
Aquella mañana de invierno del 2019 despertó fría y el aire helado se sentía bravamente en las manos, sin embargo esta sensación se iba atenuando ya que los micros que esperaban por nuestro arribo, fuera de la escuela de la avenida Alem, prometían calor seguro por algunas horas, las que duraría el viaje. Nosotros, los pasajeros, sabíamos que para llegar a destino según el plan, transcurrirían más de tres horas por la ruta 33 para llegar a General Villegas: se cumplían cincuenta años de la publicación de una novela, Boquitas pintadas de Manuel Puig (1969).
Este texto coral fue tan disruptivo en el sistema literario argentino como innovador al incluir géneros populares que estaban tan degradados por la academia. Fragmentario, folletinesco y que le dio un lugar central al lector, una innovadora posición que iba asomando con el juego literario posvanguardista de siglo XX y el desarrollo del psicoanálisis. Al fin, la función de leer en nuestro país había cobrado tanta importancia como la función de escribir y nos ubicaba a la par de la literatura del mundo. Igualmente, pasó bastante tiempo para que la novela se incluyera en las bibliotecas populares y en el canon escolar de nivel medio y esto se dio recién en la década del 90.
En este pasaje colectivo de exploración y de conocimiento, la mayoría de los viajeros eran aprendices, otros pocos asumíamos alguna trayectoria en estudiar literatura, pero todos sabíamos de antemano que no todo acto de lectura se hace de palabras escritas, sino que el leer también implica la recepción de paisajes, entornos y las intenciones de quienes nos acompañan en la misma experiencia. La cosa que mientras los micros marchaban en fila —casi india—hacia el sur, una completa oscuridad nos acompañó dos horas, salvados por las lucecitas led del colectivo o el desfiladero de las luminarias de las casas y haciendas ubicadas a la vera de la ruta. A poco, una grisácea ocre claridad sobre la línea del horizonte iba apareciendo desde las ventanillas para iluminar el camino de la llanura y confirmar el cómo la había descrito un poeta pampeano: aquel paisaje que veíamos era un ancho mar donde navegaba el silencio. (Y las aguas estaban en realidad más allá de la metáfora).
Llegamos a la localidad villeguense. Un gran cartel al costado del cruce, se plantaba con una imagen y una leyenda: La ciudad del escritor Manuel Puig. Así, fue el comienzo de la jornada para sumergirnos en el “mundo Puig”, territorio inasible, abstracto a la distancia pero que, en aquel instante, comenzaba a ser cercano para quienes lo íbamos a transitar, simples visitantes de una ciudad que muy pocos y pocas conocíamos.
Mi pregunta era si al final del itinerario y de regreso a Venado, podríamos sentirnos parte de esa cosmovisión siendo capaces de cuestionar e integrar conocimiento. Las ficciones de La traición de Rita Hayworth, primera novela de 1968 y muy especialmente Boquitas, estaban cruzadas por marcados referentes locales, y nosotros íbamos a encontrarlos.
Bajamos de los transportes en la calle Belgrano al 200 y entramos en la biblioteca. Impresionante panorama ultradigitalizado, archivo histórico y documental, visitado por muchos lectores y lectoras del mundo. Pizarrones con historias e imágenes pueblerinas del siglo pasado, y los rostros de Manuel en Nueva York, Manuel en París, Manuel en Estocolmo y Manuel en Río y en Buenos Aires. Fotos de la biografía de un autor que rompió con la tradicional forma de narrar, haciendo avanzar géneros y modos literarios, y aún más, conmoviendo estructuras sociales y culturales. En este sentido, me dijo una docente y colaboradora de la biblioteca: “… Como en el siglo pasado persisten las incomodidades y el malestar que recuerda la censura pueblerina…”. E indicándonos una glosa de un diario local de los 70: “General Villegas no es como dice Manuel Puig” .
Las opiniones de los villeguenses de los 80 y 90 sobre la aparición de las novelas siguen replicándose hoy. En una serie de publicaciones periodísticas de la época, se incluye la voz airada de los vecinos, en lo que se asemeja a una condena, terminando con una amenaza de uno de ellos destacada en negritas: “Mejor que no vuelva por aquí”. Y sí, fue cierto, Puig nunca volvió.
Pero la significación siguió discurriendo entre lo que se decía y lo que se callaba, entre lo consciente y lo oculto, en la cotidianeidad corriente de las mujeres y de los hombres de Villegas; algo les habrá resonado en sus historias aunque nunca hayan leído la novela. La ficción es un género muy fértil para encontrarse, identificarse u oponerse a la realidad que plantea un autor. De La traición se había difundido que había sido escrita como un relato veraz de la vida familiar de los Puig: “los demás personajes son producto de mi fantasía”, dicho por el mismo autor, tal vez como estrategia de salvación frente a las reacciones pueblerinas. (Sabemos que nadie puede censurar la imaginación, lo onírico y los fantasmas nocturnos que tenemos). En relación a la segunda y mucho más polémica, Manuel expresó: “… para Boquitas me basé en un recuerdo infantil muy vago: el de un apuesto y valioso muchacho que murió tísico.” En fin, textos de corte autobiográfico que visibilizaron la cara oculta de un pueblo de la llanura argentina de los años 30.
Recorrimos las amplias salas siguiendo a las guías-bibliotecarias-muy empoderadas-del “mundo Puig”, aceptando sus sugerencias para que nuestra jornada siga el mapa de Boquitas como casas, un teatro viejo, una escuela pública, una tienda y la farmacia donde trabajaba el padre del autor. Si las realidades que cruzan la ficción siguen siendo tan fuertes es para seguir indagando el modo en que los referentes se transforman y se resignifican en la práctica de la escritura, por esto, resulta de mucho interés estudiar la teoría de los desplazamientos entre lo real y lo no real y así, dar respuesta a cuestiones literarias que no se han resuelto aún en ámbitos académicos.
Ahora, ¿qué cambios se habían dado en esta zona literaria —como concepto de Saer— para que Puig se vaya integrando a la cultura del pueblo? Aquella mirada social tan mordaz e irónica de la novela sobre el sexismo y el machismo hubo impactado tan fuertemente en la comunidad que se calló por décadas. Si hasta mediados de los años 80, en la Biblioteca de Villegas no había un solo ejemplar ni de La traición ni de Boquitas, ineludible considerar que hubo actores culturales que fueron impulsando la movida hacia el interior del pueblo, mientras que hacia afuera, Puig ya había despertado la aprobación de la academia y las editoriales .
Del no hablar al discutirlo implicaba grandes acciones. En primer lugar un grupo de mecenas había lanzado hace tiempo el programa Puig en acción. “Con la labor de lectura y de difusión de Patricia Bargero, los chicos y las chicas lo leen como ficción, se hacen festivales y talleres en su homenaje”; y hasta una murga trágica Escrachados de la Trucha surgió de esta revolución colectiva para reversionar la historia de Nené, Mabel y la Raba con la ironía y la parodia que permite el género. Desde afuera, el trabajo de recopilación de las cartas de Puig que hizo la Universidad de La Plata y otras tantas reescrituras realizadas fuera de Villegas le abrieron la puerta otra vez. Y así, como un juego de compensaciones, el autor —de algún modo— pudo regresar. (Aunque las cosas hoy no son tan fáciles para los hombres y las mujeres de Villegas, aún no se resuelven las cuestiones de género, el ocultamiento de la explotación sexual y los abusos son flagelos tanto para las mujeres como para los hombres).
Patricia, con prestancia sublime y sonriente en su silla a motor, nos recibió en su casa, vivienda tradicional que ella adquirió hace tiempo en condiciones muy precarias, y donde Manuel había vivido cuando era chico. Pudimos —una multitud— recorrer libres todas las dependencias de puertas y ventanas abiertas, éramos demasiados para chusmear arte, libros y al fin, llegar al patio de arbustos, esculturas y acercarnos al círculo perimetral del antiguo aljibe. Bargero, según sus dichos, es más conocida por su particular silla que por ser “la viuda de Puig”, seudónimo atribuido popularmente. Bibliotecaria, docente, coordinadora del programa de difusión y cuadripléjica. (Imposible obviar esta característica). “Volvía a Villegas manejando el auto de mi padre, traía el vestido de novia en el asiento de atrás pero el auto volcó”. Mientras se prolongaba su recuperación, tuvo el impulso de leer las novelas del “puto chismoso , según los ofendidos habitantes,y algo habrá sonado en su propia historia para buscarlo detrás del bullying y la telaraña profunda del inconsciente novelesco. Esta lectora-interpretante privilegiada sobre cuestiones de género, hoy continúa dialogando en colegios y bibliotecas tal vez para que estas historias sigan abordándose desde una mirada crítica de Boquitas pintadas, de la comunidad y de sí misma.
Puig/ Patricia Bargero (2016)
El mapa de lugares previsto, nos llevó ante varias fachadas: un teatro tradicional donde acudía con su familia, una casa abandonada, una tienda ¿donde trabajaba Nené? hasta llegar al cementerio y gracias a la complicidad del sepulturero, poder fotografiar la placa mortuoria de Danilo-donjuanesco, (con otro nombre para proteger la tumba de acosos femeninos) y, quien fuera musa inspiradora para el autor, bautizarlo con el nombre de Juan Carlos.
El mapa Mundo Puig se iba diseñando, y generalmente cuando se llega a cumplir un objetivo se siente un dejo de cansancio. Volvimos completos a Venado, cuando el frío ya calaba los huesos. Nos esperaba otra vez el desierto, pero ahora sujeto al rosado-amarillo atardecer helado y con un acercamiento mucho más particular a la literatura, aunque no todos nos trajimos lo mismo porque las experiencias colectivas después se evalúan de modo personal.


Si te gustó la nota, te enamoraste de Ají
y querés bancar las experiencias culturales
autogestivas hacé click aquí.

2 Respuestas
Rosa Collado
Me encantó!! Exquisito el relato!! Felicitaciones !!
Silvia cevinelli
Solo puedo decir que Laura me lleva con esta nota a recuperar y releer a Puig. Gracias