
La pandemia impactó en nuestras vidas en forma inesperada, ¡hace ya un año! La gran pandemia es algo inédito en su dimensión global, hubo otras pestes tanto o más contagiosas pero la fluidez de los intercambios humanos, la facilidad para trasladarnos de un lado al otro del planeta produjo la rápida diseminación del virus a escala global. ¡El enemigo invisible acecha! ¡El virus está en todas partes, es altamente contagioso! Encierro, Incertidumbre, Angustia, comenzaron a ser los afectos predominantes.
A lo real, los seres hablantes respondemos con el fantasma, construcción que inventamos para armarnos una realidad más o menos vivible. Esta respuesta es muy singular, cada uno con los recursos simbólicos e imaginarios que cuenta construye esa pantalla que tiene como función velar ese agujero, ese sinsentido, que se presenta en un instante, es un instante fugaz pero memorable donde se capta algo de nuestra condición más humana, el desamparo estructural. El desamparo no es el abandono, el abandono ya es un fantasma que defiende de la angustia. El desamparo tiene más que ver con la condición fundante del ser hablante. No hay garantías en el Otro que nos pueda decir qué somos. El ser está perdido. La filosofía lo intuía, especialmente Heidegger, y el psicoanálisis lo leyó en los fenómenos de la angustia.
¿Qué consecuencias tiene esto en la vida?
La primera es responsabilizarse de los actos y las palabras que decimos.
Cuando creemos en el Otro como garante, nuestra posición es la identificación imaginaria al otro, alienación, sumisión, obediencia, agresividad y todos los fenómenos que vemos proliferar… de desconfiar, pensar siempre mal del vecino, el diferente. Los fenómenos de segregación a la orden del día, no sólo racial, religiosa, política, sino con el propio cercano.
La segunda consecuencia es que cambia el estatuto del amor, porque deja de ser esa trampa narcisista donde pretendemos vernos reflejados, la pareja. Ese tipo de amor es narcisista, buscamos encontrarnos a nosotros mismos a través del otro. Es un amor un poco tonto, sabemos qué le pasó a Narciso de tanto mirarse…
En estos días, escuchaba sobre las vacunas, sabemos que la carrera es vertiginosa por tener la cantidad de vacunas a nivel mundial, impensable cuando uno escucha las cifras que se necesitan. ¡Para que todos estemos vacunados en tan poco tiempo y salir de esta situación, sabemos que sólo podría salirse si sucede un milagro!
En fin, creo que este tiempo mundial y que este real nos enfrenta a una hendidura. Volver al régimen del padre –que sostiene, que ordena– no es tan seguro, ese orden se ha debilitado, ya no es suficiente. Nos vendría mejor orientarnos por el malestar en la cultura, por los síntomas que se producen, esto es, por lo que no anda y no va a andar nunca. Y como el amor es un puente entre dos orillas que no se juntan nunca, tal vez estos puentes hagan pasar algo de un lado al otro. Cuando algo pasa algo se alivia, también se aliviana.


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