sobre el género / graciela ramirez

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«… Porque el silencio es tan infinito  tan espantoso y grande como un grito…»   Pablo de Rokha

Este escrito surge como interrogante a un taller de reflexión sobre las cuestiones de género impartidas en una institución estatal y el posteo en Instagram de una amiga que sirvió de disparador a la temática: “la construcción de otra masculinidad”. Destacando la complejidad que implica su abordaje y la intencionalidad de no reducirlo a la lógica del binomio, de una cosa o la otra. La dificultad sigue siendo separar la ideología de este concepto y la manera binaria de analizar las realidades hormonales. 

¿A qué llamamos educación cultural en las subjetividades de las mujeres y los varones? Cómo hacer un recorrido que parte de la no naturalización de las relaciones entre las mujeres y los varones. En este mundo globalizado se ha regado de manera invasiva el concepto de género, su expansión y multiplicidad continua se hace en el sentido patriarcal y neoliberal de la vida de las mujeres y los varones, en cierta manera burocratizando o dogmatizando el concepto de perspectiva de género.  

¿Cómo se modifica la representación de algunos varones y mujeres en la cultura patriarcal liberal donde se enuncian lugares diferentes y jerarquías a veces con más énfasis en el consumo de la mujer como objeto? ¿Cómo arribar a la construcción de que la mujer no es objeto de dominio y control?

Las dificultades de socialización de varones y mujeres corren en direcciones opuestas y se institucionalizan en diferentes lugares, es éste el trastrocamiento o el obstáculo más preciso de la perspectiva de género.

La misma es percibida como una técnica más, el género reducido a las mujeres es conceptualizado como la variable género. Con esa percepción y por obligación institucional, mujeres y hombres conocen la perspectiva de manera superficial y sin profundizar. El trabajo de reflexión del taller llega a ser experimentado como una concesión a las mujeres: hay que tomarlas en cuenta, nombrarlas, gastar recursos en ellas. Se perpetúa la mujer en dimensión de una cualidad sexista, se logra un reduccionismo.  

El contenido relacional de la teoría de género es omitido, así como su definición histórica y los contenidos de género de las diferentes sociedades. Se siguen manteniendo estereotipos y prejuicios culturales.

Preciado P. menciona: “El género ha pasado de ser una noción al servicio de una política de reproducción de la vida sexual a ser el signo de una multitud. El género no es el efecto de un sistema cerrado de poder, ni una idea que actúa sobre la materia pasiva, sino el nombre del conjunto de dispositivos sexopolíticos (desde la medicina a la representación pornográfica, pasando por las instituciones familiares) que van a ser objeto de reapropiación por las minorías sexuales”.

En este aspecto es evidente que la comprensión de la perspectiva de género es distorsionada al suponer que antes, las mujeres y sus entornos estaban bien o mejor, como si su situación previa no fuese suficientemente conflictiva. Si hacemos un recorrido socio histórico nunca fue favorable la situación de ser mujer. Casi siempre sin tocar las fuentes del dominio y sin plantear ni promover cambios genéricos en los hombres, en las familias, en las comunidades, ni en las instituciones.

Marcela Lagarde menciona que las mujeres hemos sido educadas en el anhelo de ser amadas y cuidar y esto se ha naturalizado e impuesto como un imperativo. En cambio, a los varones se los educa como receptores del amor, ellos son amados. La subjetividad masculina se articula alrededor de la idea de éxito laboral, monetario, en tanto el amor lo dan por sentado. En este sentido, las políticas de las multitudes queer se oponen tanto a las instituciones políticas tradicionales que se presentan como soberanas y universalmente representativas, como a las epistemologías sexopolíticas heterocentradas que dominan todavía la producción de la ciencia.   

Entre inseguridades que regulan nuestro deambular en el mundo, de no ser presas de una situación de abuso, se habita en una tensión latente que acompaña el devenir de las mujeres.

Lo cotidiano está estructurado sobre las normas de género, el desempeño de cada uno depende de su comportamiento y del manejo de esa normatividad. Si algo es indiscutible para las personas, es el significado de ser mujer o ser hombre, los contenidos de las relaciones entre mujeres y hombres y los deberes y prohibiciones para las mujeres “por ser mujeres” y para los hombres “por ser hombres». 

Butler, plantea: “Cierto feminismo debía intentar no idealizar ciertas expresiones de género que al mismo tiempo originan nuevas formas de jerarquía y exclusión; concretamente, rechazando los regímenes de verdad que determinaban que algunas expresiones relacionadas con el género eran falsas o carentes de originalidad, mientras que otras eran verdaderas y originales. Tal vez se trate de abrir otras posibilidades para el género sin precisar qué tipo de representaciones deberían realizarse. Uno podría preguntarse: ¿de qué sirve finalmente abrir las posibilidades?

Cada quien, a lo largo de su vida, ha debido saber todo esto muy bien, el disciplinamiento del cuerpo y de la subjetividad; los estereotipos que se dan como certeros o con carácter de verdad, sin dudar en asumirlos y defenderlos. Desde algunas de estas formaciones se intenta solapar e invisibilizar el origen histórico de la desigualdad entre mujeres y varones. Algunos enfoques contribuyen a reproducir las condiciones que omiten y coadyuvan a la opresión de las mujeres, al no contabilizar su existencia y al no considerarlas como parte de la sociedad, del desarrollo y de la democracia desde el momento cero de la humanidad.

La categoría de género es adecuada para analizar y comprender la condición femenina y la situación de las mujeres, y lo es también para analizar la condición masculina y la situación vital de los hombres. Es decir, el género permite comprender a cualquier sujeto social cuya construcción se apoye en la significación social de su cuerpo sexuado, un cuerpo no de la organicidad sino un cuerpo erótico, con la carga de deberes y prohibiciones asignadas para vivir, y en la especialización vital a través de la sexualidad. Las mujeres y los hombres no conforman clases sociales o castas; por sus características pertenecen a la categoría social de género, son sujetos. Es necesario un feminismo transformador y crítico respecto de esa estructura de poder y división que reproduce las desigualdades, (en este caso sexo-género), con la perspectiva de favorecer a toda la humanidad, con unas relaciones justas, igualitarias-emancipadoras.

Lo que está en juego: ¿cómo resistir o cómo reconvertir las formas de subjetivación sexopolítica en el capitalismo contemporáneo?

Según Barthes: “Lo natural no es en absoluto un tributo de la naturaleza física; es la coartada con la que se engalana la mayoría social: lo natural es una legalidad.” “No se nace hombre o mujer, no se trata del género, sino de una posición y una elección en relación al goce, al deseo y al amor. La sexuación es una decisión. 


Lic. Graciela Ramirez. Miembro de la Red Colectiva Psi.

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Una respuesta

  1. Carina
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    Excelente articulo, muy profesiona!!

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