* Historia de una Profanación
Liz acude a nuestro encuentro, bajo el hechizo del horror.
Desde entonces habita la existencia, en un cuerpo que no le pertenece.
Es extranjera, en su propia piel. Yo la observo abrir su boca, desgarrada. Asoman de ella palabras como dardos, pero no se inmuta.
Huelo la derrota.
En nombre de algún Dios, han sacrificado su alma. Se siente vencida, vencida y azotada.
Pero algo en ella, arriesga.
Quiere proteger a otras, niñas.
Vacía no vacila, aunque le cueste la vida que le queda.
Testimonia lo real del cuerpo, bordeando agujeros.
Yo escucho resquebrajado lenguaje.
Periplos de su ser.
*Me hubiese gustado conocerla antes
¿En qué circunstancia
sueñas con los muertos?
Wislawa, Szymborska.
—Ahora no es momento de llorar, ahora tengo que encontrar quién fue.
Sin fijar mirada, sus ojos no se detenían en una incesante búsqueda visual.
—Contame, ¿qué haces acá?
—Mi chiquita se mató y ahora me dicen que estaba lastimada.
—¿Quiénes dicen?
—Revisaron su cuerpo y está lastimada. ¿Eso es así?
Sin esperar respuesta, volvió a decir: “ Ahora no es momento de llorar, ahora tengo encontrar quién fue”
Me acerqué a ella, toqué levemente su mano.
—Me hubiese gustado conocerla antes, dije.
Sus ojos se detuvieron.
Alzó la mirada,
las lágrimas afloraron.
*El Estruendo
(y mientras la escuchaba,
me encontré haciendo cuentas
de todas las niñas-mujeres
que nombró,
sometidas a ese caprichoso
accionar mortífero…)
Muchas veces sucede, me sucede.
Quedo impregnada por la irrupción de su vivencia, como absorbiendo el tacto de sus palabras. Palabras como balas, palabras como bombas que implosionan.
Y silencios, no como pausas o por callar nomás, sino por el impacto de lo que eso dejó.
En ese lugar en el que la palabra no llega y no llegará jamás.
Le pregunté —me salió así— si sintió que esa vivencia la había cambiado en algo. Me respondió: “Arruinó mi infancia. Me la quitó. Yo dejé de jugar y hacer esas cosas de nenas”. Nuevamente nuestras miradas se cruzaron, como flechas. Debo admitir que costó que la saliva pase por mi garganta. Así continuamos, ambas.
Sabiendo que el derrumbe, ya aconteció.
Una analista devenida perito, una escucha singular en territorio judicial “a puertas abiertas”. Todo lo que ocurre en ese encuentro se informa a fiscales/ defensores/ asesores de menores/ jueces, quienes buscan arribar a una verdad fáctica, comprobable, constatable. ¿Hay algo que el psicoanálisis tenga para decir ? ¿Es legítima nuestra tarea cuando lo que se nos pide es que nos expidamos sobre consentimiento, fabulación, intencionalidad, veracidad/mendacidad, indicadores específicos e inespecíficos, etc, etc.?¿ Qué es lo que un analista puede hacer frente a una persona en tanto objeto a ser estudiado, evaluado, clasificado?. ¿Es posible pensar en un encuentro posible en estos territorios, frente a quien ha perdido —las más de las veces— los recursos para responder como sujeto frente aquello que le ha pasado?¿ Y si nos referimos a infancias y adolescencias violentadas sexualmente?
El psicoanálisis se resiste al discurso jurídico, tanto como este a él.
Tal vez de lo que se trate aquí, es de resistir a todo intento de dominación soportando esa tensión interdiscursiva. Y de un escribir detrítico, para no quedar fijados a los escenarios más mundanos y paganos, que tanto apremian en territorio judicial. Apelar a una escucha psicoanalítica, donde prima el saber.
Romina Turi, oriunda al sur del conurbano bonaerense. Me recibí en la Universidad de Bs. As, mi gran hogar académico para siempre. Ejerzo mi práctica psicoanalítica en consultorio y en extensión como perito psicóloga en la Justicia. Aficionada a las palabras, perteneciente al #CorajedeNarrar. @romitutum
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