una cosa por otra / maría laura guisen

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Snoopy había sido el nombre, desde siempre. En cualquier momento llegaría.

Para mi próximo cumpleaños, el Dia del Niño o Navidad. Mis padres lo traerían escondido, aparentando ser una muñeca o un juego de bloques para armar.

                                                         *

—¡Sorpresa! —dijo mi mamá sosteniendo una caja de zapatos con agujeros en la tapa. Enseguida pensé que un perro, por más chico que fuera, no podría entrar jamás en esa caja. Levanté la tapa despacio. Era una tortuga metida en su caparazón, con una hoja de lechuga y medio zapallito. También varias cositas negras que, supe después, eran caca.

Manuelita vivía en nuestro balcón. Allí tenía suficiente lugar para moverse.

Podíamos estar con ella cada vez que quisiéramos. Yo no quería. Si le acercaba comida, escondía la cabeza. Si la llamaba, no venía.

Una tarde, decidí llevarla a la plaza de enfrente. La guardé en una carterita de Sarah Kay y cruzamos. Me encontré con los chicos del barrio y nos pusimos a jugar. A las escondidas, al elástico. Uno de ellos trajo una bici azul nueva. Supongo que por eso me olvide de Manuelita. Cuando volví a casa, guardé la cartera en el placard.

*

Cada vez que llegaban tarde de su trabajo, mis padres nos traían golosinas. Nosotros corríamos a saludarlos. Esa noche, trajeron otra cosa, aunque también en una caja de zapatos con agujeros en la tapa. Esta vez era un pollito. Parecía incómodo en su perímetro de cartón. Benito le pusimos, mi hermano y yo. En esa época él estaba únicamente interesado en los personajes de Titanes en el Ring o en unas tapitas planas con las que representaba a los jugadores de Newell’s y de Central. Pasaba horas encerrado jugando al cásico.

A las pocas semanas de su llegada, Benito se había transformado en un pato. Y tiempo después, en un ganso de plumas blancas que graznaba por el departamento. Me seguía a sol y a sombra. Mi mamá nunca pudo explicar esa mutación. Repetía que a ella le habían vendido un pollito.
El graznido de Benito enfermó a un canario naranja que teníamos en el lavadero. El pobre quedó pelado y mudo. Por esa razón, o por otras, Benito fue adoptado por una conocida que tenía patio y pileta pelopincho. Al menos eso fue lo que dijeron mis padres.

                                                              *

Después de Benito, siguió la saga de los hamsters y los cobayos. Fueron tres o cuatro. No recuerdo ninguno de sus nombres.

Uno de ellos se escapó de la jaula y cayó por el balcón desde el octavo piso. Otro se comió el cebo para las cucarachas que estaba debajo de la heladera. Las demás muertes fueron menos espectaculares. Tuvieron gastroenteritis o las enfermedades típicas de esos animalitos.

*

Mi cumpleaños número ocho fue en un salón infantil. Yo tenía flequillo, pelo lacio y un jumper azul oscuro con una remera blanca debajo. Esa precisión no se la debo a mi memoria, sino a una foto que todavía conservo. No miraba a la cámara. Miraba a una Barbie muy rubia con malla roja. Mi cara tenía una expresión que no logro descifrar. Una de las comisuras un poco torcida para abajo. La Barbie en una mano y la otra mano tocándole con un solo dedo, las piernas torneadas.

A la Barbie Malibú, la había traído mi abuela materna de un viaje a Estados Unidos. En Argentina aún no había Barbies. Mis amigas se turnaban para peinar ese pelo largo y brilloso, cambiarle la malla por vestidos hechos con papel glasé o restos de telas. Yo las dejaba. La Barbie Malibú había traído en su caja algo que se llevó todo mi interés. Un perrito blanco. Era de plástico brilloso y cabía en un puño. También en el bolsillo del guardapolvo, en el colectivo y en la carterita de Sarah Kay.

*

Una tarde después de la escuela vino Maia, mi mejor amiga, a jugar y a tomar la leche.

—¡Vamos a jugar a la Barbie! —fue lo primero que dijo apenas cruzamos la puerta. —¿Dale que la Barbie tenía un perrito, y el perrito hacia todo lo que ella decía?

La Barbie, comandada por Maia, ató al perrito con una cinta que había sido parte del babero de un muñeco Yolibel.

—¡Perrito corré rápido! ¡Comé! ¡A bañarse! ¡Quieto! ¡A dormir! ¡A la cucha! —ordenaba la Barbie cada vez más entusiasmada. El perrito se daba vuelta o se arrastraba sin control por los movimientos de Maia. A ella siempre le había gustado que le hicieran caso.

De repente le pregunté si quería tomar la leche. Creo que aceptó porque en mi casa había una bolsa enorme de Bocas de Dama, que eran sus masitas preferidas.

Con disimulo guardé al perrito en un cajón. Volvimos a la pieza y quiso retomar el mismo juego, le dije que seguramente el perrito se había perdido entre los demás juguetes, tan chiquito que era.

Maia se fue, y yo me quedé un rato con la Barbie en la mano. Ella le había puesto un vestido escoses con cuello blanco y le había hecho dos trenzas hermosas. Saqué la caja de fibras de colores que tenía en la cartuchera de la escuela. Le pinte la cara de azul, de verde, de rojo. Después busqué la tijera de la cocina y le corté las trenzas.

Mi mano buscó suavemente la manija del cajón del escritorio. El perrito estaba rodeado de útiles escolares y papeles usados. Le saqué la correa y lo puse sobre la palma de mi mano. La levanté despacio a la altura de mi boca.

—Snoopy, esta noche vas a dormir en el bolsillo de mi piyama violeta —susurré. —¿Sabías que tiene unos dibujos de la luna y las estrellas que brillan en la oscuridad?

María Laura Guisen nació en la ciudad de Rosario, Argentina, en 1973. Psicoanalista, ejerce su práctica en dicha ciudad.

Ha participado sistemáticamente y hasta la actualidad en diversos cursos, seminarios  y talleres de Poesía y Escritura  Narrativa.

Ha publicado Relatos cortos y Poesías en Revista Burak, Revista Ají, Emma Gunst y Revista Poliedro.

Curó y produjo el episodio “ Poesía y Psicoanálisis “ para el podcast de poesía “Orden de Traslado”, coordinado por Ezequiel Zaidenwerg.

Participó con la lectura de poemas de su autoría en el ciclo radial  “El barco ebrio” ( radio UNR)  en el segmento de poesía “ El elixir de las uvas” , producido y coordinado por Alejandra Mendez Bojonok.

Participó en la Feria del Libro de Rosario 2023,  en una Mesa de Lectura de Poesía organizada por CR Ediciones. 

Participó en el ciclo  de lectura “ El rayo verde” coordinado por Osvaldo Bossi. 

Ha publicado  el poemario “ Defensa Personal” con “Ediciones Liliputienses”, (Cáceres ,España) en el 2022  y con “Ediciones en Danza” ( Buenos Aires, Argentina ) en el 2023.

Redes sociales: @guisenmarialaura Instagram Guisen María Laura Facebook

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