
Violencia invisible en nuestra vida cotidiana
46 años del aniversario del 24 de marzo
La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido
Milan Kundera
Es un sábado caluroso, va terminando la tardecita, y las calles de Carlos Paz están inundadas de personas que pasean en un gran shopping a cielo abierto. Las heladerías explotan igual que el agobiante calor a las siete de la tarde.
La principal de la villa, mezcla de Mar del Plata con Miami, lugar de veraneo para los habitantes de la provincia y aledañas. Como en todas las ciudades, también aquí hay personas en situación de mendicidad, tal el caso de una mujer de gran tamaño, sentada frente a una vidriera que en su falda sostiene a un pequeño. Apela a la buena voluntad, pide que la ayuden porque tiene tres hijos. Caminamos casi indiferentes frente a esa otra vidriera que nos escupe la realidad que amenaza con agravarse. El sofoco del calor se ve interrumpido de golpe por la voz enardecida de una mujer bien vestida que le escupe a viva voz: “Andá a trabajar”. ¿Qué tan ajenas nos son esas expresiones de odio con las que convivimos en nuestra vida cotidiana?
Este 24 de marzo no olvidamos un nuevo aniversario del mayor genocidio del siglo XX en nuestro país. Un día en que, luego de la pandemia, recuperamos la posibilidad de salir a recordar poniendo nuestros cuerpos en las calles.
Aún parecen estar resonando las palabras del odio que se mantienen latentes en nuestra sociedad. El discurso capitalista nos atraviesa, nos penetra, nos consume. Lacan daba algunas precisiones respecto de un discurso que rechaza todos los campos de lo simbólico y deja de lado las cosas del amor. ¿De qué amor se trata? En el lazo con el otro se escribe el deseo, ese que nos causa, nos somete, nos estimula, y toda una variedad de relaciones y sus vicisitudes que se tejen en nuestra lengua, donde el otro se hace presente, tal como nos lo hizo ver Freud en el Malestar en la Cultura. Existe una violencia cotidiana casi invisible. El odio hace parte de nuestras relaciones en su mixtura con el amor. Pero vemos que el capitalismo en su versión neoliberal ha borrado el amor de las relaciones sociales que se encuentra con algunas expresiones como agresividad, individualismo, empuje a un consumo ilimitado. Esa doctrina impuesta para beneficiar al capital financiero se inauguró en 1976 y se impuso en toda la región a punta de pistola.
Este 24 de marzo escuchamos en la plaza, con mucha atención lo que tienen para decirnos las Madres, que continúan luchando por el esclarecimiento. Escuchamos la sabiduría de estas ancestras, Elia Espin, Mirta Baraballe y Nora Cortiñas, que vinculan la historia con nuestra actualidad. No es un día para recordar y reivindicar a los 30 mil como un hecho estático, sino que estas mujeres nos traen el lazo social. “O lloro o lucho” nos sacudió Elia Espen, en una misiva potente que lejos está de la circunstancial debilidad que la aqueja. Mirta Baravalle también nos trajo la desgarradora escena donde se llevaron a su hija Ana frente a su mirada atónita, dijo, no pude llorar, me puse a buscarla. Nora Cortiñas completó la secuencia. “Hoy estarían los 30 mil y muchas cosas no pasarían, estarían al lado de ustedes, luchando con todas sus fuerzas. Seguramente no aceptarían al Fondo Monetario Internacional… Seguimos extrañándolos todos los días. Gustavo era de la JP y Montonero”, afirmó con énfasis, “como todos los que lucharon de otras organizaciones, estaban volcados a querer al pueblo y nos dejaron esa herencia”, agregó, “los desaparecidos y las desaparecidas son del pueblo, no son solo de las Madres. Si ellos estarían acá dirían: No a la megaminería, No a la entrega de la soberanía, los ríos son nuestros, la tierra es nuestra, y el agua es nuestra…seguiremos con las banderas en alto defendiendo a la patria, todos los que votaron el acuerdo con el Fondo Monetario son traidores al pueblo”.
La historia es ese hilo invisible, esa suerte de continuidad que nos habita, así lo muestra con tanta claridad el discurso de las Madres. La historia personal es parte de la historia colectiva, tal como lo expresan desde hace 46 años. La reivindicación de la memoria, la verdad y la justicia es el antídoto para evitar el sometimiento. Nuestra actualidad también parece tener ese hilo de continuidad donde la historia sin fin se repite, se perfecciona de distintas maneras. La retórica se depura, se refina, contiene un odio que parece visceral, ese que no puede conmoverse con el sufrimiento ajeno, ese que busca extirpar de nuestra vista a quienes menos tienen, barrerlos debajo de la alfombra, hacerlos desaparecer, con esas palabras que criminalizan el reclamo por sus derechos.
El odio de los asesinos aún habita entre nosotras y nosotros. Memoria y violencia parecen tener una suerte de continuidad en la historia de los pueblos donde las desapariciones de ayer, se actualizan en los barrios populares con hambre y exterminio que afectan en mayor medida a las y los jóvenes. Las políticas de la memoria se convierten no solo en el anhelo de esclarecimiento de los crímenes de ayer sino en la prevención de su continuidad, que aún no cesa.
Vivian Palmbaum es Psicoanalista, integrante de Escuela Abierta de Psicoanálisis, activista de Propuesta Tatu, del Movimiento por la Salud de los Pueblos y de la Campaña Plurinacional en Defensa del Agua.
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