feminismo, culpa y desinformación / lucía martínez palladino y zoe zink

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Feminismo, culpa y desinformación ¿Qué pasa con el peso de la sororidad?

Lic. Zoe Zink y Lic. Lucia Martinez Palladino.

¿Se puede ser sorora con todas las mujeres? Se considera que la respuesta es no. No se puede ser sorora con todas las mujeres, y esto es algo que desde los feminismos está interiorizado y comprendido. Ahora bien ¿Por qué genera culpa no ser sororas con todas las mujeres?

La culpa en el psicoanálisis

En principio, se recordará brevemente como es teorizada la conciencia de culpa y la conciencia moral desde la práctica psicoanalítica. Basándose en la obra freudiana, el padre del psicoanálisis plantea cómo en un primer momento, en lxs niñxs aparece una tensión entre su satisfacción pulsional y el amor del otrx, quedando en una encrucijada entre una opción u otra excluyéndose entre ellas. Luego en un segundo momento, una vez internalizados los mandatos y la conciencia moral debido a la constitución del Superyó, el conflicto se posiciona entre la satisfacción pulsional y el amor del Superyó. Se puede decir entonces que, en este segundo momento, en el cual se permanecerá de allí en adelante, en el sujeto emergerá la conciencia de culpa cada vez qué su satisfacción pulsional no condiga con el imperativo superyoico no siendo necesaria la concreción de esa satisfacción para que la culpa se haga presente. 

En El malestar en la cultura, Freud expone tres fuentes de sufrimiento, la naturaleza con sus fuerzas hiperpotentes que nos exceden, el propio cuerpo y el lazo con lxs otrxs. Ante estas tres fuentes, el sujeto tendrá que operar sus pulsiones de modo que irá renunciando a ellas para encontrar salida al malestar. A su vez, explica la importancia de la conciencia moral dentro de la vida en sociedad y como esta llevará a la renuncia de las pulsiones sexuales y agresivas que luego desembocará en un sentimiento de culpa.

Entendiendo esto último, y leyéndolo desde el rol de la mujer en la sociedad a lo largo de la historia se puede decir que el hecho de estar relegadas a la esfera privada, tuvo como consecuencia un mayor repliegue de las pulsiones sexuales y agresivas. Por lo tanto, quedando en la esfera pública, habitada a lo largo de la historia en gran parte por varones hetero cis, mayor oportunidad para expresar y vivir su sexualidad y agresividad.

A partir de lecturas más actuales, desde Silvia Bleichmar (2016) se pueden pensar diversos conceptos relacionados con el sentimiento de culpa. En principio, la autora define el sentimiento de culpa no solamente como el ataque hacia el otro sino también hacia las acciones que no se realizan, provocando, posiblemente, la destrucción de ese otro. Se conjugan el amor propio del ideal del yo con el amor al otrx, considerándose amado en la medida en que no se rechazan las acciones impuestas por ellx otrx. Comprendiendo esto, se logra pensar la moral derivada de la renuncia de acciones y deseos. Freud definió dos fuentes de moral, la primera en consonancia con lo pragmático, y la segunda en relación al temor a perder algo del orden del narcisismo y del propio goce. Se puntualizará la moral pragmática, entendiéndola como aquellas justificaciones que se dan para no incurrir en ideas que apelan a consecuencias socialmente inaceptables.  Mientras que el superyó, se sabe, carece de dichas premisas constituyéndose de imperativos categóricos fundados por otros.

Sororidad en la teoría feminista

Se entiende a la sororidad como un aspecto fundamental de la política feminista basado en la solidaridad entre mujeres, reconociéndose y acompañándose contra el sistema opresivo y siendo de vital importancia para el sostenimiento de unas a otras. Marcela Lagarde expresa que “(…) la sororidad emerge como alternativa a la política que impide a las mujeres la identificación positiva de género, el reconocimiento, la agregación en sintonía y la alianza.” (Lagarde, 2021, p. 125). Es preciso recordar que la etimología de la palabra sororidad deriva de soror que significa hermana, y así también entender que el termino sororidad nace del movimiento feminista, es decir, sin feminismos no podemos hablar de sororidad. Ser compasivas con otras mujeres, ayudarnos, entendernos, querernos, no siempre se da bajo el manto de la sororidad, esto puede darse en función de intereses particulares. 

Así mismo, Lagarde también define a la sororidad como la “(…) amistad entre mujeres diferentes y pares que se proponen trabajar, crear y convencer, que se encuentran y reconocen en el feminismo, para vivir con un sentido profundamente libertario” (Lagarde, citada por Pérez, 2009, p. 3), importante subrayar la parte de “se encuentra y reconocen en el feminismo” dado que a lo largo de la historia los encuentros entre mujeres fueron propiciados dentro de esferas privadas en común unión de un objetivo ajeno a cambios políticos (dígase encuentros religiosos, trabajo vecinal, etc.) en pos de nuevos derechos a conquistar. 

Para que se pueda hablar de sororidad, Lagarde anuncia la importancia de la existencia de intereses comunes, con esto refiere a un bagaje compartido para poder encontrarse en sororidad. Denuncia una confusión al creer que el identificarse como mujeres crea bases suficientes para considerarse en sororidad. Si bien se encuentran por fuera las ideologías políticas partidarias, de clase, etc, la antropóloga afirma que la base epistemológica de los paradigmas feministas deben ser el primer interés común y ese es erradicar las formas de violencias contra la mujer. Entendiendo así, los intereses comunes no siempre están a la vista y son característicos de cada territorio. En cuanto a esto último se podría decir que, por ejemplo, en Argentina los intereses comunes de los feminismos no son los mismos que en Afganistán, comprendiendo que aquí se lleva otras luchas ganadas contra el sistema opresor del patriarcado y se han logrado grandes avances en materia de derechos humanos como pudo ser la legalización del aborto en 2020,  mientras que en Afganistán la “Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán”, entidad que da nombre a los feminismos de aquel país, aún se encuentra en plena lucha de derechos considerados básicos en pleno 2022 en Argentina, como estudiar, trabajar y salir solas a la calle.

Comprendiendo las grandes disputas a nivel de derechos humanos que han sido batalladas por mujeres, la sororidad es una herramienta de unión con la que se cuenta para enfrentar la misoginia, no solo desde los aconteceres exteriores sino también entre mujeres. Lagarde plantea que enfrentar nuestra propia misoginia es una acción voluntaria y consciente. 

La falsa sororidad

Desde este punto, como manifestación epocal se puede pensar la influencia de los medios de comunicación y su intención por definir diversos actores sociales. Es de público conocimiento la gran cantidad de horas de aire que se han dado a los temas de género en los diferentes medios de comunicación, apelando a la gratificación de ver la marea verde en la calle o las convocatorias de “Ni una menos”, como así también la intención consciente de querer estigmatizar a la mujer que milita en la calle. Sobre este punto Lagarde nos advierte la intención de querer comparar entre “las mujeres” y “las mujeres feministas” en un intento por desidentificar a las feministas, a lo cual le da el nombre de estigma. Sobre este discurso se han escuchado diversos llamados que se autodefinen sororos o “de apoyo a las mujeres” que nada tenían que ver con un encuentro real con las problemáticas que aquejan al colectivo. Noticias periodísticas definieron la sororidad como el sentimiento que nace a la hora de darle el asiento a una embarazada o la amistad de mujeres que ni siquiera son amigas. Esos discursos, lejos están de enunciados que cambien el paradigma patriarcal o que incorporen sentimientos de unión en objetivo de intereses comunes. Por el contrario, parece reformular los vínculos entre “las mujeres”, entendiendo que el camino de la mujer en el ambiente público es irrefrenable, por lo tanto buscan adoctrinar la conducta con consignas básicas de convivencia disfrazadas de enunciados posmodernos. 

Estas bajadas de línea tienen la intención de confundir o banalizar el término sororidad provocando así un desdoblamiento a la hora de accionar en situaciones cotidianas de la vida de las mujeres feministas, y de esta manera apaciguar la agresividad propia pulsional y sostener la pasividad de la mujer, quitándole peso político a un concepto que pondera la unión en lucha de mujeres por un interés común. Si por unos segundos, los anteojos de género (como dice Lagarde) se corrieron unos centímetros, muchas veces la sororidad termina siendo una vara de moralidad casi imposible de sostener, por los pesos de las definiciones erradas. 

Silvia Bleichmar (ob. cit.) se refiere a la forma en la cual una ideología se puede ir inscribiendo para producir culpa, específicamente cuando se toma la teoría como ideología convirtiéndose así en culpabilizante y estigmatizante, esto quiere decir que la ideología se apodera de la teoría impidiendo el pensamiento genuino apelando ahora a inscripciones sociales concebidas desde el lado de los enunciados de la conciencia moral. Si bien, sostener el feminismo forma parte de una ideología basada en la igualdad de género, la teoría feminista sienta las bases de conceptos claves a la hora de hablar de feminismo. La sororidad es uno de ellos el cual, mal interpretado desde diversos discursos políticos, logra generar aquel estigma que lleva a la desidentificación de “la mujer feminista”.

Entonces, la culpa generada por no ser sororas no responde a la sororidad concebida desde la propia teoría feminista sino a la falsa conceptualización del término que nos es impuesta a través de discursos políticos por la sociedad y reproducida por los medios masivos de comunicación con el fin de mantener las pulsiones sexuales y agresivas supeditadas a modos donde prepondera la pasividad, y disfrazar conductas del orden del bien común con términos feministas.

 Con esto buscamos hacer una reflexión crítica sobre el peso que estamos dejando que tomen discursos que no adhieren a lo propio de las conceptualizaciones feministas. Entendiendo el costo subjetivo que conllevó desprenderse de viejos mandatos patriarcales, parece injusto dejar en manos de los medios de comunicación apoderarse de nuevos conceptos que vienen a intentar liberarnos y unirnos, antes que encerrarnos y domesticarnos. Debemos entender que responder a un pedido televisivo de compañerismo entre mujeres no tiene validez sorora si este mismo no defiende los intereses comunes feministas. 

            La sororidad se ejerce en pos de aquellas acciones que desemboquen en la igualdad de género, todo lo demás forma parte de los acuerdos comunes de convivencia. 

Bibliografía

Lucia Martínez Palladino: Soy psicologa con perspectiva de género y feminista. Me encuentro en constante formación. Soy una apasionada de mi profesión. Trabajé en proyectos de inclusión en varias escuelas. Hice mi práctica de acompañante terapéutica en el Hospital Infanto- juvenil Dra. Carolina Tobar García en el sector de internación. Hago teatro pero no soy actriz, es mi cable a tierra y segunda terapia. Me defino como una militante del deseo. Junto con Zoe Zink creamos @abriendocharla, un espacio de reflexión y debate. 

Zoe Zink: Zoe Zink nació en Belén de Escobar en 1995. Se crio en el mismo patio en donde jugaba su padre. Paso por cinco escuelas diferentes, llegó a la facultad y se recibió. Es psicóloga. Transitó varios voluntariados, entre ellos Salud Comunitaria, Educación Popular y proyectos teatrales. Trabajó de kiosquera, call center, niñera y asistente en colonias de verano. Hace cinco años la adoptó la Ciudad de Buenos Aires, cuatro años que trabaja en escuelas, paso por tres departamentos, dos choques en bicicleta, un gato, mil historias. Junto con Lucia Martinez Palladino crearon @abriendocharla, un espacio de reflexión y debate.



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