vibraciones plásticas / leonardo beneyte

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Cuando quise entrar a mi casa, al pie de la escalera que lleva al PH que alquilamos con Juana, me encuentro con mi valija azul. Bien parada sobre sus cuatro ruedas con un cartel que decía: NO PASAR, TODO FUE MENCIONADO EN EL MAIL. DEJAR LLAVES EN EL BUZÓN.

Regresaba de un corto viaje a la costa, que hice para aclarar ideas y poder tomar decisiones, y al regreso, vaya sorpresa, de patitas a la calle. Sin comerla ni beberla me echaron de mi propia casa. Parece que seguiré de viaje.

¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Agarré mi valija azul y me fui chiflando bajito, sin decir ni mu, chito la boca.

No quise quilombo, detesto la violencia, en esas circunstancias de mucho enojo me doy miedo a mí mismo. Además, me la tira para abajo, discutir gritando pelear es de gente con poca educación.

Floté varios días, en pensiones de mala muerte y casas de amigos. Hasta que uno de ellos hizo un llamado y logró conseguirme un monoambiente pelado por un par de meses y sin papel alguno.

Ahora estoy acá con un colchón en el piso y un cajón de manzanas de mesita de luz. Tiene una sola ventana que apenas le entra una luz gris.

Me cansé un poco de todo, los últimos años construí cosas en las que no creía. Un sinsentido donde la prioridad era el dinero y el miedo por no lograrlo.  Listo. No voy a comprar, ya les dije que no voy a comprar, estoy mirando. No quiero tres cuotas sin interés.

El departamento se encuentra en una zona un poco abandonada, como yo, con un par de cuadras con edificios sin terminar y muy grandes. El edificio se quedó en el tiempo sin ningún mantenimiento. Dicen que es Villa Crespo a la vuelta de la cancha de Atlanta, las paredes están todas pintadas de amarillo y azul.

Vengo de tiempos difíciles, conflictos con ex, abogados, falsas denuncias. No sé cómo hago para trabajar con tanto estrés. A media noche me levanto y camino en la oscuridad. Me acerco a la ventana para buscar alguna vida despierta en la calle, me digo un par de cosas positivas para calmarme y vuelvo a acostarme. Sí, por eso hice yoga, hice click. Es fantástico, tengo un montón de luz ahora, claro que sí.

Bah, sé que no estoy del todo bien, pero ¿quién lo está? Cuando la soledad es tu mejor compañía algo está pasando. Entonces hablo solo, conmigo mismo ¿y quién dice que está mal? Leí que hablar con uno mismo como estando con otra persona hace bien. Sí, con uno. Pero algo me dice que hablar con una valija, no.

Tres por uno, tres por uno me quieren vender siempre, tres por uno. Y yo no les digo nada. Escuché también que no está bueno pensar de noche, siempre de día mejor. Eso hago, de noche no.

Sueño despierto con lugares a donde viajaría con ella, playas hermosas de Instagram, paraísos inimaginables. Me gustaría compartir todo esto con Juana, aunque sospecho que no me tomaría en serio. Alguna vez voy a vivir como en Instagram. Sí, así, voy a sonreír todo el día, se lo prometí, le prometí que solo diría palabras hermosas y positivas. Se lo dije.

No le hablo de día, porque de día es una valija. De noche, cuando apago las luces y entra una claridad muy tenue, le hablo pausado y muy tranquilo. Primero hago como que solo estoy hablando conmigo y de a poco voy dirigiendo el relato hacia ella. No quiero que se asuste. Las palabras salen de mi boca como un arrullo, armo las oraciones con suavidad, con palabras simples. Con un ritmo lúdico como si le leyera a un niño.

Le hago preguntas, también. Cuando subís al avión, no, no, cuando estas en el avión volando ¿qué sentís? ¿Tenés miedo, sos miedosa? Si te pasa eso tenés que cantar, tenés que cantarte le digo, te cantas y se te va el miedo.

Yo sé que no es posible, pero siento sus vibraciones plásticas como una sucesión gramatical encadenada y lógica, como respuestas a mis preguntas.

Anoche le canté, sí, sé que le gusta, le canté una de Edmundo Rivero, Malena, Malena canta el tango como ninguna. Malena ahora le digo a ella, sí, Malena la llamo. Ahora se llama Malena.

Y mientras le hablo noto como ella va despertando lentamente, tenue me llega su sonido similar al de una respiración humana, más animal diría. Hay noches en que percibo como se mueven sus cierres al ensancharse su caja plástica, se estira como si despertara de un sueño. A veces sus ruedas se mueven apenas perceptibles.

Ella sabe que yo no voy a decir nada. Nadie podría darse cuenta.

Leonardo Beneyte Giner Arquitecto y escritor. Nacido en Bahía Blanca, el 16/03/65. Estudié con el escritor y formador de escritores el Marplatense Daniel Boggio, en talleres literarios en los que asistí a lo largo de cinco años en la biblioteca de las Naciones Unidas en la década de los noventa en Mar del Plata. Boggio maestro de escritores como: Miguel Hoyuelos, Mauro De Ángelis Ignancia Sansi, Fernando Del Rio, Aly Corrado Mélin, Santiago Fioriti y tantos otros. A él, si algo aprendí del escribir, le debo las herramientas y amor para hacerlo. A él, a Abelardo Castillo y Raymon Carver.

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