las utopías de frankenstein / anahí rippa

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“Yo era bueno y bondadoso y la desgracia me volvió una fiera” (Frankenstein o el moderno Prometeo)

Hija de escritores, Mary pasaba muchas horas leyendo junto a la tumba de su madre.

Deseaba vivir en el mundo que sus padres habían escrito.

En cierta medida lo hizo.

Ser libres es un peso demasiado insoportable, diría Kundera. Mary Shelley estaría de acuerdo, su monstruo también.

«¡Oh, si me hubiera quedado en mi bosque natal, si sólo hubiera conocido y

experimentado las sensaciones de hambre, de ser y de calor!»

***

“Todo está bien al salir de las manos del autor de la Naturaleza; todo degenera en manos del hombre”; esta frase corresponde a Rousseau y se vuelve demasiado vívida al leer Frankenstein.

El joven doctor dio forma a un supuesto humano, con órganos humanos, pero de mayor tamaño, y obtuvo un ser innombrable capaz de correr a gran velocidad, resistente al frío y el hambre, capaz de razonamientos profundos, gran concentración y sensibilidad inigualable.

Todas, características que en cualquier hombre se tienen por las más estimadas pero en esta criatura son aberraciones.

“Distinguía la luz, el hambre, la sed, la oscuridad” (Frankenstein o el moderno

Prometeo)

El hombre dispone de la naturaleza, la mejora, la hace más apacible, la domestica, elimina o pospone la enfermedad y el dolor. Pero el resultado es una degeneración.

Las intenciones de intervenir a la naturaleza son buenas, pero sus consecuencias son innombrables.

“Yo era bueno y bondadoso y la desgracia me volvió una fiera” (Frankenstein o el moderno Prometeo)

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En el “Emilio de la educación”, Rousseau explica que, si el hombre naciera adulto, con su fuerza desarrollada la humanidad ya se habría extinto, porque es necesario que recibamos la educación de los adultos y la experiencia de la vida para poder estar en armonía con la fuerza de un cuerpo adulto.

Es decir, la regla humana, la experiencia de la vida y la fuerza corporal han de adquirirse simultánea y paulatinamente para hacer de un niño, un ciudadano.

“Hallé que aquella gente poseía un método para comunicarse […] y después de haber permanecido varias revoluciones lunares en mi refugio, descubrí los nombres de algunos de los objetos más familiares” (Frankenstein o el moderno Prometeo)

La criatura que imaginó Mary Shelley, nació adulta, pero apenas capaz del

entendimiento y sentimientos de un niño.

Las consecuencias son tan terribles como podría advertirnos Rousseau: se quema con el fuego, pero incendia voluntariamente una casa al no conseguir amistad. Llora desconsolado por su soledad, pero priva la propiedad privada. Busca el amor de su creador, pero es un homicida.

“Me encontré parecido, y al mismo tiempo extrañamente distinto, a los seres sobre los que leía” (Frankenstein o el moderno Prometeo)

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En el contrato social, Rousseau sostiene que el primer modelo social que existe, es el de la familia, donde todos son iguales y libres y se benefician por la utilidad de estar juntos. Y es bajo este modelo que Mary Shelley propone la educación del monstruo en el cobertizo de los De Lacey.

“Durante mucho tiempo no pude imaginar cómo un hombre podía ir y matar a uno de sus semejantes, ni tampoco por qué existían las leyes y los gobiernos. Pero cuando escuché más detalles sobre el vicio y el derramamiento de sangre, cesó mi asombro y me aparté con desagrado y repulsión” (Frankenstein o el moderno Prometeo)

***

“La Vida, aunque no es más que una suma de angustias, me es querida y voy a defenderla” (Frankenstein o el moderno Prometeo)


Anahí Rippa estudia Licenciatura en Filosofía. Coordina el club de lectura online La opinista: Instagram: @laopinista

Web: anahirippaok.wordpress.com

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