los jueves mejor no / maría laura guisen

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Los jueves son sagrados. Desde hace más de 20 años, Gerardo, mi marido, se reúne a jugar al fútbol y a comer un asado en el club, con “los chicos” de la secundaria.

Los únicos motivos válidos para que el evento se suspenda son, enfermedad, nacimiento o muerte. Cualquier otro motivo es mal visto e incluso imperdonable por los integrantes del clan.

Confieso que siempre me sentí muy intrigada por las características de esos encuentros. ¿De qué hablarían jueves tras jueves durante tantos años?

Me imaginaba que los temas podían variar por orden de aparición, pero que invariablemente serían los mismos: fútbol, política, mujeres, trabajo y, eventualmente, según las coyunturas personales: separaciones, embarazos o nacimientos, despidos laborales o trabajos nuevos.

Algunas mañanas, le preguntaba a Gerardo en el desayuno del día siguiente por la reunión: —¿Qué tal ayer? Cómo estuvo todo? ¿Los chicos en que andan? ¿Chelo consiguió otro laburo al final?

La respuesta promedio era: —Bien, todo bien. No, está en eso. — Monosílabos más, o menos.

Esa escasez de detalles, para mi típica del mundo masculino, aumentaba mi curiosidad por el contenido de esas reuniones.

Confieso que por momentos quería ser cámara oculta, mosca o vaso de Fernet, para verlos en acción y escuchar todo eso que Gerardo no quería hablar conmigo.

Un día, ocurrió algo completamente  inesperado. Las mujeres estaríamos invitadas por primera vez en la historia a una de las reuniones de los jueves. Cada una llevaría su ensalada correspondiente, y de lo demás se encargarían los muchachos.

Fuimos llegando puntuales a la cita en el club. Los varones ya estaban allí.

Algunos apostados cerca de la parrilla y otros cerca de una mesa larga elegida para la ocasión, preparados ya para la parte no deportiva del encuentro. Me llamó la atención , apenas me acerqué a la barra que estaba cerca de la parrilla, que además del clásico Fernet , la cerveza y el Gin Tonic de la previa, algunos tomaban otros tragos, bastante coloridos.

—Cooler de la Huerta, te preparo uno? —preguntó Lisandro.

— Tiene jugo de manzana, apio y espinaca, además de vodka y lima.

En lugar de la clásica picada con salame queso y aceitunas, se desplegaba una tabla de madera con otro tipo de ingredientes.

—¿Vieron qué flor de picada? —dijo el Gringo entusiasmado con su vozarrón característico. —Frutos secos, ciruelas descarozadas, olivas marinadas y pickles de rabanito, ¡qué tul!

Durante el asado, el grupo de varones se sentaron juntos y las chicas también hicimos lo mismo. Pensé que era mi oportunidad para agudizar el oído y escuchar finalmente y de primera mano, cuáles eran los secretos masculinos que aparecían entre los chorizos, el provolone y la tira.

Poniendo cara de estar interesada en la mesa de las mujeres, pero escuchando para el lado de la mesa de los hombres, mi oído pescó éste diálogo:

—Che Juanjo, ¿vos donde te estás haciendo la definitiva ahora? Porque donde voy yo al final son un montón de sesiones para que se te vayan los pelos…

—Nooo, ¡te voy a recomendar el lugar donde voy yo! En tres sesiones no te crecen más los de la espalda y para los de abajo, con otras dos quedás como un bebé. ¡Olvidáte!

Un poco perpleja, decidí volver a la conversación de las mujeres. Justo en ese momento, Romina le comentaba a Mariela:

—¡Basta, no me tiño más! Estoy harta de la estética hegemónica y patriarcal. ¿Por qué los hombres con canas son sexis y nosotras no?

—¡Es injusto! Yo me pienso poner la bikini sin culpas este verano, ni onda rusa ni masajes reductores, al natural. Al que no le guste mi culo que no lo mire…

Me serví un poco de vino tinto y me concentré en la carne que estaba riquísima. Mastiqué en silencio. No sabía hacia qué vestuario de las conversaciones dirigirme.

—¡Rengo! ¿Cómo va lo tuyo con lo del pan de masa madre? —preguntó el Gordo.

—Espectacular. Tengo cinco frascos fermentando, en cualquier momento están listos para poder amasar. El jueves que viene los traigo para la picada…

Vuelvo entonces a la conversación entre Mariela y Romina:

—Y entonces le dije, deconstruíte de una vez Germán, yo no tengo por qué levantarme tres veces por noche a darle la teta a Sofía…

—Bueno Romi, pero Germán no tiene tetas…

—Ahora venden unas símil tetas, de siliconas , que simulan ser reales, para que se las pongan los papás. Mientras que por un agujerito se pone la mamadera con leche, el papá simula tener una teta igual que la de la mamá y se la da. ¡Es genial!

—¡Aguante el pink power!

Pensé que me vendría bien volver a llenar el vaso con un poco más de vino, ya que el Cooler de la Huerta que me había ofrecido Lisandro, resultó ser bastante inofensivo.

—Estás un poco callada Lali, ¿todo bien? —me interroga Patricia.

—Sí, todo bien, me parece que me está haciendo efecto el alcohol, pegó bajón me parece, jajajaja. —respondí presurosa.

En ese momento, en el sector masculino se empezó a generar un debate que incluyó gritos y discusiones acaloradas

—¡Que Cif crema ni Cif crema! Eso es para putos como vos. El baño se limpia con lavandina pura.

—Cif crema con lavandina te digo. Eso saca todo. Gérmenes, hongos, jabón.

—A lo sumo te acepto la lavandina que no salpica, otra cosa es para boludos que compran cualquier cosa.

Se terminó el vino, y las conversaciones se fueron apagando. Volvimos con Gerardo a casa en el auto. Cuando llegamos me dijo muy entusiasmado:

—Estuvo bueno que vinieran ustedes hoy, fue algo distinto. No sería mala idea que empiecen a sumarse a la cena algunos jueves.

—Ay, ¡qué linda invitación! Pero me olvidé de contarte que justo los jueves a la noche voy a empezar un curso online, sobre una temática actual, para aggiornarme.

Nos fuimos a la cama y Gerardo se durmió rápidamente. Fútbol y asado son una combinación poderosa y letal.

Mientras él roncaba, yo me quedé buscando con el celular el curso al que me iba a inscribir.

Si bien había mucha variedad sobre el tema, al fin encontré justo el que me Interesaba: “Curso online: Cómo deconstruirse en forma acelerada, y no morir en el intento”.

Apreté Enter, y me inscribí.


Mi nombre es María Laura Guisen.Nací en Rosario en 1973. Soy Psicóloga y ejerzo desde hace muchos años mi profesión en ésta ciudad, tanto en ámbitos Institucionales como es mi consultorio. Siempre he sido una lectora apasionada.Este año finalice un ciclo de tres años de Taller de escritura creativa con Marcelo Scalona, escritor y docente, además de cursos realizados con él sobre Literatura Argentina, y Poesía de Alejandra Pizarnik. Participé este año de un Curso de Escritura de cuento y clases teóricas sobre Estructuras Narrativas, dictados por Pablo Colacrai, también docente y escritor Rosarino. Comencé a escribir relatos y poesía hace aproximadamente un año y medio, en el marco del Taller antes mencionado y desde ese momento no me detuve. He perseguido con mis relatos y poemas a compañeros, docentes, parientes y amigos, que han acompañado con generosidad y cariño en este deseo por la escritura. Me gustaría tener la posibilidad de compartir mis producciones con otros apasionados lectores y escritores.

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