No sé qué otra prueba quieren de que el calentamiento global no es verso. Si no abrimos los ojos después de lo que pasó en el 2019, olvidate, nunca va a ocurrir. Tanto bosque, tanta selva quemada. Tantas vidas perdidas. Vivo en Australia, por lo que hablo de lo que pasa en este lado del planeta, que no es tan diferente de lo que ocurre en otros pagos.
Hace años que me cansé de firmar peticiones y de ir a ‘protestas’ (les aviso que los australianos no saben protestar), entonces decidí involucrarme de otra forma y transformar tanta bronca e impotencia en algo tangible. Me convertí en rescatista. Después en rehabilitadora. Cuando los años y la salud ya me pasaban factura e ir a rescatar canguros activos me empezó a resultar menos viable, John y yo decidimos fundar nuestro refugio en el campo. Poner todo lo que teníamos en este proyecto, y cuidar este pedacito de tierra y todo lo que vive en él con todas nuestras fuerzas. Nunca nos imaginamos lo que pasaría. Tenemos voluntarios, rescatistas, transportistas, gente que nos trae comida para los animales, mucha gente que quiere ayudar. Todo a pulmón. Entendí que a pesar de mi enojo con la humanidad, hay mucha gente a la que sí le importa. No somos pocos. Ya hemos rehabilitado y devuelto a su habitat natural a cientos de marsupiales y pájaros. La pucha que vale la pena estar vivo.
Después llegaron los fuegos. El olor a eucalipto quemado. La imágenes de koalas quemándose. Soñar con canguros corriendo desesperados, despertarme llorando, ¿dónde estará mi Jimmy, se habrá salvado? Cerrar todas las ventanas, que no entre el humo. Mucha gente con problemas respiratorios. Y el gobierno que no permite que los rescatistas entren al bosque a buscar víctimas, porque ‘puede ser peligroso’. ¡No importa, firmamos lo que sea, nosotros elegimos correr ese riesgo! NO. Y nunca cambiaron de posición, ni el uno, ni el otro.
La gente se cree que tener un refugio es estar como Blancanieves con los pajaritos cantándote alrededor y con un koala como si fuese un osito de peluche. Hay un 10% de eso y un 90% de limpiar caca, desinfectar jaulas, lidiar con eutanasias y con vendas. El amor tiene muchas formas. Tal vez limpiar caca sea una de ellas.
Hay que convertir la angustia en acción. Agrandamos el refugio, más gente que ayuda, más animales rehabilitados. Cada uno que llega es tan importante como cualquier otro. Nada me causa mayor felicidad que cuando un animal salvaje es traído al refugio y en un ratito entiende que no somos como otros humano predadores, que lo vamos a ayudar, y establecemos una relación de confianza. Somos iguales ante los ojos de la naturaleza.
Pasa algo interesante. La gran mayoría de los animales rehabilitados, cuando los dejamos ir, se van… y a mitad de camino, paran, se dan vuelta y se quedan un momento mirándote, como diciendo algo, comunicándose. Nada es más grato que esa mirada de ese co-habitante de este planeta. La pucha que vale la pena estar vivo.
2 Respuestas
Teresa Moreno
Muy buen articulo.Es la realidad.
Celina Bortolotto
¡Cuán cierto, Mara, te felicito por tu compromiso y por tu prosa evocativa para contárnoslo! Te mando un abrazo enorme del país vecino, ¡nos tenemos que cuidar todos, esta especie y todas las demás!
Celina