Tras numerosas semanas de encierro, parece divisarse una pequeña luz al final del túnel, o eso anuncia el gobierno, sin poner demasiado empeño en esconder que los motivos económicos apremian, y han provocado que todo el proceso de desescalada se precipite, para mi suerte.
Jamás había cumplido una condena ni, mucho menos, me había visto privado de mi preciada libertad. Ni siquiera llegué a plantearme nunca cómo debía resultar la vida entre rejas. Imagino que estos dos meses tampoco debería compararlos a un encierro en una celda de castigo, al fin y al cabo he estado con mis dos amados hijos y mi querida esposa, en nuestra confortable vivienda con terraza y todas las comodidades de las que, una afortunada y feliz familia de clase media, puede disponer. A iniciativa de Marta, hemos exhibido las más amplias sonrisas de nuestros respectivos catálogos, en las numerosas fotografías que de los cuatro se han compartido a través de las redes, o participando en multitudinarias video conferencias con parientes y amigos.
Es la era de las apariencias, de fingir hasta la extenuación a cambio de un estatus o de una reputación que, en momentos como el que estamos atravesando, de bien poco sirven, pero que nos siguen encadenando al feroz mandato del “qué dirán”, a cambio de una ególatra y ficticia sensación de supremacía. Sí, me siento prisionero de la idílica proyección de felicidad que nos hemos obstinado en interpretar, y me asfixia.
La infidelidad en tiempos del coronavirus es una práctica poco gratificante. Por un lado me veo obligado a habitar en esa bucólica, y a la vez maldita, “Isla pandemia” que mi esposa ha construido, con mi total colaboración para exponerla, orgullosa, ante los ojos de cualquiera que quiera husmear en nuestras aireadas interioridades. Por otra parte, sé que al otro lado del ordenador, hay una bomba de relojería, en forma de amante despechada, que se envenena con cada nueva estampa que, de nuestra familia, Marta comparte con el mundo, en su estratégico movimiento de marcar terreno ante la opinión pública y de herir a la colaboradora necesaria de mis deslealtades. Una lucha de titanes, cuya contraposición de fuerzas puede resultar más devastadora que la peor de las catástrofes naturales.
Mientras esposa y amante se enzarzan en un sutil y sibilino combate en las redes, con mensajes subliminales y amenazantes declaraciones de intenciones encriptadas, yo me aferro a mi papel de perfecto padre, mientras enfermo por las vergüenzas y miserias que, este pequeño virus, se está encargando en sacar a flote. Aplaco los nervios corriendo en la cinta estática y bajando a comprar al supermercado, espacio que jamás antes había pisado, con tanta asiduidad como ahora lo estoy haciendo, para huir del engañoso confort que se obstina en fagocitarme hasta haberme succionado el alma, y de la terrorífica guerra que se está librando mientras yo finjo no estar enterándome de nada.
Mi oasis y remanso de paz lo encuentro a la hora de la hacer la compra, única válvula de escape que he sido capaz de hallar en estos pandémicos y caóticos tiempos. Y más desde que, a la hora de pagar, hago cola en la caja número seis, dónde una enmascarada muchachita de ojos vivarachos y cabellos recogidos en una graciosa coleta, me atiende con tal devoción y amabilidad que me está reconciliando con el género femenino y, es por ello que hoy he insistido en que intercambiáramos nuestras direcciones de correos electrónicos. Esta noche le escribiré.
8 Respuestas
Joan Català
Genial el cierre abierto de la historia.muy buen broche!
Soraya Vidales .
Fascinantes letras
Me encantó y espero saber su desenlace
Felicitaciones …
Realmente Me
Maravillosa Novela y más en estos tiempos de Pandemia … Se hacen sus letras completamente reales !
Javier Aguirre
Círculos viciosos, como la vida misma…¡A la espera de nueva trilogía!¿Tal vez ya iniciada en la cola del súper?..
Marta Pardos
Tres experiencias de un mismo confinamiento…
Ideal lectura para distanciarnos un poco de la virulenta realidad. Gracias Fátima!
Eloi Babí
Se agradece a la autora esta narración de plena actualidad. Otra vuelta de tuerca de Fátima Beltran a los entresijos ocultos sobre las intimidades privadas de algunas personas confinadas… En vez del amor en tiempos del cólera, aquí hay infidelidad en tiempos del coronavirus, Islas Pandemia y otras “delicatessen” para paladares lectores ávidos de buena literatura.
Alejandra bottaro
A veces la ficción supera la realidad… o era al revés? Buenísima trilogía sobre realidades más comunes de lo imaginamos… no puedo elegir entre los tres relatos pues es cada cual mejor y mas ingenioso. Lo que si tengo claro es que a pesar de ser trilogía estoy ansiosa por leer un cuarto
Jacoba
Muy buena! Tendrías que contarnos los pensaments de la cajera… Seguro són reveladores! ☺️
Eladio
¡Que hable la cajera y cuente la que se vino! Genial retrato de una misma realidad a partir de los distintos puntos de vista.