
Esta historia va a terminar mal. Ya se está viendo. Demasiado enredo. Muchos hilos cruzados. Que la vida de este, que la de aquel, que la política, el trabajo, la cocina y los chicos. Muchas manos en un plato. También hablan de divorcio, de separación de bienes, de consulta de abogados, bueno, un sinfín de cuestiones. A mí me gustan las historias de una sola hilerita, desde el principio al fin. Por eso ya veo que esta historia va a terminar mal.
Esta mujer, Florencia, no se entiende qué es lo que quiere. Tiene marido, hijos, pero suspira por uno que no se sabe si va o vuelve, que es medio intelectual, que la mira y que no le dice nada en concreto, que solo le habla de cosas…, de la vida que, a ella, eso le parece que le fascina. Que se parece al padre. En todo lo bueno, porque lo malo del viejo hasta parece que se olvidó, cosa que, por otra parte, se ve que todos sus hermanos, que son un montón, recuerdan. Ella, como si nada. Anda por la vida complicándose con puros pensamientos. Por lo menos se nota que entusiasmo, para todo lo que hace, no le falta. A cada rato aparecen cosas nuevas en las que parece que se prende. ¡Bah! Al final se prende en todo. Cursos de aquí, presentaciones, conciertos, visitas de amigos, viajes por congresos, qué sé yo. Al marido se ve que también lo quiere, porque hasta escenas de sexo fuerte aparecen. Menos mal que no están los chicos cuando las veo. De vez en cuando, se intercalan partes de las historias de algunos vecinos o de compañeros de trabajo. De ella, sí, de la oficina, de algún hermano y de su familia, de su madre, que se mete bastante con ella, que a su vez tiene historias con sus vecinos y hermanos. Como te cuento: un lío. Mi vecina me dice: Nati, de qué se sorprende, si es como la vida real. Y a mí, qué querés que te diga, Carmencita, no me parece así. Yo creo que cada uno tiene su vida, en su casa, pensando y haciendo casi siempre lo mismo. Qué vamos a comer. Lloverá o no, abrígate y cuidado al salir, el precio de las cosas, el trajín del día. Pero esta Florencia, con su andar apurado, cruzando entre los coches, puros bocinazos, corriendo con las bolsas del supermercado, discutiéndole al jefe como si fuera una igual, protestándole al marido que no le ayuda, al hijo que no la besa al salir, corriendo para el siquiatra o el analista, como le dice ella; no sé qué es lo que quiere arreglar. Eso, antes, era para locos. Ahora, ella dice, es para los que quieren estar más sanos. No, esta historia va a terminar mal. Demasiadas cosas me parecen a mí. En el capítulo de ayer, ella le decía al marido que un matrimonio, o pareja, como ella dice, es algo vivo, que cambia siempre, que nunca se terminan de conocer, que hay que explorarse cada día y que se deben contener. Esto último, no lo pescaba bien, porque habla rápido, y que ella sentía que en el fondo él no la contenía. Qué me decís vos. Ya me escucho yo diciéndole al Antonio: vos no me contenés… Mirá Carmencita, o esta historia no es para mí o está patas para arriba. Ah, hablando de Antonio, mi marido. Te cuento que se va para Zapla a buscar trabajo…, y sí…, dice que aquí hay tan poco que hacer. Sí, yo me quedo con los chicos. No quiero contradecirlo. Vos sabés cómo es. Pero hace rato que anda raro, callado. Cada uno tiene sus problemas, pero él anda como rumiando algo. Mi vecina, como siempre metiche, me ha preguntado si no le he encontrado algo entre las ropas para ver si se va por trabajo, o por otra mujer o por irse nomás. ¿Cuándo? Esta noche. Ya le preparé los bolsos como me lo ha pedido, le puse todo lo que necesita. Vos sabés cómo soy yo de precavida y meticulosa para estas cosas. Preparo todo con tiempo.
Todavía no hemos llegado a conversar mucho sobre la falta de trabajo en esta zona. No me parece que él no deba insistir, en fin, intentar en otras empresas, pero según sus escasas palabras, “la única solución es partir, salir en busca de otra casa”. Hay en él un dolor, una frustración personal que no quiere contar, ya ves cómo la realidad es distinta que en las novelas. Como te decía, cada uno con sus problemas.
Supongo que con el tiempo lo resolverá y ya me enteraré… o no, y quedará como una etapa, nada más. Lo que sí me llamó la atención esta vez es que en varias noches lo escuché revolver en la caja de los papeles de escribanía donde guardamos la escritura de la casa y otros papeles de importancia. Necesitaría asegurarse de que los papeles están a buen resguardo. Aunque durante el día, en las pocas frases que intercambiamos, no dice nada sobre qué es lo que necesita de esa caja y se muestra esquivo.
Imaginate que este rebuscar entre los papeles de importancia de Antonio en la telenovela sería motivo de grandes discusiones y más sesiones de terapia y se alargaría en varios capítulos, pero en la vida real no, es más simple, más sintético. De todos modos, en el bolso le puse todo lo que fuera a necesitar, no dejé nada librado al azar, no me olvido de nada… creo ¿Qué si fui a revisar el cajón de la escribanía a ver si falta la escritura de la casa? No, no creo que sea necesario. En ese aspecto tengo plena confianza en él, cualquier plan que tuviera me lo diría, ¿no? Aunque ahora que me lo decís voy a ver de inmediato, yo entretenida con la novela…
Este cuento forma parte del libro “Lugar que vuelve” de Alba Vera Figueroa, cuentos en rondas, publicado en 2022 por la alianza editorial entre Libros Tucumán y La Papa. Este título sirve de broche de oro para la trilogía que comenzó con Los Irreales (Metrópolis Libros, 2021) y continuó con El crepitar de la memoria (Metrópolis Libros, 2022).
La autora, según el escritor David Lagmanovich, “conoce el valor de la expresión ajustada y, sobre todo, el incalculable valor del silencio. De esta manera, nos vincula nuevamente con nuestra esencia provinciana. Las tierras del país interior, en efecto, son aquellas en donde los silencios son más elocuentes que la incesante cháchara. Eso se reconoce en este libro, cuyas páginas son afines a las de otros narradores, como me gusta llamarlos, ‘de la otra Argentina’: a narradores como Di Benedetto, Ábalos, Moyano, Ardiles Gray, Hernández, Tizón”.
La página de la autora es www.albaverafigueroa.com
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