Leyendo un libro de Peter Burke sobre la importancia de la imagen como documento histórico me encontré con una idea interesante del crítico inglés Sthepen Bann, un historiador del arte, que dijo que al situarnos frente a una imagen nos situamos frente a la historia.
La cuarentena me dio el empujoncito de aprender cosas nuevas que por alguna razón nunca me animé a hacer, esto es: la fotografía. A lo largo de mi vida, por nacer en una época en donde ya la tecnología abundaba y mal o bien contaba con ciertos medios y privilegios, me vi rodeada de imágenes. Todo era capturado por una cámara a rollo familiar que siempre me gustó y que luego devino en cámara digital con no sé cuántos megapíxeles que nos permitía borrar y sacar muchas fotos al instante y que finalmente se convirtió en un celular que capturaba a la par de nuestros pasos.
Pienso que el rol que tienen las imágenes es muy importante. Las imágenes nos permiten «imaginar» el pasado de un modo más vivo y nos permiten, también, congelar el presente, pausarlo y tenerlo ahí, en una o en un conjunto de imágenes que dicen algo, que transmiten algo: un hecho histórico que no se olvida.
Y pienso también en el rol importantísimo que tuvo y tiene a lo largo de la historia el fotoperiodismo y la importancia visual de lo que transmiten. Pienso, quizás, en el rol que tuvo el gran Carlos Bosch, un influyente en la historia del fotoperiodismo en nuestro país que, con sus fotos, dijo mucho más que aquellas tapas de aquellos diarios tan conocidos que prefirieron callar frente al hambre del pueblo, frente a los pasos de los más necesitados, frente a la felicidad y sobre todo la convicción de un pueblo que lucha, firme.
Hace unos días se cumplieron 18 años de la masacre de Avellaneda que terminó con las vidas de Dario Santillán y Maximiliano Kosteki, dos piqueteros que se movilizaron por el hambre y la desidia, por la ausencia de un Estado que aniquila y perpetúa el sufrimiento de los que menos tienen. A partir de ese día en todos lados apareció aquella imagen que todos conocemos y que hoy no sólo vemos en píxeles, sino también en murales, en carteles y en cada momento que se recuerda el asesinato de Darío y Maxi. Y pienso, ¡qué importante que es la imagen! Esa foto cínica del vigilante sonriente y victorioso junto al cadáver de un piquetero en la estación de Avellaneda que hoy lleva su nombre y el de su compañero. Esa cara no se olvida más, y qué bueno que el pueblo tiene memoria e incrimina todos los años a Felipe Solá, a Duhalde, a Anibal Fernandez y a tantos otros por esa masacre que recayó, otra vez, en la espalda de los trabajadores.
Burke y Candau hablan mucho de la idea de la memoria y el olvido, de las amnesias colectivas, de un olvido que se organiza desde arriba y al leerlos saqué una conclusión: la memoria puede resultar ser selectiva o conflictiva, pero nunca maleable si va de la mano con las imágenes, con los testimonios orales, y con cada uno de los medios de transmisión que tengamos para que el recuerdo perdure y todos los años, en esta fecha Junio nos siga ardiendo rojo.
¡Dario Santillan y Maximiliano Kosteki presentes!
2 Respuestas
Jorge
Excelente punto de vista.
Felicitaciones Julieta Simón.
onamarroquineria@gmail.com.ar
Te felicitooo Julieta,muy buena la nota