forzada de personas perpetrada por el terrorismo de estado”

Sucede que, en tiempos de dictadura, la institucionalidad en todos sus niveles se plegó al orden genocida y por sobre todo, al silencio. Ese que ensordecía al tomar la asistencia de cada una de las víctimas. Clarisa Galuz, al momento de tomar la palabra, contó que no pudo seguir con sus estudios. Las y los compañeros recuerdan el miedo y la congoja al no poder decir lo que muches sabían, aunque confiesan no haber imaginado algo tan trágico, sobre todo al principio.  Y hubo un día en que alguien, habiendo anotado varias veces los ausentes de Alicia, María Silvia, Rubén y Mónica, trazó una línea roja en los registros, y materializó con ese gris acto administrativo el dispositivo desparecedor que se adueñó del silencio.

La historia

El secuestro y desaparición de Rubén y Mónica ocurrió entre mayo y agosto de 1977, cuando ya el centro de estudiantes, debido al terror reinante, había menguado su actividad.  Esa circunstancia y la temprana edad de les jóvenes, desnudan en forma descarnada la criminalidad de la represión, así como la importancia que para gobierno genocida tenía la militancia estudiantil. Se estima que el 5% de les desaparecides eran estudiantes. 

En el juicio de 2014, la sobreviviente María Silvia Bucci, de 16 años en el momento de su secuestro, declaró que ambos fueron vistos junto con Margarita Ercole, 19 años y egresada del Enam, en el CCD La Cacha[3]. María Silvia declaró también haber visto los legajos, entendiendo que les estudiantes habían sido denunciados por el entonces director Luis Héctor Bucci, con el cual no guarda parentesco. Muches sobrevivientes recuerdan, en días anteriores, la presencia de varios hombres de civil, sin duda policías, que se habían reunido con el director varias horas, luego de lo cual salieron de la escuela llevando cajas con carpetas.

Alicia Parodi, por su parte, recordó que cuando volvió del exilio en Venezuela dispuesta a terminar su secundario, las autoridades alegaron que no había registro de su paso por la institución, una mentira que patentiza la adhesión a las políticas represivas de parte de las autoridades, en la época del gobierno de Alfonsín.

La ENAM, junto al Colegio Nacional de Adrogué y la Escuela Normal Superior Prospero Alemandri de Avellaneda estuvieron bajo la órbita del “Circuito Camps”, formado por al menos, veintinueve centros clandestinos de detención (CCD) que dependían de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, bajo el mando del genocida Ramón Camps, general del ejército.

Pero la memoria no sucumbió. Durante años las y los sobrevivientes se unieron en la ardua pero ineludible tarea de la recordación de les compañeres. También los exalumnes. En los comienzos no lograron el permiso para que los actos conmemorativos se hicieran en el interior del edificio. Persistentes, los celebraron en la calle. Pero fue tanta la perseverancia y tan justo y compartido el reclamo que las paredes de la escuela florecieron los nombres de esa división arrebatada por el odio que enorgullece a toda la comunidad. Y la escuela centenaria los acogió de nuevo como en una segunda adolescencia de esperanza.

La reparación

De esta manera se llegó al acto reparador que nos convocó: restituir a les cuatro estudiantes el derecho de aparecer en los documentos oficiales con la verdad de lo que les ocurrió. Consecuentemente, luego de las palabras de la directora Miriam Boyer, del ministro Sileoni , de otres invitades, y de les sobrevivientes y familiares, se entregaron los legajos corregidos a María Silvia Bucci y a Alicia Parodi , y a familiares de Mónica Tresaco y Rubén Gerenschtein.

No pudo ser más oportuna la intervención de les estudiantes que cantaron “La memoria” de León Gieco y que gran parte de les asistentes coreó poetizando a viva voz la fuerza de la resistencia al olvido y al negacionismo.

A continuación, la concurrencia se dirigió a un aula intervenida artísticamente. En cada uno de los bancos treinta y un carteles; en ellos los rostros y los nombres de eses jóvenes que, desde sus retratos, expresaban el “presente “de la división perdida. La misma que es recuperada cada vez que se la recuerda. Luego se colocó en el frente de las aulas que les había cobijado, los nombres tutelares de Rubén Gerenschtein, Mónica Tresaco, María Silvia Bucci y Alicia Parodi. Guiaron esta última parte del acto les estudiantes que participan del programa “Jóvenes y Memoria” de la Cpm, Comisión Provincial por la Memoria.

El terrorismo de estado ha querido escarmentar, a través de la tragedia, a la comunidad de la ENAM por varias generaciones.  Pero a pesar de todo el horror, no lo ha logrado. La constante recordación de “la división perdida” ha desafiado a los funestos perpetradores de la muerte y el silencio.  El acto de corregir los libros y los legajos constituye un momento clave en la lucha por la memoria que vienen desarrollando víctimas y familiares, militantes de DDHH y organizaciones, que tienen en esta escuela de Banfield un sitio donde refugiarse y tomar fuerzas. Porque la lucha por la conquista de más derechos no puede menos que continuar, heroica, hasta la victoria, siempre.

Virginia Baldo, Sec. DDHH, Suteba Tigre. Virbaldo4@hotmail.com

http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/62949/Documento_Completo.pdf-PDFA.pdf?sequence=1&isAllowed=y


[1] Nacida en los albores del siglo XX como Sociedad Popular de Educación, e inicialmente dedicada a los estudios primarios, fue cedida al estado nacional en 1912, siendo la base de la Escuela Normal Superior Mixta que lleva el nombre de su fundador, por decreto del presidente Roque Sáenz Peña.  En 1948, el entonces presidente Perón inaugura el amplio edificio que hoy alberga varias instituciones educativas, entre ellas un Profesorado de Preescolar desde el año 1978. En el edificio también comenzó a funcionar la Universidad de Lomas de Zamora

[2] Guillermo Savloff, Evangelina Emilia Carreira, Beatriz Mariana Quiroga, Guillermo Tamburini, Eduardo Miguel Streger, Osvaldo Plaul, Máximo Wettengel, Juan María Castro, José Pablo Ventura, y Miguel Ángel Butron, Alicia Chihee, Alicia Dora Cerrota, Cristina Prosperi, Raúl Ceci, Hugo Oscar Rizzo, Norma Inés Cerrota, Susana Papic, Patricia Ronco, Sergio Cotter, Silvia Streger, Claudia Istueta, Julio Cesar Montoto, Mario Geffner, Beatriz Le Fur, Mabel Fernández Ochipinti, Víctor Galuz, Leonel Eduardo Saubiette, y Germán Gavio, Mónica Tresaco.

[3] La Cacha, fue un  CCD llamado así por el personaje Cachavacha, y en razón de que “hacia desaparecer “. Funcionó entre 1977 y 1978 en las afueras de la Plata, en cercanías de la Cárcel de Olmos , en instalaciones en desuso de Radio Provincia y constituye un caso emblemático de la represión ilegal –porque operaban miembros de distintas fuerzas- tanto por su estructura operativa como por la forma de hacer inteligencia.

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Una respuesta

  1. Mónica Carinchi
    | Responder

    Una descripción justa del horror y la reparación. Gracias por hacer memoria permanentemente.

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