No les crean. No es pan lo que piden.
Quieren muerte. Es lo que saben hacer, para lo que están preparados. Lo que han hecho siempre.
No les regalemos el cándido discurso del reclamo salarial para pobres policías. No caigamos en esa confusión o en el miedo que nubla la vista; eso que tanto reclamamos en los demás: la negación de lo evidente.
Los muchachos de La Bonaerense tienen sangre en las manos desde hace rato. Fueron patas de plomo de la Triple A en los 70, luego torturadores con Camps en la dictadura, después gobernadores del delito y el tráfico con Klodczyk y su “maldita policía” desde la democracia para acá. Y así.
Estuvieron en las peores y por cualquiera, en la bomba de la AMIA, en la masacre de Wilde, en los secuestros y asesinatos innumerables, Axel Blumberg, Maxi Kostecki, Candela Rodríguez, Lucas Verón, Natalia Melmann, Facundo Castro y cuantx pibx quieras recordar.
Prenden sirenas, presionan con armas, usurpan autos, eso que la sociedad pagó con su trabajo y les facilita para que hagan otra cosa. Violan la ley que deberían custodiar, cuando amenazan; y la vuelven a violar cuando no quieren sanciones. Están acostumbrados a ser impunes.
Y extorsionan. Amparados en el poder de sus crímenes históricos no disueltos. Saben que forman parte del gatillo que garantiza el orden dado como está. La violencia encubierta sobre la que se asienta esta legalidad, el fundamento borrado que organiza las cosas para que algunos puedan tener lo que tienen y puedan hacer lo que hacen.
Alquilan su pulsión de muerte y se ofrecen. Se montan sobre el sentido común de los zombis y les avisan a los dueños del circo que están listos para hacer sus servicios.
Es un tiempo peligroso, lo sabemos. Aprendimos que lo imaginario trastornado también crea pensamiento. Y lo sabemos, porque escuchamos cómo esos discursos delirantes se han hecho el normal cotidiano como un buen día.
Y que, cada vez, nos corresponderá desmontar el guión de una película escrita por un loco. Es un trabajo que debiéramos asumir, sin delegar en nadie. No hacerlo des-armaría nuestro espacio sensible y afectivo, y es lo que puede derrotarnos.
Así que no preguntes por quién doblan las campanas, esas armas te están apuntando a vos.
Por eso, otra vez: No es pan. Es sangre.
Y no va a alcanzar con un buen aguinaldo para que no vuelvan.
3 Respuestas
Raimon VY
Excelente Marcelo, como siempre
Paul Citraro
Bravo Marce!
Alexis Romero
Tal cual, estupenda mirada. Lo peor es que lo tenemos en la mente todos los días y lo llevamos como las monedas en la billetera y no hacemos absolutamente nada para dejar que eso no siga siendo así. Mi viejo me decía que si me hacia policía le arruinaba la vida. No estaba equivocado y no entendía porque lo decía, hoy con mi hijo de 3 años quiero que estudie y tenga todas las oportunidades que no pude tener. Si me dice que quiere ser policía todo eso que espero para el se derrumba.