HYPOMNEMATA Y ESCRITURA DE SÍ, PARA UN ARTE DE LA VERDAD INCONEXA

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Este escrito presenta bajo la forma de un hypomnemata temas vinculados a las prácticas de sí estoicas, a partir de una relectura del curso de Michel Foucault La hermenéutica del sujeto, dictado en el Collège de France, en los años 1981-1982.

1. Llegar a ser el que se es, o llegar a ser lo que nunca fuimos. Alcanzarse a sí mismo como se alcanza una meta. Para la filosofía pagana de los griegos y los romanos de los primeros siglos de nuestra era, la relación con la verdad era una cosa muy distinta a la objetividad y universalidad, y a la ecuación epistémica moderna de separación entre sujeto-objeto. La ascesis de la filosofía pagana consistía en un entrenamiento para postularse a sí mismo como fin de la propia existencia, constituirse a sí mismo, proveerse de algo que no tenemos, algo que no poseemos por naturaleza. La identidad no está en el cuerpo ni en el alma, ni siquiera en el pneuma que es siempre diferente en cada inhalación y exhalación. A nuestra individualidad, formada esmeradamente por los saberes y prácticas de un gobierno de la individualización, le cuesta pensar en esa forma de ser sujeto que no responde con su identidad; sino por el contrario, con el ejercicio de ir constituyendo una. Es preciso adquirir algo, proveerse de lo que no se tiene para resguardar ese sí mismo. Ese equipo o esa provisión es lo que los griegos llamaban una paraskeue, un equipamiento para estar preparados en el futuro, respecto de los acontecimientos imprevistos de la vida. ¿De qué está hecho ese equipamiento, esa armazón? De discursos y verdades que el sujeto toma para sí, de los que se apropia y guarda para sí, que memoriza, que atesora en un lugar, a fin de recordarlos cuando sea necesario y transformarlos así en principios de acción. Si esas verdades son lo que permiten al sujeto convertirse en sí mismo ¿no estamos hechos sino de verdades, de florilogios, de fragmentos de letras de canciones?

2. ¿Qué hacemos con nuestro pensamiento, hoy que nuestros modos de vida son frenéticos, donde lo íntimo y lo público no encuentran sus propios bordes? La historia de las relaciones entre sujeto y verdad en el pensamiento filosófico occidental ha invisibilizado parte de nuestra tradición; y entonces cuando leemos que los estoicos hablaban de meditación, nos representamos una suerte de epojé del pensamiento, de pausa, de intentos por no pensar en nada más que en ese soplo que una tradición más lejana a la nuestra, exóticamente, nos ha prestado. Pero la meditación en la filosofía pagana gravitaba en ejercicios de pensamiento, que no consistían en frenar el flujo de nuestras representaciones, ni en la exégesis de qué quiere decir un texto en particular. Sino de apropiarse de un pensamiento como verdad, para tenerlo disponible. No consiste, como para nosotros, en el juego del sujeto con su pensamiento, sino en el juego efectuado por el pensamiento sobre el sujeto mismo: un pensamiento que lo transporta a otro lugar, que lo desplaza con respecto a lo que hasta ese momento es. Acaso Foucault siempre haya estado buscando ese ejercicio en sí mismo, “no se trata de reafirmar lo que ya se sabe, sino de saber hasta qué punto podemos pensar distinto de como pensamos”. O “cuando escribo lo hago para transformarme a mí mismo”: extravío del que conoce, y por qué no, del “individuo” y de su “interioridad”.

3. ¿Seremos una trama o tejido material, de todas aquellas proposiciones que alojamos en nuestra memoria, de todos esos discursos de verdad que, a la vez, son principios para conducirnos cada vez que la vida resulta inesperada, que nos se nos presenta con incertidumbre, que nos deja desvestidos de nuestras seguridades? Esas verdades nos prestan un auxilio, en cuanto podemos disponer de ellas. La meditación es ese ejercicio del pensamiento sobre sí mismo, que puede alcanzarse mediante la lectura, pero también mediante la escritura, produciendo una circularidad entre ellas. La escritura como entrenamiento de sí tiene, como lo llamaba Plutarco, una función ethopoiética: es una técnica de trasformación de una verdad en ethos. ¿Cómo situarse ante sí mismos, mediante el auxilio de discursos atemporales, recogidos de distintos lugares? Los hypomnemata eran cuadernos de escritura o  libros de vida: en ellos se registraban citas, fragmentos de escrituras o pensamientos del propio espíritu. Constituían una memoria material de las cosas leídas, oídas y pensadas, y se atesoraban en páginas desordenadas y heterogéneas. Se encuentran regidos por dos principios, como sostenía Séneca: por las verdades locales de sus sentencias y por el valor circunstancial de sus usos. Como ejercicio en el pensamiento, la escritura de sí no tiene como fin decir lo indecible, revelar lo oculto o hacer aflorar algo inconsciente; sino captar lo ya dicho, reunir lo que se ha podido oír o leer, relanzar la meditación, como parte de esas tekhne tou biou o técnicas de vida, cuyo fin es –nada menos– que la constitución de sí mismo. La escritura de sí es la transformación de sí mismos por la verdad de la que nos proveemos. Y como es preciso constituir, en lo que uno escribe, su propia alma, se trata de una práctica regulada y voluntaria de la disparidad, un arte de la verdad inconexa, donde los fragmentos constituyen un corpus, como el propio cuerpo de quien, al transcribir sus lecturas, se las apropia y hace suya su verdad: la escritura transforma las palabras en nuestra piel y nuestra sangre, en las fuerzas y potencias que agrupamos en torno a nosotros mismos, para llegar a ser los que somos.

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