
Bases, ruinas y potencias del movimiento obrero: ¿dónde estamos parados?
En una escena que ilustra las tensiones y desafíos del movimiento
obrero actual, Natalia Zaracho entrevistada por Rosendo Grobo afirma:
“todo el país estuvimos recorriendo”. Poco después, se conoció la
renuncia de Pablo Moyano a la CGT, un hecho que conmocionó al
sindicalismo. Mientras Moyano señala el agotamiento de las cúpulas
sindicales, Zaracho evidencia la necesidad de volver al contacto
directo con los trabajadores en los territorios.
El entrevistador de Zaracho con cierta perspicacia comienza la
conversación diciendo que sabe que no le gusta conversar tanto y que
no da tantas charlas, pero que espera que la diputada se sienta
cómoda. Ella responde “lo intentaré”. En algún sentido se desliza su
incomodidad por los discursos protocolares y extensos, así como sus
preferencias personales como dirigente por caminar el barrio popular
en donde nació y creció. Su afirmación: “todo el país estuvimos
recorriendo” converge en la necesidad de empezar a pensar lo que el
movimiento obrero argentino forjó incesantemente: reivindicar y
reconstituir sus propias bases.pero voy a especificar en qué sentido
esto es necesario y para esto que está presente en cada encrucijada
en la que nos encontramos lxs trabajadores:
“Frente a esta coyuntura histórica el movimiento obrero argentino no
está dispuesto a ser simple testigo de los acontecimientos, sino que
se va a introducir de cabeza dentro de este proceso y va a pasar a ser
protagonista de todos aquellos acontecimientos que estén plasmados en
los sentimientos del pueblo. El movimiento obrero está perfectamente
esclarecido y sabe que el camino de la reivindicación de la patria
tiene un solo nombre y una sola causa que genera precisamente este
estado de crisis que estamos soportando, es la causa de la marginación
del pueblo en las grandes decisiones que espera este país y frente a
esta alternativa histórica el movimiento obrero argentino no puede
seguir tirando trompada al aire pretendiendo combatir los efectos
cuando el gran mal se da en la causa, esta causa es política hacia
nuestro país, hacia nuestro movimiento. La clase trabajadora debe ser
categórica y definitoria en sus apreciaciones”.
José Ignacio Rucci con la potencia y la épica que lo caracterizaba
brindó este discurso en los años 70, estando al frente de la CGT y
teniendo fuertes disputas con el dirigente Cordobés Agustín Tosco, sin
embargo ambos confluyen en la necesidad de un sindicalismo que tenga
acuerdos fundamentales para participar de la constitución política de
un país que está sumido en la crisis y la violencia. Esta idea de los
acuerdos fundamentales nos conduce a pensar nuevamente los conceptos
centrales de las mejores vertientes del sindicalismo argentino:
Primero: la tarea reivindicativa es fundamental y se presenta en todos
los procesos de organización popular, sin embargo en la actualidad,
muchas de las reivindicaciones sindicales se encuentran fragmentadas
en términos sectoriales, inclusive con una mirada endogámica en la que
muchos gremios no reconocen a otros y se disputan representaciones
internamente alegando hacia afuera la unidad. Estamos asistiendo a un
proceso histórico en que los discursos que reivindican, repudian y
presentan largos comunicados desestimando alguna idea o decisión del
gobierno actual están lejos de la esfera de la vida de un trabajador
que, como dice la canción, está “despedazado por mil partes”. Por más
que las centrales sindicales comuniquen un enérgico repudio hacia
alguna medida, ¿cómo seguimos? ¿Cómo se encarna eso en el pensamiento
y la subjetividad del trabajador que, además de ser docente, es
repartidor, vendedor, uber y otras miles de combinaciones posibles?
¿Qué demanda sectorial lo interpela más? ¿O será que quizás lo
interpele participar en la reconstrucción política y gremial cercanas
a nuestra realidad de todos los días? Además, el gobierno libertario
profundiza su sesgo ideológico respecto al trabajo como factor de
moralización que demarca la pertenencia al grupo de los argentinos de
bien y los vagos, bárbaros y detractores de la nación mientras que
destruye. En este contexto el discurso reivindicativo debe ser
revisado en profundidad para que el proceso de organización del
movimiento obrero pueda regenerarse para hablarle cara a cara al
trabajador cada día más empobrecido, escucharlo y hacer el ejercicio
de volver a pensar un esquema en que los dirigentes gremiales recorran
cada rincón de la patria, como dijo Zaracho para recomponer
orgánicamente lazos de solidaridad entre trabajadores. Sin esa
recomposición profunda es muy difícil volver a encontrar la
creatividad política que emana el pueblo trabajador, aún en los peores
momentos de nuestra historia.
Segundo: Rucci traza un camino de sindicalismo más combativo y no
testimonial que debe estar a la orden del día en los acontecimientos
que están plasmados en los sentimientos del pueblo. En este sentido y
con la necesidad de volver a nuestras bases históricas debemos
escuchar los sentimientos de tristeza y desánimo que conlleva este
empobrecimiento masivo de las condiciones materiales y espirituales de
nuestro pueblo corriéndose de la tarea reivindicativa y la espuma de
las consignas que ya no penetran tanto como los discursos de odio que
apelan al sujeto fragmentado en mil partes. Hay que volver a animarse
a escuchar a la gente para salir de la endogamia de la dirigencia que
en la política se parece poco a los de abajo y que una parte
insignificante de ellos, con contadas excepciones como dijo la
militante y ex secretaria de integración socio-urabana Fernanda Miño,
padecieron hambre, inundaciones, falta de servicios básicos, entre
otras. Respecto de la dirigencia sindical no debemos esperar medidas,
resoluciones de las largas reuniones de la CGT o demandar
representatividad, sino directamente plegarnos activamente a la enorme
cantidad de procesos sindicales de base que se vienen construyendo
entre trabajadores de la economía popular, docentes, jubilados,
trabajadores del estado, desocupados, despedidos, trabajadoras
sexuales, etc.
Por último y vinculado al segundo punto, vamos al tercero. Rucci dice
que no debemos tomar causa por efecto refiriéndose a que las grandes
desgracias de nuestro país también provienen de la marginación de lxs
trabajadores del curso de los acontecimientos más importantes que
definen tanto nuestra vida cotidiana como el destino de nuestra
patria. A esto debemos sumar que una planificación sistemática que no
solo busca desplazar a los trabajadores de la vida pública, sino
también destruir nuestra vida psíquica, anímica y política,
vociferando que los sindicatos son sinónimo de corrupción moral y la
génesis de todos los males.
Sobre la participación de los trabajadores Pablo Moyano en su última
entrevista posterior a la renuncia a la CGT se muestra preocupado por
la fragmentación social y se pregunta quién de los que están arriba se
parece a un trabajador que viaja todos los días y tiene los
padecimientos de la realidad actual. El entrevistador le pregunta
¿cuántos de las mesas chicas se parecen a nosotros? Una minoría. Y
¿cómo cambiamos esto? Con una verdadera participación de los “negros y
sindicalistas” en sentido histórico. En el mismo sentido Natalia
Zaracho dice “cuando asumí la gente por fuera se veía muy formada y
tenía mucho cagaso, ese cagaso se terminó cuando lo escuché hablar, la
ignorancia que tienen, una ignorancia que no te la dan los libros y la
formación, discutían la salud, la educación el Estado, lo último que
discutieron era el tema de las garrafas sociales, estos tipos no saben
lo que es una garrafa social, tampoco habían visto nunca un
certificado de vivienda, entonces uno no puede defender lo que no
conoce. A mi no me van a disciplinar y este odio que nos tienen se ve
en las redes sociales, por lo tanto llamo a confrontar no contra las
personas sino contra las ideas que representan”.
Esto nos lleva a pensar que más allá de las primeras líneas de algunos
sectores sindicales que están preocupados por un diálogo con las
clases dominantes hay una base fuerte que se multiplica sin buscar una
unidad abstracta y para la dirigencia interna disputando nombres y
sectores de representación, sino produciendo acuerdos desde las voces
más importantes que siempre salieron desde el subsuelo de la patria.
De aquí tenemos que extraer las definiciones categóricas y dejar de
tirar trompadas al aire, como dijo Rucci.
Agustina iglesias. Docente de filosofía y militante popular en Lomas de Zamora.

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