“El problema de América no es,
evidentemente, un problema del hombre americano,
o de su pueblo, sino también, en gran medida,
el de su clase media intelectual y el de los criterios
utilizados por ésta: progreso, causalidad, racionalidad y ciencia,
son las obsesiones de una inteligencia desorientada
que no logra aprehender una realidad. Y eso es alienación.”
Rodolfo Kusch
Lo que ha dejado las Primarias Abiertas, puede ser una muestra de lo dislocado que está la superestructura política de la realidad social. Dice Marilena Chaui que el poder político, en tanto considerado trascendente, incluso en las democracias liberales, sobrevuela el conjunto social “controlando, vigilando y determinando todo lo que sucede en ella; haciendo de la sociedad una subordinada pasiva”.
Una multiplicidad de síntomas que aparece por el vacío ante las demandas sociales, ha teñido de inconformismo el arribo a la burbuja electoral. Esto que viene oscilando desde hace tiempo -muchas elecciones ya- da cuenta de una velocidad política, distinta y distante, entre la maquinaria electoralista y las preocupaciones, los deseos, las esperanzas y las expectativas del colectivo social. Suele pasar, lo que decía Rodolfo Kusch, que del otro lado del “silencio popular, hay verdades”. Muchas veces las crisis sociales no desembocan en crisis política, ya que diferentes dispositivos actúan como contención de la pobreza, pero ello no la exime de la existencia de una realidad precarizada.
En cuanto a la obligatoriedad que señala la última letra en la sigla PASO, pareciera haber sufrido la irreverencia de quienes sienten menospreciada la capacidad de elegir a los propios referentes territoriales y quedar a merced de opciones de candidatxs impuestxs. Esa inadecuación a viciadas imposiciones, deviene a posteriori, en fisuras de la democracia y crisis de representación política.
En rigor, el último comportamiento electoral, ha significado para el gobierno nacional, como dice Horacio Rovelli en su nota “Hablando de ajuste”,la reducción de sus electores en un 45%. Por lo tanto, aquel conjunto de síntomas que afiebran la economía, es señalático del estado de ánimo del bajo pueblo. Lo que es traducible del acto comicial, es la contundente respuesta de sectores empobrecidos que no admite el incumplimiento del contrato social. Tras haber sido desoído de arriba hacia abajo y, el vínculo comunitario debilitado y violentado, en parte por los efectos de pandemia y en parte por orientar la urgencia económica hacia lo pretendido por el FMI, y no hacia las apremiantes necesidades de lxs argentinxs.
Puede, entonces, leerse como rebeldía y/o madurez cívica, la voluntad de no sufragar y no continuar los más postergados con más sacrificios.
La voluntad
La substancia de esa conducta, por un lado el ausentismo, y por otro, redireccionar el sufragio; se refleja como pronunciamiento, en clave de narrativa discursiva, de insatisfacción a un ineficiente esquema de representación. Que puede comprenderse con tan solo descifrar dos planos cruciales: la materialidad de un empobrecimiento de los sectores populares y capas medias, y el deseo de cambiar(lo) urgente. Es la forma en que lxs más vulnerables muestran su enojo, por una realidad política prexistente, que es directamente proporcional con el incremento de la pobreza, cuya medición del primer semestre del 2021, se encuentra en un 40,6% (Indec).
Lo que un número importante de votantes expresa como voluntad, refiero la negación a participar de ese sistema –electoralista- asume aquí tal negación del voto, como una manera subrepticia de reafirmación del poder popular. Es decir, una negación en contrasentido. Con lo cual, la categórica y sentida ausencia de votantes, el voto en blanco y la migración del voto hacia otra fuerza política, lo que pone de manifiesto, más que una negación de efecto negativo, es una negación que contiene implícito un sentido positivo. Una negación, no en términos de clausura de la voluntad, sino más bien, animando otras nociones de poder y la potenciación de otro pensamiento.
La condición ontológica de esa voluntad, la de ruptura con tradiciones de la democracia liberal que pone la centralidad de la vida política solamente en el voto, arroja tensiones sobre las que se van construyendo nuevos sentidos de poder popular. Ese esmero, provoca también una apuesta a repensar los herrumbrados amarres a tradiciones ineficientes sobre los que gira la democracia representativa.
La actual crisis social, nuevamente exhibe las limitaciones y las incapacidades de un pensamiento que no logra vehiculizar soluciones a cuestiones sociales, sin embargo, bien puede facilitarlo cuando de intereses financieros se trata.
Y la política ¿dónde está?
La desobediencia expresada en las elecciones de septiembre, deja rastros de una intención, que bien podría sentirse y, desde luego, pensarse, como un sacudón proveniente del fondo del suelo. El imaginario político activado en sentido inverso, de abajo hacia arriba, sitúa al pensamiento popular provocando vibraciones en la superficie de la institucionalidad política.
Acaso es imprescindible recordar siempre, que es el pueblo el que siente desde abajo y el que produce los movimientos vibratorios arriba. La nervadura de un pensamiento popular que se encuentra en el substrato profundo de nuestra América, cuyas incertezas y dudas inquietan, son vectores de un nervio fuerza, que lo hace potente y dinámico.
En una lectura al revés de las elecciones, podemos encontrar los sedimentos del sentido urgente del pensar popular. Los que sin duda, se hallan en el reverso de lecturas que hablan de resultados “sorpresivos” o de paliativos retóricos sobre la derrota del oficialismo en las primarias.
El pensamiento popular, se va desplazando cuándo el sentido de la elección es capturada por los aparatos propagandísticos, mediáticos, con escenas montadas que no son más que el componente retórico de una ficcionalidad de la democracia representativa.
Claro que para los sectores dominantes y poderes fácticos, ese montaje es el perfeccionamiento de una democracia a su medida. La que solo aspira a obturar la soberanía popular. Endeble lugar que captura a lo político y convierte en apenas un esbozo categoríal, la idea de la política como herramienta de transformación.
En un fragmento de una entrevista al pensador “Bifo” Berardi a cerca de su libro “La segunda venida”, con un perspicuo enfoque sobre la democracia, dice: “Es un ritual inútil, porque las condiciones de formación del pensamiento colectivo y de la decisión colectiva son manipuladas por el predominio del capital. La democracia es una condición política buenísima y favorable al progreso social cuando hay fuerza cultural para imponer los intereses de los explotados”.
Como tantas otras veces, el paso de una elección, deja flotando preguntas: ¿Dónde está la política? ¿Cuál política? ¿Qué lugares ocupa? ¿Cuál es la percepción de lo político y de lxs políticxs?
En efecto, bien podría colocarse la escucha en el subsuelo social, como punto de arranque desde donde pensar la democracia con otra perspectiva y recuperar el sentido de la política con nuevos compromisos transformadores.
Tiempos de escucha
Atender los ecos de la historia que aún resuenan, como brújula que señale un rumbo menos frágil e inconsistente. Y auscultar las palpitaciones del planeta que a esta altura ya evidencian signos de desastre ecológicos sumamente preocupantes. Claramente urgen redefiniciones que ordenen la vinculación ética de los seres humanos con la naturaleza. No ya la relación violenta de la especie humana con esta, que se da en el marco del paradigma de civilización. “A medida que nos realicemos, descubriremos áreas que una excesiva colonización nos ha suprimido. Para ello quizá tengamos que retomar sectores de nuestro pensar que habían sido dejados de lado por el liberalismo o por la izquierda, para recobrar al fin una política real, encuadrada en una antropología filosófica americana” (Rodolfo Kusch). Lo que nos lleva indefectiblemente a repensar las formas de producción, la propiedad privada, el valor de cambio, y como consecuencia directa, la democracia, los gobiernos y el Estado.
Tal vez, redunde en decir, que es tiempo de las otras voces. Un repositorio de saberes, del pensar popular, existe y viene con la historia como aguas subterráneas para hacer brotar lo nuevo. Y no hay que negarlo, todo lo contrario, revitalizar el lugar del pensar del bajo pueblo que anima la búsqueda de otras verdades en diálogo con la memoria histórica. Recuperar la historia de los vencidos, como reflexionara Walter Benjamin. Revolver nuestro pasado, desentrañar y desde allí respirar nuevos aires para pensar un mejor mundo por venir. El pensamiento popular vuelve potente la imaginación política.
Pensar el mundo para cuando pase esta pandemia que ha evidenciado la asimetría existente y el empobrecimiento de la vida humana en el mundo capitalista, y que ahora también deja una polaridad extrema en desigualdad, nos obliga pensar una democracia basada en una verdadera soberanía popular. Las nociones que de allí deriven constituirán, seguramente, un pensamiento social que oriente mejores respuestas, no ya sin imaginar una nueva vida, menos desigual, más justa y solidaria. Lo que nos acerque, más temprano que tarde, al buen vivir.
Francisco Santucho nació en Santiago del Estero, en 1975. Heredó la pasión por los libros y en la actualidad dedica parte del tiempo a la venta de libros. Militante de la cultura y los derechos humanos. Gestor cultural del Espacio Dimensión Cultural. Participa del proyecto Cultura del Bajo Pueblo y dirige la revista de arte y política La Minka. Actualmente, otea la existencia desde un segundo piso en el Mishki Mayu.
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