siete enigmas / enzo maqueira

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Bajo siete llaves, las siete vidas del gato, los siete días de la semana, las siete puertas de la sabiduría, los siete pecados capitales, los siete colores del arcoíris y las siete notas musicales. Enzo Maqueira*, escritor, autor de Electrónica (InterZona) y Hágase usted mismo (Tusquets), se anima a responder Siete Enigmas.

  1. El oficio de escribir:

Me gusta mucho pensar en la escritura como la pensaba Hebe Uhart, que decía que era una “rara artesanía”, una artesanía con palabras, y me imagino y me siento cada vez más en esa sintonía, trabajando con las palabras, trabajando con el lenguaje como podría ser con arcilla o con la piedra o con la masilla de artesano solo que, en lugar de hacer pipas, portasahumerios o pulseras, hacemos cuentos, novelas, textos. Esa acción de la artesanía nos transforma en artesanos, esa persona paciente que hora tras hora, día tras día, termina dedicando su vida no a una obra sino a pequeñas piezas, que no importa si al final del camino son o no son una gran obra, sino pequeñas piezas que seguirán otras manos, irán por otros rumbos, y que son el resultado de la paciencia, la dedicación, el esmero, la práctica, la experiencia de una actividad que se realiza sin ninguna necesidad aparente, porque la necesidad  simplemente radica en hacerlo. Escribimos porque es una manera de estar en el mundo, sentados en una plaza, o sentados en una silla en una mesa con una computadora, enhebrando agujas o enhebrando palabras.

2- La nueva narrativa argentina:

Hace años que se escucha hablar de la nueva narrativa argentina, la nueva nueva, la nueva nueva nueva. Me parece que no existe la nueva narrativa argentina. Hay una narrativa argentina que es muy pujante, muy vital, que está siempre un paso delante de otros inventos argentinos. La literatura argentina se está renovando constantemente. Hoy, de la mano de las mujeres y las disidencias; en otros momentos, de la mano de sectores sociales que habían sido acallados, como por ejemplo en las narrativas del conurbano. Pero la nueva narrativa no es más que una etiqueta que funciona cada vez para que los suplementos culturales, revistas, redes sociales o periodistas busquen de alguna manera etiquetar, encorsetar lo que va sucediendo. Afortunadamente, lo que va sucediendo es mucho más fuerte, está mucho más vivo, es mucho menos maleable y es una ola que suele arrasar con todo y a la cual las etiquetas le quedan chicas. En cuanto dijimos “nueva narrativa” ya es vieja, ya hay algo distinto que la viene a desplazar. Lo que tenemos es una literatura argentina siempre viva, siempre presente y siempre dispuesta a ir un paso más allá de lo que suelen ir los discursos hegemónicos o los discursos mediatizados, los discursos que se imponen con mayor facilidad.

3- Masculinidad(es):

Durante mucho tiempo, cuando empezamos a transitar esta cuarta ola del feminismo y se hablaba de la necesidad de deconstruir la masculinidad y de construir masculinidades no tóxicas, yo estaba de acuerdo con esa idea: “nuevas masculinidades”. Ahora pienso que no quiero ninguna masculinidad, no me interesa encarnar ninguna representación de lo masculino. Si lo masculino positivo significa que tengo que cuidar del prójimo, por ejemplo, o mostrar valentía, bueno, no, ¿por qué? ¿Qué sería una buena masculinidad? Me parece más interesante que no exista ninguna masculinidad, ninguna etiqueta, ningún género que nos defina. Me molesta que se esté poniendo tanto el énfasis en el género todo el tiempo. Tenemos que salirnos de ahí, saltar por arriba el problema, dejar de tratar de reconstruirnos en relación a un sistema binario, despojarnos del género y volver a pensarnos como humanos (incluso como animales) capaces de adoptar cualquier característica más allá de lo preestablecido.

4. Religión:

Fui educado durante mi primario en un colegio católico, de varones solos, de curas y hermanos del Sagrado Corazón de Jesús.  Me gustaba ese mundo, no el mundo de los varones solos y los machitos que se jugaban en ese gueto. Me gustaba la fantasía, me erotizaba Jesús, me doy cuenta ahora también que me erotizaban estos muchachitos que iban con sotana, con vestido largo; me parecía muy sexy la religión. Fui monaguillo, me sentía muy espiritual, sentía una conexión muy profunda con todo ese mundo de la religión que era, al mismo tiempo, un espacio de deseo. En el secundario me cambié a un colegio mixto y laico y nunca más pisé una iglesia. Dejé de lado absolutamente todo eso y renegué del catolicismo y todo lo que significaba. Con el tiempo me di cuenta de que la religión es un consuelo necesario muchas veces y que no está mal que algunas personas necesiten esa esperanza. El problema es la liturgia, la etiqueta, cuando la religión cierra y no abre, cuando se vuelve pura materia y no puro espíritu. Una religión que nos hace pensar más en lo material que en lo espiritual no me parece una religión necesaria. Aspiro a que cada uno tenga su propia espiritualidad. Al mismo tiempo esa liturgia, ese relato, logra algo que logran muy pocas cosas en este mundo y es la idea de lo colectivo; creo que solo la política nos acerca a algo similar, a las grandes gestas colectivas. En todo caso me interesa la religión como un movimiento político y me interesa por otro lado la espiritualidad como una manera de acercarnos a Dios, sea lo que sea que eso signifique para cada uno de nosotros. Para mí es la suma de las energías de cada ser y cada cosa viva o no que existe en este universo y entre todos y todas y todes y todo aquello que existe, le damos forma a ese Dios posible.

5- Consumos:

En algún momento algunos consumos eran contraculturales, hoy en día todo es consumo, nosotros mismos nos autoconsumimos en redes sociales, nos ponemos en venta, nos prostituimos literal o metafóricamente. Están los que se llaman los consumos problemáticos que supuestamente son las drogas ilegales. Yo creo que los consumos problemáticos hoy en día son los celulares, las redes sociales, la desesperación por encontrar la felicidad; me parece que son muchos más peligrosos. Vivimos una espiral de consumo, pero hay consumos que están vinculados directamente con el capitalismo, con la generación de productos innecesarios que consumimos compulsivamente solo porque sentimos que tenemos que hacerlo, y otros consumos que están vinculados con la necesidad de escapar de eso. Creo que ahí aparecen las drogas ilegales. No todas, la cocaína sin duda es una droga del sistema que te genera o que te agranda el ego, o que te dan ganas de producir, de hecho se consume para producir, para sentirse más importante, más fuerte, indestructible; es una droga típicamente capitalista. Otras drogas como el éxtasis, el MD, el ácido lisérgico, la marihuana, tienen más que ver con evadirse, con escaparse, con relajar. A veces dicen “las drogas son evasión” y eso parece que fuera malo. La pregunta es por qué razón no voy a querer evadirme de esta espiral del consumo y de qué manera lo voy a hacer si no es a través del consumo si parece no haber otra cosa en este mundo.  Por otro lado, la naturaleza ¿no es un poco eso también? Lo que vemos cuando observamos un hermoso paisaje, ¿no son animales consumiendo a otros, no son colibríes libando el néctar de las flores, no son flores tomando nutrientes de la tierra? Quizás tenemos que empezar a diferenciar algunos consumos de otros, quizás algunos consumos, esa palabra que parece tan artificial, tan humana, en realidad tenga mucho más que ver con nuestra naturaleza y otros sí estén más vinculados a nuestra costumbre de copiar mal a la naturaleza.

6- Futuro:

El futuro es la gran decepción. Cuando era chico imaginaba un escenario muy distinto del que se resultó ser. Llegamos al futuro o lo que pensábamos que era el futuro, que era del 2000 para adelante, ¿qué iba a haber después del año 2000?. Bueno, ya estamos en ese futuro y la verdad que es más o menos lo mismo. Las cosas que existen distintas no pensábamos que iban a existir, jamás se nos hubieran ocurrido. Se nos ocurrieron otras, mucho más tontas, quizás. Del futuro ya no espero nada, ya sé que no existe. Solo sé que un día se va a terminar y esa es la última cara que le pongo al futuro. Como escribió Cortázar: “Allá en el fondo está la muerte”. Hoy para mí el futuro es la muerte, todo lo demás es un presente que será más o menos parecido a este, probablemente un poquito peor.

    7- Siete libros

1. Eisejuaz, Sara Gallardo

Obra maestra. Desde que lo leí, allá por 2001, pensé que ese libro iba a ser la medida de toda la literatura. Yo quería escribir y provocar en el lector lo mismo que Eisejuaz había provocado en mí, esa ensoñación, ese viaje alucinante a través del lenguaje.

2. Dos veranos, Elvira Orpheé

Otra revelación, de una autora olvidada que de a poco vuelve a abrirse paso. La historia de un chico que es adoptado más como sirviente que como hijo. Una novela sobre el resentimiento.

3. Que viva la música, Andrés Caicedo

Cuando lo terminé pensé que yo quería escribir un libro como este: una historia de crecimiento que acompañara una época, una manera de entender el mundo, de crear y luego perder los sueños de la juventud. Fue la inspiración para que escribiera mi propia versión de esa historia, que fue Electrónica.

4. Haga caminar al cadáver, James Hadley Chase

Tenía doce años y leía lo que me traía mi mamá, casi siempre libros para chicos. Un día vi este título en una librería al lado de casa: las letras grandes, una mansión en la noche, una luz prendida en una ventana. Despertó mi curiosidad, lo compré, fue el primer libro que elegí por mi cuenta, mi primer libro “de adulto”. Un best-seller de suspenso, el primero de los cincuenta y cinco del mismo autor que leí después.

5. Cuentos reunidos, Liliana Heker

Fui alumno de los talleres de Liliana Heker y me cambió para siempre la manera de entender la literatura, pero cuando leí sus cuentos reunidos además entendí que había todo un terreno de exploración, de jugar con las reglas, de romperlas para crear otras nuevas… Este libro completó todo lo que había aprendido de ella, probablemente la mejor cuentista argentina de todos los tiempos.

6. El llano en llamas, Juan Rulfo

Elijo a Rulfo pero podría haber sido Cortázar, Alejo Carpentier, Vargas Llosa, García Márquez, Carlos Fuentes, Arguedas… cualquiera de esos grandes popes latinoamericanos del siglo XX. Literaturas comprometidas desde lo estético pero también desde lo político, rupturistas, innovadoras, vanguardistas, tan populares como exquisitas.

7. Boquitas pintadas, Manuel Puig

Lo que aprendí de Puig, del manejo con la oralidad, de sus temas, sus pueblos, su mirada cinematográfica, quedó para siempre guardado en algún lugar de todo lo que escriba.


*Enzo Maqueira (Buenos Aires, 1977) es autor del libro de crónicas Historias de putas (2008) y de las novelas Ruda macho (2010), El impostor (2011), Electrónica (2014) y Hágase usted mismo (2018), ganadora del Premio Municipal Ricardo Rojas de la ciudad de Buenos Aires. Graduado en Comunicación Social, es docente universitario y colabora con diversos medios gráficos y digitales, como las revistas Anfibia, Vice y Viva. Su obra fue traducida al inglés, francés, portugués e italiano.

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