libertad algorítmica / graciela ramírez

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“Algoritmos de la redes sociales materializan una de las más tremendas fantasías del presente: actúan como si leyeran pensamientos y deseos. Como si supieran la injerencia que tienen sobre los sueños.”

Esta frase es extraída del libro de Marcelo Percia, “Sesiones en el naufragio”.

La pandemia vivida, globalizada, la peste, la relación con un virus que nos encerró en nuestra casa, hogares y al mismo tiempo nos abrió la puerta a  otro mundo, el de las plataformas, las redes, la virtualidad a full. Comenzamos a circular por ellas con intensidades, hasta con júbilo, que por ahí había existencia y efervescieron decires. Eric Sadin lo conceptualiza como “El acelerado proceso de duplicación digital del mundo”.

Se han hecho muchísimos elogios de la libertad desde distintas disciplinas, la palabra “libertad” nos hace recorrer distintas aristas y recovecos de la filosofía, de las ciencias humanas modernas y del pensamiento político. Los que hablan de libertad en la época de los automatismos tecno-financieros quizás apunten a la libertad de consumir. En el inicio de las redes se estableció la idea de un espacio de libertad donde el poder era compartido planteando la posibilidad de habitar un mundo sin relaciones de poder o en el que el poder esté distribuido igualitariamente.

Una sobredimensión de la palabra libertad: ¿Libertad para qué? ¿Libertad para quién?

¿La libertad, desatada de toda índole de responsabilidad, se la utiliza solo por el gusto de ejercerla? 

¿Cómo se construye en la actualidad el enemigo de la libertad? Ya no está solamente concentrado en la tiranía política, quizás otros poderes invisibles que no se ven a simple vista, como los vínculos matemáticos de las finanzas y los digitales de la conexión obligatoria. El sujeto más que hablar es hablado. Somos hablados y, debido a esto, hacemos de las casualidades que nos empujan algo “tramado” dice Lacan en el seminario XXIII ¿Quiénes son los que hablan de libertad en la época de los automatismos tecno-financieros? El conflicto es que el sujeto es ambiguo. No hay posibilidad de reducir lo humano a lo unívoco.

La libertad absoluta está más bien asociada a la locura y es allí donde el hombre mirado desde todos lados se vuelve transparente, lo escuchan desde su celular, los medios de comunicación, las estadísticas, los algoritmos inteligentes que: seleccionan, discriminan, etiquetan. Las redes funcionan dentro de un marco normativo y conservador manteniendo un discurso binómico. Al decir de Bifo Berardi “El cerebro humano se alinea cada vez más a la lógica técnica de la máquina inteligente”. Surge como asociación la película Her, que plantea un mundo futurista.

El neoliberalismo no es solo una ideología imperante que defiende la retirada del estado, su desmantelamiento a favor del libre mercado, la especulación financiera, también es un dejar hacer a la “mano invisible del capitalismo financiero”. A su vez cierta linealidad se propone organizar e indicar nuevas relaciones entre los gobernantes y los gobernados, con puntos bien precisos y sin posibilidad de consensuar sobre principios universales para el bienestar humano.

Freud destronó a la conciencia del lugar de dominio y ubicó al inconsciente. Así planteó que hay determinantes inconscientes que producen acciones  repetitivas que una computadora puede contabilizar y de allí los tan mencionados algoritmos. ¿Cómo pensar la articulación entre lo particular y la subjetividad de la época?

El capitalismo por su parte empuja al positivismo y deja de lado cualquier producción que demuestre la existencia de un sujeto del inconsciente, y mucho menos algo que escape a la esfera del yo, operación que realiza la escritura del inconsciente.

Este sistema no es solo una máquina de destruir las normas, reglas, también rompe y socavan los lazos sociales. Es el problema del hombre de hoy, el de nuestra civilización: técnica y científica.

Varoufakis escritor y economista también aborda la cuestión de la democracia en este nuevo contexto, argumentando que los políticos tienen cada vez menos influencia sobre las grandes corporaciones y que el poder se ha desplazado hacia las empresas tecnológicas y las élites financieras. Gobiernos algorítmicos.

El autor utiliza términos cómo tecno feudalismo, para describir el nuevo orden económico, donde los grandes conglomerados tecnológicos se han convertido en los señores feudales del mundo, controlando casi todos los aspectos de la economía global. 

El neoliberalismo en su matriz de pensamiento hace creer a los individuos en una conjunción entre la yo- cracia, el individualismo al extremo, “soy el único soberano de mi conducta”. Las conductas individualistas nos ciegan ante el hecho de que somos seres sociales, y como tal, nacemos en un lugar y un tiempo que no elegimos, con vínculos familiares y comunitarios que, si bien podemos renegar de ellos, no por eso van a dejar de ser determinantes. Para esta ideología la historia no tiene significado, el pasado carece de valor simbólico, la única herencia válida es el dinero. 

El lugar del poder es el capitalismo en su forma semiótica, psíquica, financiera. José L. Slimobich plantea: “Lo que sucede en el sujeto jamás puede dejar de tener anudamiento con lo que transcurre en el campo social y este, a su vez, con las escrituras diferidas que se actualizan, apenas una chispa hace actual modos de acción que se creía definitivamente enterrados”. 

Quizás el decir de la tecno ciencia sea absoluto y no es admisible la metáfora, hay una abstinencia de la misma. Un surfear factible sea tal vez a través del lenguaje, de una significancia que nos facilite la potencia de la poesía que puede ser creada por el sujeto, esa palabra que sale del lenguaje, que cuestiona el sentido y descubre posibilidades que están más allá del mismo.

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Lic. Ramírez.  Es Licenciada y Profesora en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Miembro de la Escuela Abierta de Psicoanálisis y de la Red Colectiva Psi.

Colaboradora: Lic. Paola, Lospinoso.  Es Licenciada y Profesora en Psicología de la Universidad de Buenos Aires.

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