La mejor de las condenas | Agustín Peanovich

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Los pinos están enrarecidos

tienen una expresión diferente según cómo se arrojan a su existencia.

Las manijas no tienen nombre y cada jugador es un inmóvil acero, castigado por el frío de junio.

Nadie se acerca al metegol, su película se descascara y cae en el suelo de chapa que se horada a la intemperie.

Se guarda el pájaro y se prenden las luces,

los pinos silencian,

la vecina se brota tiene los pelos duros, agarra la pala de punta, el nene en el patio hace sombra en la media sombra que nos separa,

el perro torea y el marido no viene.

   El cielo ahora retiene nubes lilas de penetrada obscuridad.

El pájaro sueña libertad pero ahora que lo sueltan se olvidó de volar,

Antes de las comidas salimos y agarramos el metegol,

el frío cae vidrioso en los cuerpos de acero, las manos infunden calor en el juego,

el barrio se enciende,

la cajera que trabaja en el chino es hermosa,

lo del afuera lo sabemos por Nelson que es el encargado de las compras.

Gol,

uno a cero,

sale la pelotita por el medio

el mundo converge en netflix, suena a trap y pop latino,

el pájaro eligió la jaula como nosotros elegimos Tinelli y Casca,

se cierra el mundo y se contamina el sonido,

los pinos resisten,

la cajera sonríe,

el metegol enmudece,

el pájaro le pone la mejor cara,

las familias se drogan sin drogas,

el adicto se esconde,

sale el sol prontamente,

las harinas taponean intestinos,

la redonda es medicina para un cerebro estrangulado,

el pájaro está de fiesta salta efusivo para un lado y otro lado,

uno lee Arlt en voz alta para que el vecino escuche que la vida no es un chalet a costa de chirriar jugos caros que calcinan corazones.

Hoy la distancia es la de un pino a otro pino,

está el mundo,

hay un perro que orina,

la luz imprime la sombra donde un niño juega a que se pierde,

el metegol aguarda víctima de generaciones y no comprende lo nuevo que la juventud esconde,

algunos,

reducirán todo su lenguaje a chistes sexuales, es una limitación,

otros ahorrarán toda su libido para gastarla en fornicaciones seriales, y jamás serán revolucionarios.

Está nublado y el pájaro resiste el invierno,

la jaula pajerolenta no deja entibiar sus nalgas, el pajeronato lo privó de la pájara.

Ya hace un par de días que mientras jugamos al fútbol tenis los vecinos hablan de cuentas, números y mercancías, como si fuese una moda la catástrofe que sobreviene.

Es de noche,

el reflector impacta en los pinos,

dando cuerpo y sombra, verde mate, blanco ágil, mudos,

están bajo el frío de junio lindero testigo de una casa donde nadie sale por el frío,

desbordada de emociones y abstenidas del afuera

de memorias castigadas por las drogas,

ya pasó,

el metegol se traba,

se olvidaron el pájaro afuera.

Las ramas son costillas que sostienen un pulmón de sombra y verde,

aún está la espera desintegrada por la fabricación del día,

la chica tiquea, Nelson divaga enamorado de ella,

el pájaro engorda porque no lo tapan, y él,

tapa comiendo sus ansiedades de volar.

El metegol ya es un programa donde las almas corren hacia él,

cambia la esfera,

nadie escapa del invierno que te empuja a reinventarte.

Ahora un sombrero de nubes converge detrás del roble sin hojas,

algunos se preguntan cuánto falta para salir,

todo es el trasfondo de los pinos en pleno junio,

la cajera renuncia,

otro pajarito en la jaula y el mismo destino,

las luces se apagan,

el metegol sigue vivo…

Agustín Peanovich nació en Venado Tuerto en 1989. Desde el 2012 vivió en Rosario donde colaboró con la revista de literatura El Corán y el Termotanque hasta el 2017. 

En el 2018 regresando a su ciudad creó el programa de política cultural: @ElArteDelBuenDecir, en Radio Ciudad.

Nunca abandonó la actividad poética, mucho menos de militar la cultura. Actualmente es estudiante de historia.

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