Joker
Reflejo de la problemática en el sector de salud mental
Con el anuncio de que saldrá en los cines la segunda película del Joker en 2024, resulta válido repensar la primera, estrenada en 2019, y reflexionar sobre las condiciones en las que se atienden actualmente los problemas de salud mental en nuestra sociedad. “La peor parte de tener trastorno mental es que la gente actúa como si no lo tuvieras”, escribe Arthur Fleck, el protagonista del largometraje, en su diario donde realiza anotaciones a pedido de la trabajadora social, en el que también escribe: “Solo espero que mi muerte valga más que mi vida”.
Esta película de suspense psicológico estadounidense, dirigida y producida por Todd Phillips, trata, lejos del clásico cómic, de un payaso fracasado y comediante que debido a su delirio cree que le fue otorgado el talento de hacer reír a la gente. Está ambientada en 1981 en la llamada Ciudad Gótica, nombre que le hace honor totalmente a lo gótico, oscuro y siniestro. Es una sociedad sucia, literal y metafóricamente, donde se anuncia que aumentan los casos de tifo debido a la cantidad de ratas que habitan la ciudad, ratas similares a los dirigentes de turno, a los de clase social alta y a los poderosos que manejan los medios hegemónicos interviniendo en el pensamiento de la gente; tal como dice Arthur, los que deciden qué es gracioso y qué no, qué es grave y qué no.
Joaquin Phoenix realiza una magnifica actuación, que le concedió varios premios en el ámbito del cine, encarnando a Arthur Fleck, un sujeto que padece un trastorno conocido como afección pseudobulbar, enfermedad que se caracteriza por episodios de risa o llanto repentinos, descontrolados y fuera de lugar. Generalmente ocurre en personas con determinadas enfermedades o lesiones neurológicas que pueden afectar la manera en la que el cerebro controla la expresión emocional. Esta condición le genera varias complicaciones en su vida cotidiana, en el trabajo y en la vía pública. Además, padece una esquizofrenia con síntomas positivos —frecuentes alucinaciones, ideas delirantes y conducta psicomotora alterada— y también los síntomas negativos de dicha enfermedad como la apatía y el retraimiento social.
Arthur es consciente de su enfermedad mental y su creciente deterioro sumado a que su situación económica es deplorable; por tal motivo solicita ayuda al estado. Pero, “¿qué obtienes cuando cruzas un solitario enfermo de la cabeza con una sociedad que lo abandona y lo trata como basura?” La pregunta que realiza el personaje principal es fundamental para entender la trama del largometraje y, además, poder debatir sobre el tardío o nulo accionar del estado en situaciones de riesgo en cuanto a salud mental se trata, tanto para el individuo que padece un trastorno como para los que lo rodean.
¿Podemos pensar que en la actualidad, específicamente en nuestra sociedad, hubo un avance en los sectores de salud mental para el cuidado de enfermos que padecen diferentes patologías psicológicas, teniendo en cuenta lo amplio y variado de las mismas, y la necesidad de contención de familiares y pacientes con brotes subjetivos?
El artículo 28 de la ley de Salud Mental N.º 22.914 promulgada en 2010 dice: “Las internaciones de salud mental deben realizarse en hospitales generales. A tal efecto los hospitales de la red pública deben contar con los recursos necesarios. El rechazo de la atención de pacientes, ya sea ambulatoria o en internación, por el solo hecho de tratarse de problemática de salud mental, será considerando acto discriminatorio”.
La pregunta que se realiza Arthur nos invita también a reflexionar y a hacer algunos cuestionamientos. Un poco parafraseando, ¿qué pasa cuando el sujeto que padece problemas psiquiátricos/psicológicos que representan un riesgo tanto para su propia vida como para su entorno es abandonado a su suerte? ¿Están equipados los centros de salud con personal capacitado para recibirlos? ¿Hay infraestructura preparada para atender a estos pacientes, teniendo en cuenta que no pueden compartir habitación con otros enfermos?
Por último, es importante hacer una retrospección en la vida de nuestro protagonista para entender en qué puede devenir una infancia corrompida, heridas abiertas, mentiras y falta de amor fraternal, para realizar cuestionamientos sobre la protección infantil, familiar y el accionar del estado. En este film, si bien no justificamos el accionar violento del personaje, podemos llegar a comprender cuáles fueron las situaciones que hicieron posible el desarrollo de su enfermedad y hasta dónde puede llegar el abandono total.
En el transcurso de la película, se aprecia claramente la evolución de la enfermedad hasta la metamorfosis completada en el icónico baile en la escalera, donde el protagonista ya ha abandonado la medicación (al igual que el estado lo abandonó a él pese a su pedido desesperado de ayuda) y el viejo Arthur queda totalmente sepultado para el nacimiento del Joker (Guasón en español latino) un enfermo mental que encuentra goce al asesinar a los que le hacen daño con su frase “no tengo nada que perder” porque ya lo perdió todo. Ya no tiene forma de reprimir los síntomas de su enfermedad, porque se le han retirado todos los recursos.
Volviendo a la ley, el Artículo 8, “donde se promueve la atención de un equipo interdisciplinario capacitados con la debida acreditación de la autoridad competente”, es factible de corroborar su cumplimiento en el sector público ya que los padecimientos son tratados de forma interdisciplinaria, pero ¿qué pasa en el ámbito privado?
Y finalmente, pensar que el ámbito de la ley nos involucra como sociedad: (art. 7 d-): “El derecho a recibir tratamiento y ser tratado con alternativas terapéuticas convenientes que no restrinja sus derechos y libertades promoviendo la integración laboral, familiar y comunitaria”.
Soy Nandi Serato, tengo 34 años, estoy cursando el último año de la carrera de psicología. Soy madre de dos niñas, lectora y me gusta escribir. Instagram: @nandiserato16
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