ADICCIONES EN TIEMPO DE PANDEMIA

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Se me ha dado la oportunidad de resguardarme un poco escribiendo. La consigna fue explícita: adicciones. En tiempos donde nuestra mirada y nuestros cuerpos están afectados por el coronavirus, esta sugerencia me ha hecho reflexionar bastante, puesto que hoy nuestra vida está recorrida por dos significantes prevalentes: encierro y restricciones.

Inmediatamente se impone una pregunta: en tiempos de pandemia, ¿qué destino tienen las adicciones? Si estamos viviendo el “acordeón de las restricciones”[1] fundado por la serie de medidas que regulan otro modo de vivir, ¿ello tiene alguna incidencia en las toxicomanías?

Efectivamente, como se infiere de la lucidez que siempre nos acerca Eric Laurent, hay un estallido en las vida de las personas, de un real traumático imposible de contabilizar, en tanto cada uno tendrá o no su modo de tramitarlo. Se habla de un “real sin ley”, arbitrario, que irrumpe sorpresivamente, empece la futurología que nos anticipaban otros países, meses atrás. 

Las adicciones nos conducen a pensar en los excesos. También la estructura  misma del capitalismo conlleva a un exceso o proliferación de objetos a ser consumidos. Como lo señala el filósofo coreano Byung-Chul Han[2] “…Los peligros no acechan hoy desde la negatividad del enemigo, sino desde el exceso de positividad, que se expresa como exceso de rendimiento, exceso de producción y exceso de comunicación (…) A causa de esta sociedad tan debilitada inmunológicamente a causa del capitalismo global, irrumpe de pronto el virus.  Llenos de pánico, volvemos a erigir umbrales inmunológicos y a cerrar fronteras”.

Encuentro aquí el contrapunto: se habla de adicciones generalizadas, de globalización del mundo y ahora llega esta pandemia que nos acecha como un enemigo (que puede ser el otro y uno mismo, potencial). Jugando un poco con los significantes, la “viralización” hoy afecta al mundo y a la vida cotidiana, donde también se han instalado las restricciones a las que estamos todos sometidos, salvo excepciones.

Hay un exceso que toca las adicciones y también a una pandemia, como se lo sindica en su definición misma: “abundancia excesiva de algo que se extiende de modo repentino”. De hecho, algunos programas políticos y antiguos paradigmas,  hablan de “la epidemia de las drogas”, y “la guerra contra las drogas”. Entonces se impone una sintonía entre ambas, adicciones y pandemia (más prolífica y excesiva que la epidemia) que nos conducen a analizar sus cruces y bifurcaciones.

El adicto sufre de encierro y restricciones. Su goce lo confina a un aislamiento o sólo le permite hacer lazos con otros con los que comparte la misma sustancia o práctica y se encuentra por lo tanto, limitado en su capacidad de vivir y desear. Porque el goce del toxicómano nada tiene que ver con el deseo y el placer que nos abrocha a la vida. Por otra parte, algunos tratamientos apuntan a prohibiciones y restricciones, aunque éste no sería el caso del psicoanalista, que ofrece un trabajo que va a contramano de la práctica toxicómana caracterizada por el rechazo del inconciente y de aquellos límites que nos impone una función vital, a la que estamos afectados todos aquellos que habitamos el lenguaje.

Este es un momento muy especial e interesante. Algunos viven la pandemia como una coartación de la libertad, encuentran en el: “¡cuidate y cuidá!” un imperativo insoslayable.  Otros sujetos, naturalizan el “quedate en casa” y logran ser obedientes a lo que se aconseja en diferentes espacios psi: tener una rutina, plantearse metas, pensarlo como algo transitorio, entre otros tips. Algunos más, realmente se desmoronan, caen en un abismo angustiante por no poder seguir gozando como antes: de un deporte, de una sustancia, de una práctica. Hay desestabilizaciones que conmueven toda la estructura de un sujeto y sienten la inminencia de la muerte hasta en el aire que respiran. También están quienes ven en ésto una ocasión para preguntarse: ¿cuál casa? Consigna que obliga a muchos a detenerse y armarse su casa para protegerse, si es que tienen la fortuna de tenerla, porque también están los excluidos del sistema.

Nos toca a los practicantes del psicoanálisis, estar a la altura de esta época (como de otras anteriores) y reinventarnos. En las consultas on line, porque ya no podemos poner el cuerpo, también aparecen sujetos ya no tan preocupados por ese único objeto al que se encuentran adheridos (juego, sustancias, alcohol), sino que su pensamiento gira en torno a un nuevo exceso que se impone, silencioso y omnipresente: “podría infectarme”, “el virus está en todas partes”.  Se escucha también sujetos que unos días atrás quedaban hipnotizados frente a las “máquinas tragamonedas” y hoy miran con horror –el espejo que espeja– las colas de autos para entrar a los casinos de un domingo en la noche.

En definitiva, es la subjetivización de esta viralización, la que corre por cuenta de cada uno.

Si bien lo singular opera en la metabolización de este real insoportable, considero que los trabajos colectivos, desde los estados, las instituciones educativas, de salud, las psicoanalíticas, podrían conducir a encontrar modos de tratarlo, para una vez más, a lo largo de la historia de la humanidad, inventar o hacer algo con los estragos que producen los excesos y el goce solitario.


[1] Eric Laurent: “Coronavirus: El Otro que no existe y sus comités científicos”. Blog de Zadig en España, marzo 2020.

[2] Byung-Chul Han: “La emergencia viral y el mundo de mañana!”. El país, 22 marzo 2020.

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