Bajo siete llaves, las siete vidas del gato, los siete días de la semana, las siete puertas de la sabiduría, los siete pecados capitales, los siete colores del arcoíris y las siete notas musicales. Gonzalo Heredia, actor y escritor se anima a responder Siete Enigmas.
ARGENTINA Y LITERATURA
Empecé a leer de grande. Cuando digo a leer me refiero al hábito. Arranqué con el policial negro. El otro día hablaba de eso en la radio, en notas al pie. Me encontré un libro de Agnes Desarthe —Cómo aprendí a leer— en el que cuenta entre muchas cosas, que no le gustaba leer. Pero que el hábito lo empezó a construir casi sin darse cuenta con el policial. A mí me pasó un poco lo mismo. Me empecé a construir el hábito leyendo policial negro y entré a la literatura contemporánea argentina —definición horrible— por ahí. Me encontré con Oyola, con Kike Ferrari, Ernesto Mallo. De ahí roté un poco y fui por Selva Almada, Gabriela Cabezón Cámara. Una vez, hace mucho, llamé a Abelardo Castillo para ir a sus talleres. Me atendió él, me empezó a hacer preguntas: si había leído a tal, si había leído a tal. A todas les decía que no, entonces me preguntó ¿y qué leés? y yo muy orgulloso le dije “literatura contemporánea argentina”, él hizo un silencio espesísimo —intuí que me había equivocado de respuesta— y me dijo: no, pero entonces no tenés que leer literatura en serio ¿cómo creés que la hacen todos tus contemporáneos?
FICCIÓN Y REALIDAD
Uno de los temas que más me convoca. De hecho el texto que estoy escribiendo en este momento habla un poco de eso. La primera imagen que tuve para escribir mi primera novela —Construcción de la Mentira— fue la de un actor, parado en un escenario, solo, en un teatro de no más de treinta personas, monologando, intentando desesperadamente que le creyeran lo que les decía. Intentaba sacarse la máscara y la pregunta era ¿hasta dónde uno puede llegar para demostrar que algo es real?¿existe lo real?
También pienso lo que vivimos ahora. Las primeras dos semanas no podía hacer otra cosa más que mirar las noticias en el televisor. Todo el tiempo, tenía que repetirme lo que estaba pasando, recordarmelo. Nos gusta la ficción, pero vivir en una nos aterra. Nos tranquiliza lo que es real, pero nos morboseamos cuanto más cercana a la ficción es: “lo que pasó en esa escena, pasó de verdad”, “esto está basado en hechos reales”, etc.
PASIÓN
Ver la pasión en alguien me conmueve. Me enamora. Relaciono la pasión con la búsqueda, con lo abierto, con estar incompleto.
A mí, la pasión es lo que me hace volver a vivir un día más. Levantarme de la cama, teniendo un propósito. Suelo construirme pequeños entusiasmos.
Por ejemplo, estoy en paz cuando encontré una lectura, tengo palabras que me contienen —como una especie de botiquín de primero auxilios—, sé que tengo unos días por delante en el que voy a deshojar a ese escritor o escritora y cada vez que me voy a dormir, sé que al otro día vas a estar ahí, esperándonos para seguir conociéndonos. Lo que pasa es algo espiritual y hasta físico.
OCIO Y TRABAJO
Una de las cagadas de la pandemia —por eso digo una— es haber perdido nuestro lugar de ocio que es nuestra casa. Tuvimos que reconvertirla en un lugar polifuncional donde el ocio convive en la misma baldosa que el trabajo. Odio cómo las redes sociales se llenaron de “fundamentalistas de la productividad”, cocinando, ejercitando, bailando, acomodando, etc, etc. Ni hablar de lxs chicxs. ¿Cómo le hacés entender que en este rincón de la casa hace 50 zooms y dos centímetros mas allá puede jugar con sus muñecos?
Muchas veces me encuentro diciéndole «dejá esa tablet que se te va a quemar la cabeza, inventá algo” y después tiene cuatro zooms por día, cambia figuritas con sus amigos por video llamada y habla con sus amigos por los auriculares mientras juega Fornite.
FAMA Y PODER
La fama es inofensiva al lado del poder. Y una cosa no te da la otra. Hoy la fama es instantánea, como un puré de papas en caja. Todos creemos que tenemos algo para decir, por eso el auge de los youtubers, influencers, etc. El tema es cómo se dice. El tema siempre es el cómo. Creo que nuestra generación —lxs que tenemos entre 30 y 40 años—, la guerra civil que tenemos por delante es la de comunicar. Cómo comunicar, qué comunicar. Me gusta ser testigo de esta etapa. Trato de ser responsable con las opiniones. Y creo que es muy necesario decir “no sé”, no conozco, no tengo las herramientas necesarias para opinar sobre eso.
El poder para mí, pasa por la literatura. Yo leo para ser libre. Tener un pensamiento independiente. Todo está en los libros.
LA MENTIRA
No existe la mentira. Tampoco la verdad. Existen los puntos de vista.
SIETE LIBROS
El primero es Glosa de J. J. Saer. Descubrí que todo es narrable. Desmenuza el tiempo en una historia tan simple. Dos tipos que caminan juntos 21 cuadras. Creo que en gran parte de la literatura de Saer pasa eso. Ahora pienso en Nadie, nada, nunca. En el libro Las tres vanguardias Piglia dice algo así sobre la literatura de Saer: es la narración de un instante cuando el instante mismo está sucediendo.
El segundo La vida breve de Onetti. Mucho Onetti. También El pozo. Pero en La vida breve comienza ese mundo ficticio —Santa María— y aparece por primera vez Díaz Grey.
El tercero Piglia. No sus novelas. Sus clases: Las tres vanguardias, Teoría de la prosa, Crítica de la ficción. Es el tipo más lúcido y concreto para explicarte algo. (Hablo en presente porque sigue vivo en sus párrafos).
El cuarto Niebla de Unamuno. Uno de las primeras novelas en romper la cuarta pared. Lo metaficcional me arrastra donde sea.
Quinto los Diarios de Kafka para tratar de entender la esencia humana
Sexta Silvia Plath. Sus diarios, La campana de cristal.
Séptimo Henry James. Los cuentos, las novelas cortas. Recomiendo leer sus notas y después leer los relatos o cuentos para saber cómo apareció la idea o la imagen en su cabeza y después cómo la desarrolló.
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