BINARIA NUESTRA CICATRIZ

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El binarismo no se restringe al género. Binaria ha sido la construcción dogmática del pensamiento, que nos hace pensar en términos de bien y mal, de luz y oscuridad, de esta vida y de otra más allá, de varones y de mujeres, de adultxs y de niñxs. Que nos ha provocado subjetivamente una cicatriz, un corte, que nos divide también, y crea el espejismo de dos «naturalezas»: el cuerpo, cárcel del alma; el alma, cárcel del cuerpo. Se trata de todos los poderes que nos fijan a una identidad, que nos convierten en «personas» (desde el punto de vista jurídico «persona» es todo lo que no es el cuerpo; el cuerpo en el derecho: una figura oscilante entre las personas y las cosas). Poderes de individualización que también nos fijan en ese lugar central a partir del cual nos separamos del resto de los vivientes, donde la ciencia convierte la distancia entre sujeto-objeto en la matriz cruel y violenta del soberano. Nuestra humanidad se ha montado en esta cicatriz subjetiva, en esta cicatriz que nos constituye, nos somete y consolida nuestra servidumbre de sí, que rompe cada vez nuestros lazos con el mundo, con los otrxs. Una grieta cada vez más pronunciada, también «adentro» de nosotrxs mismxs. ¿Y nuestros entres con los animales, y nuestros entres con las potencias que nos aumentan, y nuestras conexiones con un infinito no metafísico, y nuestro amor no humano, sin credenciales de identidad, a partir del cual podemos componernos, en lugar de multiplicar fractalmente la cicatriz?

Esta es la dimensión política de que en Argentina pueda elegirse tener un DNI no binarie. El primer paso para pensar críticamente en qué mundos vivir.

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