Le exigen terror, sangre, muerte, incertidumbre, a partes iguales, una vez a la semana; si es posible, antes del miércoles.
Tal vez -se da cuenta demasiado tarde-, fue un error aceptar la propuesta de una revista digital de título tan negro. El correo electrónico con que se pusieron en contacto era un aviso que, con una sonrisa, se tomó a modo de ingeniosa broma. Que el texto lo encabezara un ¿TE ATREVES?, en negrita y mayúsculas, era una advertencia en toda regla que un buen abogado, carente de escrúpulos, vendería como prueba de un pacto de sangre.
Desde entonces, todos sus pensamientos derivan hacia lo oscuro en busca de inspiración, y se hunde entre tinieblas sin horario fijo, nocturnidad incluída.
La fiesta de cumpleaños a la que invitan a su hijo se convierte, en su mente polvorienta, en una vorágine donde el cuchillo, hambriento, no se conforma con hacer pedazos el pastel.
La revisión del vehículo en su taller de confianza es un derroche de ataques de toda clase de mecanismos sedientos de venganza, que atrapan manos, labios y pies, entre engranajes, de forma indiscriminada, con evidente placer.
Su mujer, preocupada por el tono rojizo en que se bañan sus ojos, con ánimo de distraerlo, lo manda a comprar pan a la tienda del barrio. Ignora las consecuencias, el número de víctimas que, inocentes, sufrirán embestidas, agresiones y asaltos en plena calle; las puñaladas que el tendero infligirá a la vecina del segundo antes de cortarle un cuarto de jamón.
En sus desvaríos, un escritor falto de inspiración, sin rumbo definido, resulta una seria amenaza, incluso para sí mismo, que las autoridades deben controlar, ¿no?
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