lobo solitario / paola sanchez ulldemolins

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En estos días hemos escuchado mencionar una y mil veces el concepto de “Lobo solitario”, se trata de un término acuñado a partir del accionar de los movimientos racistas y supremacistas blancos (Tom Meztger y Alex Curtis) que desde larga data se viene utilizando en el ámbito de la seguridad y ha encontrado una gran aceptación en medios de comunicación. Sin duda, es un término atractivo, que intenta combinar, cuando no homologar, aspectos del comportamiento humano con el del animal.

¿Qué tan lobo, y solitario, puede ser el ser humano?

Desde el psicoanálisis el concepto de sujeto, se origina en la sujeción del mismo al significante.  El universo simbólico-significante es fundamental para la humanización y determina la aparición del inconsciente. Un más allá de lo puramente biológico, un ser fundado en la cultura y el lenguaje. La cultura crea un mundo, funda las condiciones de subjetividad, incluso los objetos que habitan el mundo, la naturaleza, y todo aquello que nos circunda, está trastocado, atravesado por el lenguaje, la palabra y sus efectos.

Alguien puede cometer una acción de manera individual, de manera solitaria, sin embargo, nunca esa acción se encuentra desanudada de las resonancias y los discursos de época, de “los otros”. Pues los seres humanos aun teniendo intención de serlo o hacerlo, no tenemos chance de ser, ni parecer lobos. Los lobos actúan por instinto, sin dudar, con la certeza que conlleva la naturaleza que no se equivoca ni yerra floreciendo en invierno, o apareando a destiempo. Que come cuando tiene hambre, y mantiene relaciones sexuales para continuar con la especie. Los seres humanos no funcionamos así, no somos movidos por un instinto natural, sino que estamos inmersos en una cultura y en un lenguaje particular que nos coacciona desde antes y a partir de nacer. Ya alguien nos nomina, piensa y desea (en el mejor de los casos) sobre nuestros cuerpos y subjetividades, aún cuando no asomamos la cabeza al mundo una suerte de alienación necesaria y constitutiva de lo humano de la que, con tiempo, trabajo y a mi entender análisis, podremos ir más allá, ir hacia la exogamia, hacer los pasos propios singulares de cada quién.

La teoría norteamericana del lobo solitario encaja y muy bien con una justificación animal sobre lo humano apoyada en una lógica muy lejana a lo propio de nuestra especie. Pero tiene efectos, justamente porque no está compuesta de otra cosa que palabras: medio único e indispensable para producir sentido.

Detrás de una acción humana hay otros. Siempre. Estén presentes o no, y cuando ni siquiera sabíamos —como tampoco sabemos ahora— acerca de las declaraciones del sujeto que cometió el intento de magnicidio hacia CFK ya afirmábamos, los medios o ciertos medios de comunicación que se trataba de un lobo solitario. Como si las voces actuales formadoras de opinión y sus múltiples sentidos no jugaran un rol en este enorme contexto. Me atrevo a ir más allá, todos tenemos algo que ver, porque hablamos, nos expresamos, habitamos, replicamos y soportamos las disonancias actuales.

La época y los contextos socio históricos forman sujetos y, por ende, acciones. ¿Es acaso otro país más famoso que los EE.UU. en sufrir atentados colectivos en instituciones públicas o privadas a mansalva? O se trata de una mera casualidad territorial. Los dichos y los hechos están personal y colectivamente emparentados. Aquí y en cualquier lugar del planeta.

En la década de los 60 y 70 mataron en los Estados Unidos a Malcom X, a Martin Luther King, a los hermanos Kennedy, y a miles de ciudadanos negros. Y por ejemplo las fuerzas de seguridad, no solo quedan fuera de estas acciones sino que podemos poner en buscadores de internet imágenes de estos atropellos que lamentablemente no son parte del pasado. Pues todos ellos actuaron no sin la escalada de violencia incitada por grupos como Ku Klux Klan, los medios de comunicación dominantes, la formación de opinión pública generalizada. Pues el odio racial, el odio a valores democráticos e inclusivos no tiene nada de nuevo: el asesinato del primer ministro israelí en el año 1995, que llevaba mucho tiempo caricaturizado como Nazi, pues el discurso del odio es anterior al hecho de violencia.

No hay desenlace alguno entre los hechos-acciones y las palabras. Por lo que toda expresión es una construcción colectiva y pública. Acaso porque tal vez, la palabra misma sea el primer acto realizado.

Lic. Paola María Sánchez, Buenos Aires 2022

Psicoanalista.
Ex directora del Centro socio educativo Luis Agote. Ex Directora de Niñez adolescencia y Flia del Municipio de Pilar. Clínica y supervisión de cuestiones institucionales

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