hay que contarlo otra vez / agustín peanovich

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Pensar la imagen de una mujer que piensa en la hija.

Ya cesó el dolor de tener una picana entre las piernas,

pensar en la imagen que asciende hasta las aguas

donde los muertos ya no flotan,

pensar las palabras del señor que va a la iglesia

y pide que vuelva la dictadura.

Los pasos de los guardias y los gritos secuestrados

penetran las paredes de este sótano,

piensa el paradero de su hija

encapuchada,

aguarda la forma de la próxima tortura.

Ahora sí Dios es un túnel donde volcar el llanto

y el perdón de haber sido olvidado,

ahora sí Dios es el tronco que pasa

y la sujeta en el río.

Quiere creer que no habrá violación,

escucha los cerrojos y el torturador ingresa alcoholizado,

no nombrará a quienes ama,

con quienes hacía la revolución.

Hay fotos imaginarias,

regresará a su infancia,

aprieta la lengua contra el paladar

y le llega el sabor,

del pastel de papas con comino,

que le hacía la abuela.

Aún no hay certezas de su hija,

después pensará en el discurso que dirá ante los secuestradores,

conservará un día más, la vida.

Se arrepentirá de haberse inclinado lo suficientemente…

y no haber entendido el mensaje del General:

“pacificación y una Argentina unida”,

¡unidas las pelotas los militares se cagaron en todo!

Ahora comprendía que el General vio diez años antes

la década sangrienta en la que se viviría.

Pensar en una idea fija y repetitiva como estrategia,

pensaba en sus dos amores para soportar,

y cuando el dolor la desvanecía,

nacían desde el aire los ojos de su madre,

y con ellos el millón de miradas,

al dormir

al sonreír

al compartir

las que habían fraguado sus sentimientos.

Unos minutos después,

solo tiempo después,

las torturas matarían de por vida su alma.

Agustín Peanovich nació en Venado Tuerto en 1989. Desde el 2012 vivió en Rosario donde colaboró con la revista de literatura El Corán y el Termotanque hasta el 2017. 

En el 2018 regresando a su ciudad creó el programa de política cultural: @ElArteDelBuenDecir, en Radio Ciudad.

Nunca abandonó la actividad poética, mucho menos de militar la cultura. Actualmente es estudiante de historia.

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