
Leí este poema (Del mito) de Jaime Sabines: Alguien me habló todos los días de mi vida / al oído, despacio, lentamente. / Me dijo: ¡vive, vive, vive! / Era la muerte.
En vida somos animales de costumbres. Tenemos al animal: Javier Milei, haciendo uso de una costumbre: elaborar un balance a fin de año. Recordé otro balance, redactado con coherencia, cohesión y verdad en su estructura: “El primer aniversario de esta Junta… ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades.” ¿Lo recuerdan?
El poema de Sabines y el inicio de esta Carta Abierta a la Junta Militar me llevaron a pensar en el final de Rodolfo Walsh. Podría haber escrito: en la muerte de Rodolfo Walsh, o, en la muerte y la desaparición del cuerpo de Rodolfo Walsh, pero no es ahí en donde quiero focalizar esta columna, sino, en otro balance que vaya a saber qué, quién, o qué cosa, se encarga de llevarlo a cabo y mantenerlo en eje y en constante equilibrio: el nacer y el morir, la vida y la muerte, o, el principio y el fin, aunque no necesaria e irreductiblemente en ese orden.
“Hay un fusilado que vive” fue el oxímoron que llevó a Rodolfo Walsh a escribir Operación Masacre, y ese desdibujamiento de los límites entre el vivir y el morir, entre la vida y la muerte, interpelaría a Walsh en su obra y en su vida. Estos dos hechos, insólitos, están unidos por la misma primicia: nadie los elije. Nadie elije nacer o morir, pero si hay personas que eligen mantener viva la memoria, las palabras, las acciones, de esos otros u otras que han pasado al plano de la muerte, al menos en cuerpo. En una carta a su hija Vicki, Rodolfo Walsh escribió: “No podré despedirme, vos sabés por qué. Nosotros morimos perseguidos, en la oscuridad. El verdadero cementerio es la memoria. Ahí te guardo, te acuno, te celebro y quizá te envidio, querida mía.” Si existe tal cosa como un limbo entre la vida y la muerte, ese lugar podría ser, debería ser, la memoria.
Para el veinticuatro de marzo de mil novecientos setenta y siete, Walsh se había propuesto (y lo logró) terminar un cuento, el cual quedó inédito, y una carta, que fue pasada, copiada, imprimida y compartida, tanto en Argentina como en el resto del mundo. El cuento: Juan se iba por el río. La carta, como se imaginarán, fue la ya mencionada Carta Abierta a la Junta Militar. De esta última conocemos todo, incluso, se encuentra disponible al alcance de un clic. En cuanto al primero, a pesar de su secuestro y desaparición, igual que la de Rodolfo Walsh, logró trascender, igual que Walsh. Ambos fueron llevados a la ESMA, ambos fueron vistos allí por última vez, y ambos tienen, conllevan, sostienen, representan, una lucha y un final abierto.
En el cuento, Juan Antonio Duda, el personaje principal, se lanza a la búsqueda de su deseo y de su convicción –atravesar el Río de la Plata para vivir del otro lado–, y, dicho en palabras de Lilia Ferreyra (esposa de Rodolfo Walsh al momento de su secuestro y desaparición): “no sabemos si Juan llega al otro lado.” Walsh no definió el destino de su personaje, no cerró la acción, Juan no se fue, Juan se iba por el río. Y fue el destino quien no definió ni cerró la acción de Walsh. El último que vio su cuerpo el veinticinco de marzo de mil novecientos setenta y siete, en el interior de la ESMA, fue Martín Gras, nosotros podemos decir y escribir que el cuerpo de Rodolfo Walsh iba atravesando las salas de la ESMA. Tanto con Walsh como con Juan Antonio Duda, no sabemos de sus destinos, sí sabemos de sus acciones y de la búsqueda de sus deseos.
En la misma carta a Vicki, Walsh escribió: “Hoy en el tren un hombre decía: Sufro mucho. Quisiera acostarme a dormir y despertarme dentro de un año. Hablaba por él, pero también por mí.” En el momento en que escribo estas líneas –en el primer aniversario de este infausto gobierno–, ellos hablan por mí. De fondo suena Adiós Nonino, y el balance equilibrado entre un final y un inicio respalda estas líneas.
Soy Nahuel Juárez, nací en Baradero pero vivo en Rosario desde el 2009. Estudio Periodismo y participo en el Taller Alma Maritano de escritura creativa coordinado por el escritor Pablo Colacrai.
En 2016 publiqué mi primer y único libro Sería ser, editado por Escritor de la Legua. En el 2019 formé parte de la Antología Literatura en Flor, Rosario.
He llegado a instancias finales del Premio Itaú Cuento Digital, categoría General (2019-2022). También fui premiado en el IV Certamen Literario Osvaldo Bayer “Historias de Malvinas” 2022.
Algunos de mis cuentos fueron publicados en revistas digitales y en la actualidad realizo colaboraciones en la Revista MU de Lavaca

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Una respuesta
Nahuel A.
Los tiempos son otros, pero ellos las costumbres las mantienen y ahí siempre aparece lucha.
En todas las Vicki que salen a militar que se vuelven repentinamente adultas, por las madres que aprendieron en la clandestinidad y el tiempo no les permitió detenerse a llorar por quienes quedan en el camino.
El balance: Memoria, el puño y el pañuelo blanco en lo más alto por sobre todo, sean los tiempos que sean!!