
La primera vez que mi mamá fue a ver una película sobre la dictadura no aguantó las ganas de llorar y tuvo que salir, estaba con dos amigas. Nadie le preguntó nada.
Yo siempre supe que tenía a mi abuelo paterno desaparecido, no me acuerdo cuando me lo dijeron, pero sé que fue ella. A veces el dolor es muy fuerte y es difícil tocar algunos temas, con mi viejo no lo pude hablar hasta mucho tiempo después.
Todos los 24 de Marzo de mi infancia mi mamá me decía «hoy en la escuela tienen que hablar del 24». Solo una vez en octavo grado le dije a la profesora de ciudadanía si íbamos a hablar de la fecha y me dijo que no había ido preparada para eso. Entiendo que ella era colombiana, que quizás esa fecha no la interpelaba, igualmente intentó decirnos algo. No la dejé, la interrumpí mil veces, me acuerdo de esa sensación de querer hablar, de contar todo eso que en casa estaba tan presente y en la escuela no. Nunca les conté a mis compañerxs de primaria que mi abuelo estaba desaparecido, nunca me pareció algo especial o que le pudiera interesar a alguien. En la secundaria lo mencioné cuando elegí la carta de Walsh para una exposición, pero tampoco me detuve mucho. Ese año, sin embargo, llevé unas fotos de mi abuelo y de la prima de mi mamá, lxs dos desaparecidxs para pegar en la cartelera. Me acuerdo que una preceptora se encargó de ponerlas y me miró cariñosamente, como diciéndome «para mí esto también es importante», estábamos un poco solas. En ese momento sentí una especie de deber que nunca había tenido antes. Aparecieron las miradas cómplices con mis profesores, los que pensábamos parecido, los que creíamos que era importante hablar de política, que sentíamos que el 24 de Marzo no era un acto más, que todavía había disputas que quedaban por dar. Y quedan.
Hace dos años conocí a un montón de compañeras y algunos compañeros que tienen a sus abuelxs desaparecidxs, ya no me siento más sola. También mi papá pudo empezar a hablar. Busco información en todos los archivos que encuentro, se la paso, corregimos algunos datos que están mal. Señalizamos la calle de la casa de mi infancia, en la que secuestraron a mi abuelo, hablamos con los vecinos, les contamos quién era él, les preguntamos si lo conocieron. También mi abuela habla, como puede nos cuenta cómo era, su militancia. El otro día leí en un archivo su fecha de nacimiento, no la sabía, siempre pensamos en la fecha de desaparición, ahora también sé su cumpleaños. No pierdo la esperanza de contactarme con alguien que lo haya conocido como militante, como compañero. Cada dato me hace sentir que estamos más cerca, que lo hacemos más presente. Es llenar un poco ese silencio tan grande que nos dejaron. Mi mamá también busca información de su prima. A veces se le quiebra la voz porque ella vivió el silencio. Hoy puede gritar los tres «ahora y siempre» sin llorar.
Ana Tauil es socióloga. Integrante de NIETES
2 Respuestas
Andrea
Gracias Ana por tus palabras. Gracias por sostener la busqueda de justicia. Te abrazo con fuerza
Cecilia Naumec
Ana hermosa! Que emoción leerte con tu bandera en alto! PRESENTE!!