el problema de la atención / marcela martínez

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Introducción del libro recientemente publicado El problema de la atención de Marcela Martínez, 2022, Red Editorial*

Un grupo de docentes conversan en la sala de profesores: “Los pibes ni registran cuando entro al aula”, “Me lleva más de media clase generar las condiciones para poder trabajar”.  “Auriculares y teléfono, los dos fetiches de mis alumnos” “¿Cómo lograr que me miren? ¿Cómo lograr que nos miren, que nos hablen, que nos escuchen, que estén ahí, en el aula con nosotros?”

Estas imágenes parecen viejas luego del ciclo lectivo 2020, signado por la pandemia del COVID 19 y la necesidad de aislamiento sanitario, en el que las y los docentes del mundo entero no pudieron habitar, o lo hicieron intermitentemente, las aulas de los edificios escolares. Habitaron otras aulas, diversas, expandidas en grupos de whatsapp, Google classroom, plataformas virtuales, redes sociales, llamadas telefónicas y cuadernillos entregados junto a los bolsones alimentarios. La escuela se fue construyendo más allá de los límites arquitectónicos y desbordando la secuencia habitual de tiempos y compartimentos preestablecidos.

En el aula de “la escuela edificio” y en las escenas de enseñanza deslocalizadas, sin embargo, insiste una misma pregunta, la misma pregunta de siempre: ¿Cómo logramos que les estudiantes presten atención, sea cual fuere la forma que adopte esta clase?

Prestar atención. Abrirse a alguien, recibir una palabra, un gesto, una mirada: la conjugación de unos con otros. Algo que no sucede fácilmente en las aulas, presenciales o virtuales, en línea, sincrónicas o asincrónicas.

Pero, ¿es éste un problema nuevo? ¿La atención esquiva en las relaciones pedagógicas es una consecuencia de la era digital? La atención es uno de los tópicos clásicos de la educación y las y los maestros siempre han tenido que conquistarla. Mejor dicho, el funcionamiento efectivo del dispositivo escolar disciplinario excusaba al docente de esta tarea, preceptores o los mismos estudiantes eran quienes llamaban a silencio para escuchar la clase.  Porque el estudiante, como figura genérica de la escuela disciplinaria, era un sujeto que reconocía jerarquías institucionales a las cuales atender y se encontraba en aprietos cada vez que dejaba de hacerlo. Al menos cuando la distracción se tornaba visible alterando el orden de la clase. El docente en la escuela moderna tradicional no demandaba atención, la descontaba, la exigía de antemano y estaba en condiciones de marcar la falta, de sancionar a aquel que no se la dispensara.

¿La escuela funciona del mismo modo en el siglo XXI? Afortunadamente no. Las relaciones escolares experimentan un proceso de democratización creciente y las atenciones obedientes no se descuentan de antemano. Entonces, ¿Qué hay de nuevo en el viejo pedido de atención de docentes a estudiantes?

Planteamos una hipótesis: los modos de atender/desatender no se originan en la escuela, pero sí se expresan en ella. Ahora bien: la escuela ya no es la que era porque el mundo ya no es el que era. Existe un sistema educativo, un marco normativo, programas de estudio, etc. Las escuelas no son entes aéreos ni hojas sueltas al viento. Muy por el contrario, son instituciones valiosas en las que se efectúa el derecho a la educación y también ámbitos fundamentales para combatir la obscenidad con que las desigualdades sociales se presentan en este momento histórico. Pero el suelo que pisa la escuela no es firme. La pandemia mundial socavó aún más los cimientos escolares en esta tierra movediza.

Se ha escrito mucho acerca del origen histórico de la escuela[1] y no es el objetivo de este texto volver sobre un tema tan visitado. Sólo pretendemos trazar las coordenadas necesarias para situar el problema que nos convoca, la conquista de la atención en las relaciones pedagógicas. Consideramos que la matriz de socialización moderna está en crisis y que el Estado Nación funciona con dificultad como meta institución dadora de sentido[2]. El efecto de esta crisis de la matriz de socialización moderna, en la escuela, se expresa en el desafío de garantizar una educación que transmita contenidos homogéneos, con una cobertura universal, a escala nacional y con una misma lógica de funcionamiento institucional. La complejidad reside en que, para poder hacerlo, ya no se puede seguir pensando en “la escuela” sino que hay que pensar y actuar en “las escuelas”. Escuelas, en plural, múltiples, heterogéneas, con la necesidad de inscribir recorridos singulares y diversos. Esta afirmación implica dos cosas: la dificultad para el sistema educativo de asegurar una experiencia educativa universal y homogénea; y, a la vez, la posibilidad de crear más y nuevos modos de educar. Esta tensión que ya era visible antes del 2020, luego de la pandemia mundial, se volvió evidente.

En este contexto de continuidades y rupturas, algunas referencias ideales persisten. Estas referencias ideales se propagan en el eco de “que ya nada es lo que era” que tantas veces retumba en las salas de profesores.

¿Cuánta información hay en ese lamento, cuánta? Sin dudas mucha y muy valiosa. Porque representa, en parte, la opinión personal de docentes aislados, y de esa aislación, de esa distancia, se desprende el padecimiento individual. Por otro lado, oficia de analizador social: cuando un relato se repite de manera recurrente, ya no son sólo personas las que hablan, es un tipo de lazo social histórico el que se expresa.

La interrupción de las clases presenciales puso de manifiesto el agotamiento de ciertas rutinas institucionales. En este sentido, y sin que esta afirmación implique la estilización de las enormes penurias que produjo la crisis sanitaria, la pandemia también interrumpió el “orden natural” de las cosas ampliando el campo de lo visible. En este sentido, es un buen momento para reflexionar sobre las relaciones pedagógicas.

El objeto de este libro es focalizar en los modos en que prestamos atención en la escuela actual. Les estudiantes siempre debieron prestar atención; a lo largo del siglo XX la atención era una manera de ofrecerse al mundo, de ofrecerse al otro. En la actualidad también lo es, pero es la disposición personal que se quiere conquistar, que está bombardeada socialmente por más estímulos de los que un cuerpo puede procesar. La atención es un bien económico en sí mismo. La economía de la atención viene de la mano del capitalismo de plataformas y de la economía digital, motores del funcionamiento económico contemporáneo (Srnicek 2018).[3] Un motor fuera de borda cuyo agite dispone a síndromescomo el FOMO (fear of missing out)caracterizado por el miedo a perderse algo que haya sucedido en las redes sociales o el IFS (Information Fatigue Syndrom) o cansancio por exceso de información, estados de abatimiento subjetivos moldeados por la marea digital.

La atención es hoy motivo de interesadas investigaciones, es la unidad de medida de la sociedad de la información animada por el consumo del entretenimiento. La moneda del futuro es la atención. Y la atención es lo que enciende el motor de la enseñanza.

Las páginas que siguen son una invitación a reflexionar en el interés que despierta la captura de la atención en una trama social signada por el cambio tecnológico indefinido; esto compone una configuración por una serie de fuerzas sociales, económicas y políticas determinadas y en cómo esta configuración tiene que ser analizada por educadores y considerada en las propuestas institucionales de enseñanza (Wajcman; 18).


[1] Existe una vasta bibliografía sobre este tema. Recomiendo, por ejemplo: Finocchio, S (2009) La escuela en la historia argentina. Bs As, EDHASSA ó Dussel, I (2006) Impacto de los cambios en el contexto social y organizacional del oficio docente en Tenti Fanfani, E (comp) “El oficio de docente: vocación, trabajo y profesión en el siglo XXI”. Bs As, Siglo XXI

[2] Lewkowicz, I; Cantarelli, M; Grupo Doce (2003) Del fragmento a la situación. Notas sobre la subjetividad contemporánea. Buenos Aires: Editorial Altamira

[3] Srnicek, N (2018) Capitalismo de plataformas. Buenos Aires, Caja Negra

*la selección de este extracto fue realizada por Marcela Martínez para Revista Ají


Marcela Martinez es especialista en educación

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