sobre «la última esperanza negra» de pedro yagüe / maría alejandra polinori

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LA ÚLTIMA ESPERANZA NEGRA de Pedro Yagüe (Cordero editor)

Me pregunto por el título y sólo puedo conjeturar. Yagüe nos habla del desencanto del presente, de lo que nos oscurece la visión y no nos deja percibir la realidad? Por eso la esperanza, si es que la hay, ¿es negra? Una realidad filtrada por las noticias, ¿enturbiada?, los sueños irrealizables, el miedo al fracaso, la realidad política y económica condicionando nuestras realizaciones. De eso y más trata esta novela, 4 historias ensambladas porque sus personajes viven en un mismo edificio, cuatro voces con sus tonos y estilos. Y también, cuatro historias de vida, porque el relato avanza y retrocede a medida que aparecen los recuerdos.

El encargado del edificio que llegó joven desde el interior, a trabajar a Capital y tuvo que modificar prejuicios y estereotipos para adaptarse a la “ciudad”. Su vida, alrededor de las rutinas de los habitantes del edificio y su preocupación, a veces excesiva, por sus necesidades.

El desamor y la soledad en la vida de una mujer, que para sobrevivir sólo puede recurrir al aislamiento y la medicación que calma la angustia. El misterio de la ausencia de su esposo.

Otra mujer, también sola, pero por otros motivos. Ex prostituta, pudo comprar su departamento y elegir a sus clientes. Con los años, descubrió que muchas veces, además de sexo los hombres necesitaban su escucha y sus consejos, por lo que, ya mayor, continúa oficiando de consejera para quien lo solicite. Y podemos ver su diario en el que relata estas visitas.

Y un sociólogo, profe de la facultad, acechado por sus recuerdos, inseguridades y la dificultad para terminar un libro. En sus peores pesadillas se ve a sí mismo “encogido frente al juicio de la multitud, escenario dinámico del mundo, legislador universal del corazón”. Asediado por personajes imaginarios que representan “campos enemigos” como el cultor de la cultura que le dice “en vos, chiquito, no hay competencias para la competencia, no hay renombre para el nombre” y otras atrocidades por el estilo. El recuerdo de su primera ponencia nos muestra a la academia en su peor faceta: la burocratización del saber, en una escena absurda, donde un panel de profesionales diserta para nadie, al sólo efecto de completar un renglón más del CV.

El presente de la novela transcurre en una ciudad de Bs As. en algún momento localizable de la historia argentina, con una inminente caída de un presidente, el dólar como moneda cuasi presente y las convocatorias a la plaza para una movilización más.

En el desenlace, una escena que los reúne a todos que quizá metaforiza la fragilidad de la que estamos hechos.

María Alejandra Polinori es profesora en Educación Especial y Lic. en Psicología. Docente en institutos de formación docente.

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